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  • «Y según ustedes, ¿quién soy yo?»- Homilía- 19/06/22

    «Y según ustedes, ¿quién soy yo?»- Homilía- 19/06/22

    Jesús pregunta a sus discípulos: según ustedes, ¿quién soy yo? Si le preguntamos a las nuevas generaciones, ¿quién es Jesús y qué significa para ellos en su vida? Me atrevo a afirmar que serían muy pocos los que responderían como el apóstol Pedro: el Mesías de Dios; y menos aún encontraríamos quienes afirmaran, que son sus fieles discípulos, que practican cabalmente sus enseñanzas.

    ¿A qué se debe, que en nuestro país se conozca tan poco a Jesús, no obstante que los mexicanos en el pasado Censo del 2020 cerca del 80%, hemos declarado que somos católicos? ¿Por qué se alejan los jóvenes de la participación litúrgica de los sacramentos y de la práctica devocional de las tradiciones religiosas, si precisamente esa práctica proporciona la fortaleza y la sabiduría para recorrer el camino que conduce ya desde esta vida a la felicidad y la paz?

    Los factores de esta situación son varios, sin embargo hay dos muy importantes: primero la transmisión de la fe y de los valores humano-espirituales se ha fracturado aceleradamente en los últimos 30 años.

    La familia había sido por siglos, la principal transmisora, pero dada la creciente inconsistencia de los matrimonios y la consecuente debilidad de la vida familiar, van generando una ausencia de diálogo entre padres e hijos, que debilita su autoridad moral, y que va siendo sustituida por las nuevas tecnologías de la comunicación, cuya intensa presencia y facilidad de consulta, asumen, en la práctica, el tradicional papel educador, que tenía el núcleo familiar, especialmente de los Padres y los Abuelos con los hijos.

    Además lamentablemente hay que añadir la escasa presencia evangelizadora en las redes sociales. La poca que hay es frecuentemente devocional y cultual, lo cual ciertamente tiene influencia positiva en el ámbito de quienes ya están evangelizados y formados en la fe, que son al máximo un 20% de los católicos; pero el resto de creyentes necesita más bien una presencia digital, que transmita la espiritualidad cristiana de forma clara y pedagógica para auxiliar a las nuevas generaciones, facilitándoles las respuestas a sus angustias existenciales, que viven muchas veces en la soledad.

    El segundo factor es la consecuencia del Cambio de Época, éste ha provocado la fractura de la cultura, entendida como el estilo de la vida social. Es decir, la conducta social está fragmentada, ya no hay una referencia establecida en el proceder de las relaciones interpersonales y sociales; los comportamientos públicos han quedado al arbitrio de cada persona, propiciando con frecuencia enfrentamientos y conflictos, que violentan el respeto mutuo y la dignidad de las personas.

    ¿Y qué nos ofrece Jesús? Un testimonio contundente de dar la vida hasta el extremo de ser crucificado, en vista de mostrar el camino que lleva a la verdad y a la vida. Mirar al otro como hermano, a quien se ama, se respeta y auxilia como explica san Pablo en la segunda lectura: “Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes”.

    Ante la sed de Dios, hay que ofrecer los manantiales de agua viva. La satisfacción espiritual solamente la llena y alimenta el encuentro con Dios Vivo. ¿Qué nos hace falta promover en nuestro tiempo y en nuestra sociedad? Sin duda dar a conocer el proyecto de Dios, para el que fuimos creados. ¿Y cómo podemos ofrecerlo?

    Por ello es necesario responder, desde lo profundo del corazón a la pregunta planteada por Jesús a sus discípulos, y no simplemente como quien ha escuchado algo de la vida de Jesús, quien ha visto una película, una serie sobre acontecimientos de la vida de Jesús, eso sería conocer a Jesús de oídas, pero la pregunta para nosotros que somos sus discípulos, como lo recuerda San Pablo, que hemos sido bautizados en nombre de Jesús, es fundamental que respondamos, ¿quién es Jesús para mí?

    La vida no es sólo éxito material y bienestar, no consiste en que todas las cosas salgan bien. La libertad con quienes nos toca coexistir, y las decisiones de los demás, sea en la familia, en el barrio, en la ciudad, en un país, en el mundo, nos afectan para bien o para mal. Por ello hay que aprender a perdonar y a propiciar la reconciliación, como lo hizo Jesús.

    La falta de respeto a la dignidad humana de cualquier manera que se haya ejercido es precisamente una situación trágica, dramática y esas situaciones, que nos corresponde abordar, las tenemos que asumir, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. Por eso advierte a sus discípulos: «Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará”.

    Si los discípulos de Jesucristo damos testimonio fidedigno, siguiendo su advertencia, será un camino, que ofrecerá vida y vida en abundancia, según la profecía del profeta Zacarías: «Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén, un espíritu de piedad y de compasión y ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con la lanza”.

    Confiemos en Nuestra Madre, María de Guadalupe, ustedes vienen con inmensa alegría a su casa, porque la reconocen como madre, tierna, compasiva, llena de piedad, que nos acompaña sea cuál sea la cruz que estemos viviendo, llorando si es necesario llorar, o cargándonos en sus brazos, como lo hizo al descendimiento de Jesús de la cruz, así estará siempre María a nuestro lado.

    Oración

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, en la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, con plena confianza, mueve nuestro corazón para promover que cada persona cuente con la alimentación y los demás recursos que necesita.

    Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Trasforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión del corazón.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • La presencia viva de Dios entre nosotros- Homilía en Corpus Christi 2022

    La presencia viva de Dios entre nosotros- Homilía en Corpus Christi 2022

    “Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.

    “Hagan esto en memoria mía”. De ordinario restringimos esta expresión a la celebración litúrgica del Sacramento de la Eucaristía; sin embargo nuestra consideración y visión debe ser mas amplia; ya que la explicación teológica del Sacramento indica que uniéndonos a Jesucristo en el Pan Eucarístico, no solo nutrimos nuestra fe y fortalecemos nuestro espíritu para vivir como Jesús, y dar testimonio de sus enseñanzas a través de nuestra conducta, viviendo la espiritualidad de la comunión con los demás cristianos; sino también, al unirnos a Jesucristo en la Eucaristía, nos unimos a todos los cristianos que participan de ella, y expresamos así, como Cuerpo Místico de Cristo la presencia del Misterio de Dios Encarnado, es decir la presencia viva y actual del Reino de Dios entre nosotros y a través de nosotros.

    En efecto, prolongamos así la Encarnación de Dios Trinidad en nuestras vidas, siguiendo el modelo de vida de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia. Es decir, aceptando como ella la Voluntad del Padre: “Hágase en mí según tu palabra” y recibiendo como ella el Espíritu Santo para engendrar al Hijo de Dios en su seno: “El Espíritu Santo vendrá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”; María es la primera criatura en la que inhabitó Dios Trinidad, mediante la concepción del Hijo de Dios en su seno, porque donde está el Hijo, está el Padre y el Espíritu Santo. Nosotros estamos llamados a prolongar esa Encarnación del Hijo de Dios realizada en María, a quien con pleno rigor llamamos Madre de la Iglesia.

