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  • ¿Qué sabemos del fin de los tiempos? — Homilía 13/11/22

    ¿Qué sabemos del fin de los tiempos? — Homilía 13/11/22

    “Ya viene El día del Señor,… Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”.

    Los últimos domingos del año litúrgico, presentan textos alusivos al final de los tiempos. Este tema responde a una inquietud, generalizada a lo largo de los siglos, en todas las generaciones, sobre el fin del mundo y de la historia humana.

    El profeta Malaquías hace una importante aclaración, que sin duda tocará para bien, el corazón de todo creyente: el fin del mundo será muy distinto para quienes han sido fieles al Señor, Dios Creador, y que han creído en Él, pues será un día glorioso. Porque Jesucristo, es el Señor de la Historia, y traerá la salvación para todos sus discípulos.

    También en el Evangelio de hoy, le preguntan a Jesús, acerca del día del fin del mundo. Jesús advierte e invita a que no se dejen engañar. A lo largo de los siglos siempre habrá, quienes anuncien señales del fin del mundo: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.

    En efecto, una y otra vez, en el ciclo de la Historia, se presentarán situaciones desfavorables, así cuando suceden catástrofes, son parte del ritmo de las leyes de la naturaleza. Las epidemias y el hambre son consecuencia combinada de esas leyes y de la conducta de los seres humanos. Por eso, Jesús llama para evitar la confusión: las adversidades, las catástrofes, y las epidemias, no son necesariamente signo ni señal del fin del mundo.

    Además, Jesús advierte con claridad y contundencia: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles”; pero esas señales se han dado y se seguirán presentando a lo largo de los siglos, como hasta ahora lo hemos constatado.

    Si se revisa la historia de estos XXI siglos después de Jesucristo, esos eventos lamentables, han acontecido una y otra vez. Después vienen tiempos de reconciliación y de paz, dependiendo de nosotros, de las generaciones que en su momento les corresponde compartir la misma época.

    Sin embargo, las advertencias sobre el fin del mundo, nunca deben ser instrumento para amedrentar. Quienes tenemos fe en Jesucristo, nunca debemos tener miedo al fin del mundo, ya que será glorioso, como afirma el profeta Malaquías. En cambio, como bien advierte el profeta, para los soberbios y malvados, será terrible, ya que para ellos todo será exterminación y muerte, serán consumidos como termina la paja en un horno.

    De la misma manera, Jesús anuncia que sus discípulos en las distintas épocas serán atacados y perseguidos por profesar su fe: “Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí”.

    Aunque es conveniente aclarar que las persecuciones contra la Iglesia y sus fieles han sido, son, y serán siempre consecuencia de enfrentamientos ideológicos al interior de la sociedad y de las organizaciones e instituciones, tanto públicas como privadas.

    El Apóstol Pablo advierte a la comunidad de Tesalónica, que consideraba que el fin del mundo era inminente, y dejaron de trabajar, pensando que, si mañana se acabaría todo, que caso tenía trabajar, construir y edificar. Recordándoles su testimonio de vida los exhorta: “Hermanos: Ya saben cómo deben vivir para imitar mi ejemplo, puesto que, cuando estuve entre ustedes, supe ganarme la vida y no dependí de nadie para comer; antes bien, de día y de noche trabajé hasta agotarme, para no serles gravoso. Y no porque no tuviera yo derecho a pedirles el sustento, sino para darles un ejemplo que imitar”. Por eso, Pablo es durísimo, cuando manifiesta a la comunidad, que quienes no trabajan son unos holgazanes, que se entrometen en todo y no hacen nada: “El que no quiera trabajar, que no coma”.

    Mientras se tenga vida, condiciones de salud y de servicio a los demás, habrá quehaceres. Ésa es la tarea, en la que debemos ayudarnos unos a otros, para caminar juntos como comunidad. Hay que mantener siempre la disponibilidad para colaborar con lo que somos y con lo que tenemos: capacidades, habilidades y conocimientos. Así se construye la fraternidad de los discípulos de Cristo, en el servicio a la misma Iglesia y a la sociedad.

    En el servicio hay que invitar a todos, aún aquellos, que por diversas circunstancias están distantes de la Iglesia, sean católicos o no, e incluso a quienes han optado por alguna otra confesión de fe o rechazado creer en Dios. Nosotros, como discípulos de Cristo, tenemos que seguir el ejemplo del Maestro. Acercarnos a todos para manifestar con palabras y hechos la misericordia de Dios Padre, que nos ha creado con la finalidad de que lleguemos a la casa que nos tiene preparada.

    Con estos elementos de la Palabra de Dios, preparémonos para el siguiente domingo, la fiesta de Cristo Rey, que nos impulsará, alentará y motivará para construir el Reino de Dios en medio de nosotros, y hoy que celebramos la VI Jornada Mundial del Pobre