    Por tanto, ésta es nuestra vocación como Iglesia, prolongar la presencia de Dios Trinidad en el mundo de hoy. Esta vocación es imposible cumplirla individualmente, solo es posible, como Iglesia en comunión. Debemos seguir el ejemplo de Nuestra Madre María: la aceptación de la Voluntad del Padre y no la mía, confiar en la asistencia del Espíritu Santo, y asumir nuestra propia cruz.

    Por eso, la presencia constante y continua de Jesús, el Hijo de Dios en el Pan Eucarístico es el centro y sustento de nuestra fe. En efecto, después de la palabras de la Consagración el Presbítero aclama: “Este es el misterio de la Fe”. Prolongar el Misterio de Dios Trinidad Encarnado en la Historia de la Humanidad es el mandato de Jesús a sus discípulos: “Hagan esto en memoria mía”.

    La Eucaristía es el centro y culmen de nuestra fe y de nuestro caminar como comunidad de discípulos, como Iglesia. Sin embargo, ante la maravilla de vivir la comunión con Dios y con nuestros hermanos, somos siempre conscientes de nuestra frágil condición humana. Por ello, aunque la Redención y su consecuencia salvífica de rescatarnos del mal se efectuó una sola vez y para siempre, en la crucifixión y muerte de Jesucristo, su aplicación en cada uno de nosotros, depende de nuestra ofrenda existencial de aceptar nuestra propia cruz y seguir a Jesucristo.

    Aquí viene muy bien el relato del Evangelio de hoy: “No tenemos más que 5 panes y dos pescados”. Esta expresión muestra nuestra pobreza y limitación para resolver las necesidades materiales, humanas, y espirituales que encontramos en nuestro prójimos y en nosotros mismos. Esta situación de limitación y pobreza personal permite descubrir que debemos actuar unidos solidariamente, superando cualquier tendencia al protagonismo y búsqueda de reconocimiento por el bien que pretendamos realizar en favor de los pobres y necesitados. Debemos poner nuestros 5 panes y dos pescados, es decir, lo que podamos ofrecer. Así interviene la acción del Espíritu Santo para proveer lo necesario, a corto, mediano o largo plazo, según la Divina Providencia lo decida.

    En efecto, testimoniar nuestra condición, como comunidad de discípulos de Cristo, nos desborda. Transformar la sociedad en una comunidad de hermanos es imposible para nuestras fuerzas, pero si damos lo poco o mucho que tengamos, que siempre será poco para la finalidad requerida, sin embargo desde la pobreza de nuestro aporte, el Espíritu Santo lo multiplicará abundantemente.

    Por lo anterior, es de suma importancia mantenernos fieles, confiando en la mano providente de Dios. Ante la fragilidad de nuestra condición humana, que hoy pensamos en grande y mañana al enfrentar la realidad cunde el desánimo, que apaga el fuego que se había encendido en nuestro corazón, la Providencia Divina nos ofrece el Sacramento de la Eucaristía

    Así al escuchar la Palabra de Dios se enciende el corazón, y al recibir el pan de la vida recibimos a Jesucristo, quien nos acompaña para fortalecer nuestro espíritu. Por eso es indispensable habitualmente frecuentar la participación en la Celebración de la Eucaristía, al menos cada Domingo, para vivir el Misterio de la Fe, y encontrarnos con los demás cristianos en el banquete Eucarístico. Es así que será posible dar un testimonio atractivo y convincente en la vida social, de la presencia del Reino de Dios en las relaciones con todo tipo de personas.

    Ante esta reflexión comprenderemos a profundidad, la necesidad e importancia vital del Ministerio Sacerdotal para ofrecer la Eucaristía a las comunidades cristianas esparcidas por todo el mundo.

    Hoy Jueves de Corpus Christi es una hermosa ocasión de juntos agradecer a Dios su Providencia por regalarnos el inconmensurable don del Sacramento de la Eucaristía, por nuestros actuales Presbíteros, y por el llamado que ha hecho a nuestros jóvenes para ser Presbíteros al servicio de la Iglesia. Oren siempre por nosotros sus ministros.

    A la luz del Misterio Eucarístico comprenderemos mejor el lema de la Visita Pastoral a las Parroquias: ¡Cristo Vive! ¡En medio de nosotros!

  • Homilía- Cristo Maestro y una propuesta para vivir la cuaresma- 27-02-22

    Homilía- Cristo Maestro y una propuesta para vivir la cuaresma- 27-02-22

    Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: ¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”.

    Jesús afirma la importancia de ser orientado en el aprendizaje de la vida, por alguien que haya ya recorrido camino, y pueda instruirnos y aconsejarnos adecuadamente, para lograr en la vida una buena y satisfactoria experiencia.

    Ante esta recomendación y con la decisión de asumir este consejo, quizá surja la pregunta, ¿cuál es el proceso a seguir?, porque ciertamente un maestro para la vida no es simplemente aquel, que transmite una doctrina y proporciona buenos consejos y advertencias, es necesario además seguir un proceso, y advertir que el maestro no estará siempre a tu lado para decidir que hacer, sino que cada uno debe asumir la responsabilidad de las propias decisiones. La primera lectura del Eclesiástico, transmite un sencillo y pedagógico proceso a seguir en cuatro pasos:

    El primer paso señala que: “Al agitar el cernidor, aparecen las basuras; en la discusión aparecen los defectos del hombre”. Es decir, es indispensable el discernimiento sobre todo lo que vemos, lo que oímos y lo que discutimos; después de analizarlo y reflexionarlo en el interior del propio corazón, lo que queda en el fondo, es lo que cuenta.

    El segundo paso lo describe así: “En el horno se prueba la vasija del alfarero; la prueba del hombre está en su razonamiento”. Por tanto, la misma experiencia de poner en práctica lo aprendido es la prueba para constatar si se va forjando el carácter y fortaleciendo las convicciones para cualquier toma de decisión.

    El tercer paso afirma: “El fruto muestra cómo ha sido el cultivo de un árbol; la palabra muestra la mentalidad del hombre”. Expresa la necesidad de examinar mi lenguaje y mi conducta, y valorar los frutos logrados con mis decisiones, y a partir de esa revisión identificar mis errores para no repetirlos, y mis aciertos para aprovecharlos.

    Jesús confirma este paso al decir: “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón«.

    El cuarto paso lo podemos resumir con el reconocido refrán popular: De lo que hay en el corazón habla la boca”. El texto dice: “Nunca alabes a nadie antes de que hable, porque esa es la prueba del hombre”. Que en conclusión consiste en la indispensable actitud de escuchar al otro y conocerlo a fondo, antes de aprobarlo de antemano, o de reprobarlo por los comentarios o críticas de los demás.

    También este paso lo señala Jesús a sus discípulos diciendo: “¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano”.

    Poniendo en práctica estos pasos, sin lugar a dudas, aprenderemos de Cristo Maestro el proceso necesario para adquirir un corazón sincero, honesto y transparente como buen discípulo, que da testimonio del amor solidario y fraterno. El próximo miércoles 2 de marzo, iniciaremos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, tiempo de gracia para redescubrir nuestra vocación y misión como discípulos de Cristo, tanto de manera personal como comunitaria.

    Hemos padecido un mal mundial con la pandemia del covid, que ha puesto a prueba la sociedad entera; y ahora se añade la violencia de la guerra; por ello será providencial que aprovechemos estos cuarenta días de preparación a la Pascua de la Resurrección del Señor Jesús, para plantearnos la interpretación de estos males como un signo de los tiempos, y descubrir qué nos dice Dios a través de ellos.

    La Arquidiócesis de México ha preparado una serie de propuestas a desarrollarse en las Parroquias, durante las cinco semanas, cada una con un objetivo concreto:

    • La primera semana será promover la oración en familia.
    • La segunda semana a través de retiros espirituales se propiciará la reflexión para descubrir la voz de Dios.
    • En la tercera se ofrecerán diversas iniciativas con la finalidad de darle paz a nuestro espíritu, mediante la reconciliación.
    • En la cuarta se promoverá la Caridad, mediante obras de misericordia.
    • La quinta, ante la inminencia de la Semana Santa, se programarán diversos momentos para la oración personal y comunitaria.

    Esta propuesta para la experiencia cuaresmal nos guiará a la toma de conciencia, tanto de nuestra conversión personal, como de la conversión pastoral, consistente en fortalecer nuestra fe en la presencia del Reino de Dios entre nosotros y nuestra convicción de pertenecer a la comunidad de los discípulos de Cristo.

    De esta manera, haremos nuestras las palabras de San Pablo a los Corintios: “Cuando nuestro ser corruptible y mortal se revista de incorruptibilidad e inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido aniquilada por la victoria.

    ¿Dónde está, muerte, tu victoria?¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y la fuerza del pecado es la ley. Gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo”.

    Oración por la paz

    Pidamos la ayuda necesaria a Nuestra Madre, María de Guadalupe, y abrámosle con toda sinceridad y transparencia nuestro corazón.

    Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza; porque has venido aquí para mostrarnos el cariño y la ternura necesaria, que nos permite confiar en tí y en tu Hijo Jesucristo.

    A ti que eres nuestra Esperanza nos dirigimos, ya que estamos desconcertados por la violencia en nuestra Patria y en el mundo, y especialmente ahora por los actos de guerra en Ucrania.

    Tú sabes lo que necesitamos, y estamos seguros que nos ayudarás a interpretar lo que Dios Padre espera de nosotros, en esta prueba mundial de la confrontación bélica. Sostén la esperanza de todos los que en esa querida parte del mundo buscan la justicia y la paz.

    Intercede ante Dios, Nuestro Padre, para que envíe el Espíritu Santo, el Espíritu de la Paz, que inspire y oriente a los líderes de las naciones y a todos los pueblos.

    En ti confiamos, Madre del Divino Amor, guíanos con la luz de la Fe y la fortaleza de la Esperanza para cumplir la voluntad del Padre. Ayúdanos a crecer en la solidaridad con los que sufren, y que hoy viven con miedo y angustia.

    A ti nos encomendamos, Madre de la Iglesia, para ser fieles discípulos de Jesucristo, como tú ejemplarmente lo fuiste, y convertirnos en sembradores y promotores de la paz.

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  • Homilia- Las bienaventuranzas son fuente de verdadera alegría- 12/02/22

    Homilia- Las bienaventuranzas son fuente de verdadera alegría- 12/02/22

    Bendito el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza. Será como un árbol plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en año de sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos”.

    El profeta Jeremías anuncia con claridad la indispensable necesidad de aprender y crecer en la confianza en el Señor, Nuestro Dios: Bendito el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza. La confianza la podemos definir como la expresión de la conducta humana de quien se sabe amado. Uno deposita su confianza en quien ha percibido cercanía, afecto, ayuda, protección y cariño. Los padres ofrecen, especialmente la madre, dicha experiencia, y cuando así sucede, el niño crece con el valor de la autoestima, y adquiere espontáneamente la conciencia de su propia dignidad y descubre con relativa facilidad la dignidad de las otras personas.

    Por eso, los Padres de familia tienen la gran tarea de testimoniar el amor a sus hijos, es la mejor forma de prepararlos para que sean personas capaces de fraternizar y de socializar afable y positivamente con sus prójimos. Serán así ciudadanos, que favorecen y fomentan la sana convivencia social, y serán respetados y apreciados por su conducta.

    Pero además, adquirir la virtud de la confianza capacita para recorrer la vida a la luz de la Fe. Porque de la misma manera que confían los hijos en su Padre y Madre, de esa manera confiarán con mayor facilidad en Dios, Nuestro Padre, y escucharán y asumirán las enseñanzas del Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, como luz y orientación para sus vidas.

    La confianza va gradualmente creciendo a la luz de la fe y a la vez fortaleciendo la esperanza, que es la virtud indispensable para afrontar los conflictos, las desavenencias, los sufrimientos y las adversidades de todo tipo, porque sabe que alguien, que lo ama entrañablemente y le ha otorgado la vida, lo acompaña y está para ayudarle.

    Aún más, la confianza lleva a la persona a compartir lo que es y lo que tiene, de esta manera aprende a amar. Así la confianza nos conduce al amor, es decir nos prepara para encontrarnos con quien es el Amor, Dios Trinidad: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. La confianza es pues la virtud que necesitamos para llegar a la Casa del Padre, bien preparados.

    Por este camino comprenderemos mejor las bienaventuranzas de Jesús: «Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo”.

    En cuanto a las lamentaciones y advertencias, con las que Jesús alerta a sus discípulos, tienen la finalidad de señalar tres actitudes recurrentes en el ser humano, que debemos superar para mantenernos en el camino de las bienaventuranzas; ya que ofrecen la felicidad que es pasajera pero seductora, y nublan la razón, debilitando la voluntad para asumir las decisiones correctas.

    La primera lamentación: “¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo!” indica la codicia y la ambición, que se apodera del corazón y pone como prioridad de la vida la riqueza a toda costa.

    La segunda y tercera lamentación: “¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena!” señala la satisfacción sin límites de la sensualidad y el placer, tanto en el comer como en el instinto sexual, que ensordece la conciencia, porque conceden al cuerpo lo que pide, dejando de lado la voz del espíritu.

    Finalmente la cuarta lamentación: “¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”. Expresa la búsqueda de la alabanza para la salvaguarda de la propia imagen, y el quedar bien por encima de todo, a costa de la verdad y la justicia.

    Las tres actitudes señalan los puntos necesarios para examinar con frecuencia nuestra conducta y evitar caer en ellas; y así recorrer el camino de las bienaventuranzas enunciadas, experimentando que son la fuente de la verdadera alegría. Por eso San Pablo con toda claridad advierte: “Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida, seríamos los más infelices de todos los hombres. Pero no es así, porque Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos”.

    Preguntémonos por tanto: ¿En qué situación me encuentro, cómo he recorrido la vida hasta ahora? Examinando nuestra conducta encontraremos lo que debamos corregir y lo que debamos continuar afianzando. Así podremos adquirir la virtud de la confianza en Dios, vivir iluminados por la luz de la fe, crecer en la esperanza, y ejercitarnos en la amistad y en el amor.

    Si lamentablemente he equivocado el camino, es el momento oportuno para pedir a Dios perdón, y reconciliarme conmigo mismo y con quienes convivo y me relaciono. Jesús no espera que vayamos todos y al mismo tiempo en el camino correcto, y siempre está dispuesto a perdonar y ofrecer el don del Espíritu Santo para nuestra conversión, para nuestro reencuentro con mi fe y con mis hermanos, para recuperar el tiempo perdido.

    Invoquemos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, quien vivió el camino de las bienaventuranzas, y está con nosotros para transmitirnos el amor y la ternura, que nos sostenga ante las seducciones del mal.

    Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza; porque has venido aquí para mostrarnos el cariño y la ternura necesaria, que nos permite confiar en tí y en tu Hijo Jesucristo.

    Tú, Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que nos ayudarás a interpretar lo que Dios Padre espera de nosotros, en esta prueba mundial de la Pandemia.

    Ayúdanos en esta Cuaresma a convertir nuestras penas y llantos en ocasión propicia para descubrir que a través de la cruz conseguiremos la alegría de la resurrección.

    En ti confiamos, Madre del Divino Amor, guíanos con la luz de la Fe y la fortaleza de la Esperanza para cumplir la voluntad del Padre, discerniendo en comunidad, lo que el Espíritu Santo siembra en nuestros corazones.

    Auxílianos para crecer en el Amor, y compartir lo que somos y tenemos con nuestros hermanos más necesitados.

    A ti nos encomendamos, Madre de la Iglesia, para ser buenos y fieles discípulos de Jesucristo, como tú ejemplarmente lo fuiste.

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  • Homilía- Dios se vale de su Palabra para entrar en el corazón- 23/01/22

    Homilía- Dios se vale de su Palabra para entrar en el corazón- 23/01/22

    Esdras, el sacerdote, trajo el libro de la ley ante la asamblea,… y se le dió lectura desde el amanecer hasta el mediodía, en la plaza que está frente a la puerta del Agua, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón. Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley… Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicaban el sentido, de suerte que el pueblo comprendía la lectura”.

    Después de 70 años de esclavitud en Babilonia, Esdras convocó al pueblo de Israel, de nuevo en Jerusalén, para recordarle mediante la lectura del libro de la ley, que por amor y gracia de Dios, había logrado la libertad y regresado a la tierra prometida. Esta solemne jornada provocó el llanto en toda la asamblea, como escuchamos en la primera lectura: “todos lloraban al escuchar las palabras de la ley”. Es decir, el pueblo tomó conciencia en ese momento, que la destrucción de Jerusalén y el templo y el destino en Babilonia, había sido consecuencia de su infidelidad a la alianza con Dios.

    Es lo mismo que sucede, tanto personal como comunitariamente, cuando nos arrepentimos de algo que provocó mucho daño, y reconocemos nuestros errores,   y con grata sorpresa vemos que somos perdonados y auxiliados para recuperarnos. Nos sentimos entonces, amados y dispuestos a reiniciar con alegría y esperanza nuestras responsabilidades.

    Así comprenderemos la indicación de “Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote…, y los levitas que instruían a la gente, dijeron a todo el pueblo: Este es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén ustedes tristes ni lloren. Vayan a comer espléndidamente, tomen bebidas dulces y manden algo a los que nada tienen, pues hoy es un día consagrado al Señor, nuestro Dios”.

    Los participantes en la asamblea aprenden a llorar de alegría, al recordar el amor de Dios por su pueblo. Esta misma experiencia es la que pretende la Iglesia, al proponer como obligatoria la participación de todos los católicos a la misa dominical. Por eso tiene dos partes: la primera inicia con la toma de conciencia de pecadores, luego continua con la proclamación de la Palabra de Dios y la explicación en la homilía por el sacerdote celebrante; y la segunda consiste en la participación en la mesa del Pan Eucarístico, presencia de Jesucristo, que comienza invitando a los fieles a unir sus propios condicionamientos de vida, sus preocupaciones o satisfacciones a la ofrenda, que hace el sacerdote del pan y del vino, que serán luego consagrados, por mandato de Jesús a sus Apóstoles, para ser El mismo, alimento y consuelo de todos los participantes. Por eso, el Domingo es el día del Señor, de ahí viene su nombre, “Dominus” en latín, significa “Señor”.

    El Evangelio de hoy narra, que Jesús inicia su ministerio en Galilea, y va a su comunidad de Nazaret, donde se presenta en Sábado, día consagrado a Dios en el pueblo de Israel, asumido en razón que fue el día, en que Dios Creador descansó, según la narración del libro Génesis, y se levanta para hacer la lectura que le indican: “Jesús… impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas… Fue también a Nazaret donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó”.

    La sorpresa que causa Jesús es el comentario al texto que leyó: “Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Jesús venía ya enseñando en las diferentes sinagogas de Galilea, al llegar a Nazaret, y recibir este texto del Profeta Isaías, proclama que ese anuncio profético lo está cumpliendo en su persona, y que esa es su misión: La misión del Mesías esperado.

    La Palabra de Dios proclamada en la Asamblea es la ocasión de la que Dios se vale para entrar al corazón de quienes la escuchan. Así el Espíritu Santo siembra las inquietudes, y de distintas formas promueve, en la persona o en la comunidad presente, las iniciativas para colaborar con los demás miembros y generar la acción común y solidaria ante los diversos problemas, conflictos y situaciones de preocupación, que vive la comunidad o la sociedad en general.

    Es la realidad que refiere San Pablo sobre el cuerpo místico de Cristo, que integramos todos los bautizados en su nombre: “Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu”.

    Por tanto, la proclamación y escucha de la Palabra de Dios es el motor mediante el cual la Iglesia, y toda comunidad cristiana, podrá dar el testimonio creíble y atractivo de comunión y unidad, de servicio y expresión de la caridad; en una palabra, podrá hacer presente a Cristo en medio de nosotros, y manifestar así la presencia del Reino de Dios en el mundo de hoy. Esto es lo que se pretende y se logra con la participación en la misa dominical, de ahí la importancia de nuestra participación.

    El Papa Francisco ha pedido dedicar cada año, este tercer domingo para tomar conciencia de la indispensable proclamación y escucha de la Palabra de Dios. Como un signo visible de esta celebración hemos dejado el Evangeliario en este atril para recordar su importancia, y pedir la gracia de aprender a escuchar la voz de Dios y discernirla ante los acontecimientos que nos toca vivir, como lo es la actual Pandemia.

    Quien supo abrir su corazón a la Palabra de Dios y acogerla fue Nuestra Madre, María de Guadalupe, acudamos con plena confianza a pedir su ayuda e intercesión para saber corresponder a las inquietudes que mueva en nosotros el Espíritu Santo, al escuchar la Palabra de Dios.

    Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza.

    A ti nos encomendamos, Madre de la Iglesia, para ser buenos y fieles discípulos de Jesucristo, como tú ejemplarmente lo fuiste.

    En ti confiamos, Madre del Divino Amor, para cumplir la voluntad del Padre, discerniendo en comunidad, lo que el Espíritu Santo siembra en nuestros corazones.

    Ayúdanos a convertir nuestras penas y llantos en ocasión propicia para descubrir que a través de la cruz conseguiremos la alegría de la resurrección.

    Tú, Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que nos ayudarás a interpretar lo que Dios quiere de nosotros, en esta prueba mundial de la Pandemia.

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  • Homilía -La Sagrada Familia, modelo a seguir- 26/12/21

    Homilía -La Sagrada Familia, modelo a seguir- 26/12/21

    “El Señor honra al padre de los hijos y respalda la autoridad de la madre sobre la prole. El que honra a su padre queda limpio de pecado; y acumula tesoros, el que respeta a su madre”.

    Retomando algunas ideas y expresiones de la Encíclica del Papa Francisco: “Amoris Laetitia”, cuyo título “La Alegría del Amor”, describe en dos palabras, la finalidad del matrimonio y la familia como el proyecto de Dios para la humanidad. Expongo cinco puntos en base a los Nros. 11, 13, y 15 de la Encíclica.

    “El Señor honra al padre de los hijos y respalda la autoridad de la madre sobre la prole. El que honra a su padre queda limpio de pecado; y acumula tesoros, el que respeta a su madre”.

    Retomando algunas ideas y expresiones de la Encíclica del Papa Francisco: “Amoris Laetitia”, cuyo título “La Alegría del Amor”, describe en dos palabras, la finalidad del matrimonio y la familia como el proyecto de Dios para la humanidad. Expongo cinco puntos en base a los Nros. 11, 13, y 15 de la Encíclica.

    La familia imagen de Dios. La pareja que ama y genera la vida es la verdadera «escultura» viviente —no aquella de piedra u oro, que el Decálogo prohíbe—, sino la que es capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios, porque la capacidad de generar de la pareja humana es el camino, por el cual se desarrolla la historia de la salvación.

    Bajo esta luz, la relación fecunda de la pareja se vuelve una imagen para descubrir y describir el fundamental misterio de Dios Trinidad, ya que la visión cristiana contempla en Dios al Padre, al Hijo y al Espíritu de amor. El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su reflejo viviente.

    Nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor en la familia divina, en la Santísima Trinidad, es el Espíritu Santo. La familia no es pues algo ajeno a la misma esencia divina.

    La sexualidad al servicio del amor. El verbo «unirse» en el original hebreo indica una estrecha sintonía, una adhesión física e interior, hasta el punto que se utiliza para describir la unión con Dios: «Mi alma está unida a ti» canta el orante en el Salmo 63,9. Se evoca así la unión matrimonial no solamente en su dimensión sexual y corpórea sino también en su donación voluntaria de amor. El fruto de esta unión es «ser una sola carne», sea en el abrazo físico, sea en la unión de los corazones y de las vidas y, quizá, en el hijo que nacerá de los dos, el cual llevará en sí, uniéndolas no sólo genéticamente sino también espiritualmente, las dos «carnes».

    De aquí las recomendaciones que hemos escuchado en la primera lectura del libro del Eclesiástico: “Quien honra a su padre, encontrará alegría en sus hijos y su oración será escuchada; el que enaltece a su padre, tendrá larga vida y el que obedece al Señor, es consuelo de su madre. Hijo, cuida de tu padre en la vejez y en su vida no le causes tristezas; aunque chochee, ten paciencia con él y no lo menosprecies por estar tú en pleno vigor”.

    La familia célula de la Iglesia. Este aspecto trinitario de la pareja tiene una nueva representación en la teología paulina cuando el Apóstol San Pablo afirma: “Gran Misterio es éste, que yo relaciono con la unión entre Cristo y la Iglesia” (cf. Ef 5,33). Éste es el contexto en el cual comprendemos la recomendación que hemos escuchado del apóstol en la segunda lectura, y que lamentablemente ha sido con frecuencia mal interpretada en nuestro tiempo: “Mujeres, respeten la autoridad de sus maridos, como lo quiere el Señor. Maridos, amen a su esposas y no sean rudos con ellas. Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque eso es agradable al Señor. Padres, no exijan demasiado a sus hijos, para que no se depriman”.

    La familia es la Iglesia doméstica. Bajo esta luz recogemos otra dimensión de la familia. Sabemos que en el Nuevo Testamento se habla de «la iglesia que se reúne en la casa». El espacio vital de una familia se podía transformar en iglesia doméstica, en sede de la Eucaristía, de la presencia de Cristo sentado a la misma mesa. En efecto, durante los primeros siglos la Iglesia nació y creció, reuniéndose en alguna de las casas de los creyentes, donde se congregaban para escuchar la Palabra de Dios, y para la celebración de la Eucaristía.

    Teniendo en cuenta esa historia de la Iglesia naciente, podemos meditar y profundizar la recomendación que hoy escuchamos de San Pablo dirigida a la comunidad de Colosas:   “Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales; y todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dándole gracias a Dios Padre, por medio de Cristo”.

    La Sagrada Familia modelo a seguir. La Providencia divina ha querido plasmar un ejemplo edificante en la experiencia hermosa de la Sagrada Familia, que hoy celebramos, con sus diversas experiencias en donde el diálogo y la comunicación entre sus miembros, y sobretodo el espíritu de humildad y de profunda convicción para aceptar la Voluntad de Dios, los fortaleció en las variadas y difíciles situaciones que vivieron.

    Así hemos escuchado hoy en el Evangelio cómo resolvían favorablemente en un espíritu de plena solidaridad, y de amor y respeto de uno al otro: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos de angustia. Él les respondió: ¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre? Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas”.

    Hoy día es muy frecuente encontrar familias heridas, cuyos miembros se mantienen con sentimientos de rencor, envidia, y celos entre sí; y no pocas veces enfrentamientos violentos en su interior. Cuánto necesitamos en nuestro tiempo meditar y contemplar a la Sagrada Familia de Jesús, María, y José.

    Aprendamos de ellos para practicar el respeto a la autoridad del Padre y de la Madre sin descartar el diálogo conciliador que escucha, responde, y mirando el bien común alcanza la comprensión y la disposición de caminar juntos, a la luz de la Palabra de Dios. Los invito a repetir en su corazón la siguiente oración, formulada por el Papa Francisco para invocar a la Sagrada Familia.

    Oración a la Sagrada Familia

    Jesús, María y José en Ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor, y a Ustedes, confiados, nos dirigimos:

    Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas.

    Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.

    Santa Familia de Nazaret, haz tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.

    Jesús, María y José, escuchen y reciban benignamente nuestra súplica confiada. Amén.

  • Homilía en la Jornada Mundial de los Pobres 2021- 14/11/21

    Homilía en la Jornada Mundial de los Pobres 2021- 14/11/21

    Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá”.

    Con estas palabras hoy Jesús recuerda que la vida del Universo, y en particular de la Tierra tendrá un final, lo que hemos llamado “final de los tiempos”. Ante estas predicciones de Jesús a lo largo de todas las generaciones, que nos han precedido, las han recibido siempre con temor, con inquietud y zozobra. Sin embargo Jesús no intenta amedrentarnos sino más bien tomar conciencia, que tanto el Universo como la Humanidad han tenido un principio y tendrán un final. De la misma manera que sucede con nosotros que nacemos y morimos, y es lo más cierto, ya que se constata todos los días al despedir a nuestros hermanos que nos van precediendo.

    La Creación entera ha tenido un principio y tendrá un final, de la misma manera que cada uno de nosotros conoce cuando nació, pero ignora cuando morirá. Lo que también hemos aprendido es que la mayor prolongación de la vida o su brevedad depende en buena medida de nosotros. Así llegamos a ser conscientes de la importancia del cuidado de la salud, de la manera de comportarnos, de los riesgos o peligros que debemos afrontar con cautela y prudencia.

    Respecto de la Creación, es decir, de la duración de nuestra Casa común debemos también aprender que su prolongación o su término depende del cuidado que tengamos. El ser humano es la única criatura que puede romper los ritmos y la indispensable relación y el equilibrio de los ecosistemas y biomas, ellos cumplen perfectamente su función, y le dan así una constante sustentabilidad a la tierra.

    Hoy tenemos información suficiente de la degradación, que viene padeciendo nuestra Casa común, provocado por la explotación de los recursos naturales sin control ni límites, ha llegado a un punto de resquebrajamiento de los ciclos ecológicos que pone en grave riesgo la sustentabilidad de la tierra. Es lo que llamamos “Cambio climático”.

    Por eso, viene muy oportuna la recomendación de Jesús: “Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta”.

    Haciendo eco a esta necesaria interpretación de los acontecimientos, el Papa Francisco lanzó hace 6 años la Encíclica “Laudato Si´”. En ella advierte la urgencia de propuestas y acciones de todos los pueblos para respetar los ciclos de la naturaleza, ya que lamentablemente se ha fracturado y acelerado el deterioro de los ecosistemas.

    El Papa Francisco afirma en el No. 75: “Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, «en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza».

    También hace una serie de denuncias muy valientes como leemos en el No. 105: “El ser humano no es plenamente autónomo. Su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la violencia. En ese sentido, está desnudo y expuesto frente a su propio poder, que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer de mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación”.

    En la misma línea afirma: “No hay ecología sin una adecuada antropología. Cuando la persona humana es considerada sólo un ser más entre otros, que procede de los juegos del azar o de un determinismo físico, «se corre el riesgo de que disminuya en las personas la conciencia de la responsabilidad»… No puede exigirse al ser humano un compromiso con respecto al mundo si no se reconocen y valoran al mismo tiempo sus capacidades peculiares de conocimiento, voluntad, libertad y responsabilidad”.

    En este espíritu descubramos la relevancia de la Jornada Mundial del Pobre, que hoy celebramos desde hace 5 años, promovida por el Papa Francisco para orientar nuestra preocupación por los marginados y necesitados, y que lamentablemente suelen ser los más afectados por las catástrofes climáticas.

    El Evangelio de Cristo impulsa a estar especialmente atentos a los pobres y pide reconocer las múltiples y demasiadas formas de desorden moral y social que generan siempre nuevas formas de pobreza…Un mercado que ignora o selecciona los principios éticos crea condiciones inhumanas que se abaten sobre las personas que ya viven en condiciones precarias. Se asiste así a la creación de trampas siempre nuevas de indigencia y exclusión, producidas por actores económicos y financieros sin escrúpulos, carentes de sentido humanitario y de responsabilidad social” (JMP No. 5).

    La humanidad entera somos responsables del cuidado de la Creación, somos los únicos seres que podemos dañarla o protegerla. Por ello es indispensable generar la conciencia de nuestra responsabilidad colectiva como administradores de nuestra Casa común.

    Escuchando la voz de Dios aprenderemos el camino de la vida. Hoy en la primera lectura el Profeta Daniel señala: “Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad”. Por tanto, la Sabiduría y la Justicia son dos virtudes para responder positivamente a nuestra responsabilidad, y garantizarnos que al final de nuestras vidas despertemos a la vida eterna y libremos el eterno castigo.

    Respondamos con presteza para promover la conciencia y amor por los más pobres y demos testimonio de nuestro compromiso, cuidando el medio ambiente y respetando los ciclos de la naturaleza. Pongamos nuestra disposición en manos de Nuestra Madre, María de Guadalupe y aprendamos de su amor por los más pequeños y necesitados, siguiendo su ejemplo cuando abrió su corazón y actuó en favor de San Juan Diego, y de su tío Bernardino.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados. Ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa con los más afectados por el cambio climático y para hacer frente a las consecuencias de la pandemia mundial; haznos valientes para promover los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, generosamente salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración. Ayúdanos a caminar juntos y vivir la sinodalidad en la escucha recíproca y en el discernimiento en común, para ser testigos del amor de Dios, como tú lo has sido con nosotros.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén

  • Homilía – 3 pasos para ser buen discípulo de Cristo- 19/09/21

    Homilía – 3 pasos para ser buen discípulo de Cristo- 19/09/21

    Los malvados dijeron entre sí: Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados.

    Hablar con la verdad casi siempre molesta a los demás, porque pone de manifiesto los errores y las equivocaciones, las faltas a las normas, o las conductas desviadas, imprudentes o injustas. Si somos honestos y flexibles podemos superar la inicial reacción de los señalamientos, pero si somos autoritarios o soberbios reaccionaremos con facilidad a criticar y a descalificar las opiniones e indicaciones sobre nuestra manera de proceder; y aún peor, es posible desear y promover el castigo o la muerte, a quien ha dirigido las afirmaciones y opiniones que no aceptamos.

    Ésta es precisamente la reflexión del libro de la Sabiduría, siglos antes del nacimiento de Jesús de Nazaret, quien sufrió en carne propia lo que expresa el texto sagrado de la Sabiduría: “Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura, para conocer su temple y su valor. Condenémoslo a una muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él”.

    El Apóstol Santiago profundiza en su carta, las raíces de esta negativa actitud, con frecuencia presente en la historia: “¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra”.

    Así advierte, que debemos aprender de Jesús a conducir nuestra vida conforme los criterios y valores de la fe católica, con que hemos sido educados, y confiando plenamente en la ayuda divina para afrontar las críticas injustas y acusaciones sin sustento en la verdad, que pudiéramos recibir en el transcurso de la vida.

    Tres son los elementos que ofrece el Apóstol para prepararnos a seguir el camino de todo buen discípulo de Cristo y colaborar cordial y eficazmente en nuestras relaciones con los demás.

    -Lo primero es reconocer y aceptar que cada uno libramos una batalla interna ante las seducciones y atracciones del mal.

    -Segundo, descubrir nuestras ambiciones y codicias para identificarlas.

    -Tercero, renunciar a todo aquello que supere mis fuerzas y posibilidades, a todo lo que de entrada me sea imposible obtener por caminos honestos, y renunciar a dañar y perjudicar a mi prójimo.

    Al inicio no somos capaces de entender cómo recibiremos la ayuda divina ante la injusticia, pero a medida que avanzamos en la vida, siguiendo las enseñanzas de Jesús, experimentamos cercana la presencia y el auxilio del Espíritu Santo, que nos fortalece y nos hace capaces de afrontar las adversidades.

    Así le pasó a los discípulos, según narra el Evangelio de hoy: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones”. Jesús percibió su ignorancia y su temor a preguntar y los confrontó: “Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutían por el camino? Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

    El servicio y la mirada puesta en ayudar a nuestros semejantes es la clave para adquirir la confianza y la fortaleza espiritual. ¿Cómo podemos ser servidor de todos? Para dar respuesta a esta pregunta y facilitar nuestra disposición y colaboración de servicio, la Iglesia propone una institución diocesana y parroquial a través de Caritas, para coordinar los servicios necesarios para los necesitados, en el entorno de nuestras colonias y barrios. Es bueno recordar que el ejercicio de la Caridad también auxilia nuestro desarrollo solidario y fraterno al descubrir la transparencia de nuestras aspiraciones, percepciones y sueños.

    Por eso Jesús recomienda, que debemos aprender a compartirlos como lo hacen los niños, por eso pone en el centro a uno de ellos y señala la obligación de cuidarlos y protegerlos: “Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”. Ésta es una entre otras muchas razones, del señalamiento que constantemente hace la Iglesia de cuidar a los menores, y de promover la responsabilidad de los Padres y de la familia para orientar y educar a los niños, en estos valores que Jesús expresó.

    A la luz de esta Palabra de Dios, conviene preguntarnos, si he expresado alguna vez a mis padres, hermanos, familiares y amigos, mi gratitud por el cuidado, que tuvieron en mi infancia, la educación que me ofrecieron en mi adolescencia y juventud, y el testimonio de sus vidas cristianas para consolidar los valores humanos y espirituales de nuestra fe. De la misma manera es provechoso revisar, mediante un examen de conciencia y de oración, mis propias actitudes y criterios, conforme a los cuales he orientado mi vida, y agradecer a Dios, Padre de toda bondad, cuando haya vivido situaciones ante adversidades injustas y acusaciones sin fundamento en la verdad, y en ellas hubiera yo percibido la intervención del Espíritu Santo.

    Si acaso me encuentro actualmente en una dura experiencia, hagamos nuestra las expresiones del salmo, que hoy hemos cantado: “Sálvame, Dios mío, por tu nombre; con tu poder defiéndeme. Escucha, Señor, mi oración y a mis palabras atiende. Gente arrogante y violenta contra mí se ha levantado. Andan queriendo matarme. ¡Dios los tiene sin cuidado! Pero el Señor Dios es mi ayuda, él, quien me mantiene vivo. Por eso te ofreceré con agrado un sacrificio, y te agradeceré, Señor, tu inmensa bondad conmigo. El Señor es quien me ayuda”.

    Y claro, que crezca nuestra devoción a María, quien con San José supo cuidar a su hijo en su infancia, y acompañarlo en su adolescencia y juventud, y especialmente en los momentos difíciles de la Pasión y Crucifixión de Jesús.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén

  • Homilía- Jesús es el pan de la vida, en él nutro mis proyectos- 08/08/21

    Homilía- Jesús es el pan de la vida, en él nutro mis proyectos- 08/08/21

    Los judíos murmuraban porque había dicho: Yo soy el pan que bajó del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?”.

    La dificultad de fondo planteada por los judíos, es el presupuesto de considerar, que si bien Dios había creado el mundo y sus habitantes; sin embargo cielo y tierra eran dos realidades, no solamente distintas sino incluso infranqueables. Es decir, los cielos es donde habita Dios, y la tierra donde habita el hombre.

    Consideraban los contemporáneos de Jesús, que Dios había creado el mundo para dominarlo, controlarlo e intervenir en el devenir de los mortales, pero mediante la palabra, sin hacerse presente en el mundo creado por él. Y el hombre estaba destinado para habitar en la tierra, sin ver ni conocer a Dios, y dependiendo de su obediencia a sus mandatos sería feliz o desventurado. Pero al morir acabaría su vida para siempre.

    El acontecimiento de la Revelación hecha por Jesucristo, de un Dios Trinidad de personas, que decide revelar el misterio de la verdadera divinidad, y para eso envía al Hijo para que se encarne y asuma la condición del ser humano era inaudita, impensable. Por ello, el argumento para rechazar la declaración de Jesús es: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?

    Jesucristo ha venido precisamente para romper esa mentalidad, dar a conocer la verdadera naturaleza e identidad de Dios, y anunciar la finalidad por la que Dios creó al hombre: compartir con la humanidad la vida divina, que es el amor. Por tanto esta vida terrenal es tránsito a la vida eterna.

    El verdadero pan del cielo será reconocido porque da vida, y vida eterna. Esta vida es la vida nueva, de la que habló Jesús a Nicodemo. La vida del Espíritu Santo, es la vida que viene de lo alto. Los judíos murmuraban porque su mirada miope se quedaba en Nazaret, en la tierra. Jesús indica la necesidad de descubrir el Espíritu de Dios, que viene de lo alto y transforma, produciendo un nuevo nacimiento en el hombre, que lo capacita para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,3).

    Es pues oportuno preguntarnos, ¿separamos como dos realidades independientes lo temporal de lo celestial, lo carnal de lo espiritual, o entendemos que una está en relación de la otra, lo temporal de lo eterno?

    Para relacionar nuestra vida temporal con el destino a la vida eterna necesitábamos un alimento que nos nutriera, que nos fortaleciera y nos garantizara la accesibilidad a la vida divina. Por eso y para eso vino Jesús: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”. Son dos condiciones muy claras que expone Jesús: Creer en su mensaje, la Buena Nueva, es decir en sus enseñanzas; y alimentar nuestro espíritu con el pan de la vida, para eso lo envió el Padre, y lo asistió el Espíritu Santo: “Todos los que me da el Padre vienen a mí, y al que viene a mí no lo rechazaré, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. Y la voluntad del que me envió es que no pierda a ninguno de los que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. Porque ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día”.

    Antes de esta escena Jesús había transmitido a sus discípulos: Mi alimento consiste en hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra (Jn. 4,34). Ahora lo reafirma diciendo: porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. Jesús se revela como el enviado del Padre con la clara misión de hablar en su nombre, de hacerlo presente en el mundo, y de invitar a toda la humanidad a conocerlo, amarlo y servirlo. Para cumplir esta misión Jesús tiene que obedecerlo fielmente. Así Jesús se convierte en el pan que nutrirá a sus discípulos, quienes adorarán al Padre en espíritu y verdad (Jn 4,23).

    Dos misterios revelan la necesidad y la manera que plantea Jesús de comer su carne y su sangre: La Encarnación y la Eucaristía.

    Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, al tomar cuerpo con carne y sangre como cualquiera de nosotros, expresa en su persona la manera de cumplir la voluntad del Padre, muestra el modo de conducirnos, la manera de practicar la obediencia al Padre, por eso dirá más adelante: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). Tenemos que nutrirnos con las enseñanzas de Jesús y ponerlas en práctica.

    La Eucaristía es el misterio sacramental mediante el cual nos alimentamos del cuerpo y de la sangre de Cristo; Él, como mediador de la Nueva Alianza pone en comunión con el Padre a todos los que lo seguimos, a la Asamblea Santa de la comunidad de los discípulos de Jesús. Por eso, la Eucaristía se define como fuente, centro y culmen de la vida cristiana.

    ¿Es Jesús mi alimento, en él nutro mis aspiraciones, proyectos y realizaciones?

    ¿Deseo y anhelo ver y entrar en el Reino de Dios? ¿Contemplo la Encarnación de Jesús y su presencia en el misterio de la Eucaristía como un inconmensurable regalo de Dios, mi Padre?

    Si nuestra respuesta es positiva, expresémosla valorando la participación en la Eucaristía dominical, atendiendo a las inquietudes, que suscita la escucha de la Palabra de Dios, y poniéndolas en práctica para seguir el ejemplo de Jesucristo. Asumamos entonces con plena conciencia las recomendaciones que hoy ha recordado el apóstol Pablo: “Destierren la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad. Sean buenos y comprensivos, y perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó, por medio de Cristo”.

    Invoquemos el auxilio, de quien las vivió en plenitud, a Nuestra Madre, María de Guadalupe.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía- 4 bendiciones que Jesús dio a la humanidad- 11/07/2021

    Homilía- 4 bendiciones que Jesús dio a la humanidad- 11/07/2021

    «Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo, Israel”.

    De nuevo este Domingo continúa la temática del profetismo. El Reino del norte o Reino de Israel rápidamente se caracterizó por aceptar la idolatría y por tanto, la abierta infidelidad a la Alianza del Sinaí, pactada mediante Moisés, cuando liberó de la esclavitud de Egipto, a los descendientes del Patriarca Jacob, y que fue factor determinante para constituir el pueblo elegido por Dios, y que había prometido a Abraham, Isaac y Jacob.

    Hemos escuchado en la primera lectura la reclamación y expulsión del territorio del Reino de Israel, que Amasías, Sacerdote de Betel, dirigió al Profeta Amós: “Vete de aquí, visionario, y huye al país de Judá; gánate allá el pan, profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino”.

    La respuesta de Amós es altamente significativa al señalar que el profetismo querido por Dios no se transmite por herencia, como sucedía con el sacerdocio levítico del Antiguo Testamento, sino por el llamado de Dios.

    En el mensaje que emitió en su respuesta el profeta Amós, ofrece dos aspectos fundamentales para entender el profetismo querido por Dios, asumido por Jesucristo y que debe ejercitar todo discípulo de Cristo en lo personal y en lo comunitario: escuchar y responder al llamado; es decir, descubrir la propia vocación y cumplir fielmente la misión.

    El evangelio de hoy relata que Jesús asume estas dos características para que las vivan sus discípulos, con lo cual los convierte en profetas; por tanto, debemos ser profetas todos los bautizados en el nombre de Jesucristo: “Jesús llamó a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica”.

    Pero además señala dos elementos que ayudarán favorablemente a todo discípulo para cumplir de manera fecunda su profetismo. El primer elemento es el poder sobre los espíritus inmundos, es decir, la garantía de ser asistidos y fortalecidos por el Espíritu Santo, para enfrentar el mal y descubrir con su luz los formas para superar el mal en sus diversas modalidades de presencia, tanto en la tentación y como en la lamentable caída.

    El segundo elemento consiste en realizar la misión con plena libertad favoreciendo el desarrollo de la confianza en Dios, y el aprendizaje para no supeditar el cumplimiento de la encomienda a tener las mejores condiciones para su realización. Es decir con el mínimo indispensable hay que lanzarnos a la misión.

    Este ejercicio de actuar en la gratuidad y el desapego a las cosas materiales permite con mayor facilidad y rapidez el desarrollo espiritual de la persona y de la comunidad eclesial. Conduce a la sensibilidad para descubrir la acción de Dios en las personas a quienes se comparte el anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios, y prepara a la persona para asumir con plena confianza la promesa de Cristo de ser recibidos en la Casa del Padre por toda la eternidad. Así es como se desarrolla la vida nueva del Espíritu, que en semilla recibimos en nuestro Bautismo.

    En la segunda lectura San Pablo expresa el inmenso beneficio que nos ha traído Jesucristo a la humanidad: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, …para que fuéramos sus hijos, para que alabemos y glorifiquemos la gracia con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado …Con Cristo somos herederos también nosotros. Para esto estábamos, destinados, por decisión del que lo hace todo según su voluntad”.

    En efecto la adopción para ser hijos de Dios se ha realizado en Jesucristo; y los beneficios que describe el apóstol son cuatro:

    La redención, ser rescatados del mal y la condenación eterna, y ser capaces de perdonar ya que hemos sido perdonados: “por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”.

    Recibir la gracia abundante del auxilio divino concediéndonos la sabiduría para conocer la voluntad divina y así responder con plena libertad a esa voluntad: “Él ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia, con toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad”.

    Ser testigos de su amor y así hacerlo presente en el mundo: “para que fuéramos una alabanza continua de su gloria, nosotros, los que ya antes esperábamos en Cristo”.

    Quedar marcados por el Espíritu Santo, garantizando nuestra herencia y dándonos la capacidad para descubrir la verdad, y obtener la fortaleza necesaria para manifestar el camino de liberación de todos los males: “después de escuchar la palabra de la verdad, el Evangelio de su salvación, y después de creer, han sido marcados con el Espíritu Santo prometido. Este Espíritu es la garantía de nuestra herencia, mientras llega la liberación del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria”.

    Nuestra Madre, María de Guadalupe es la primicia que expresa las maravillas que Dios hace con quienes ponen su confianza en él, escuchan su voz, aceptan su voluntad y la ponen en práctica. Acudamos a ella y pidámosle nos acompañe para ser buenos discípulos de su Hijo Jesucristo, y como profetas demos testimonio del amor y de la misericordia divina en nuestro tiempo y en favor de nuestros prójimos.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.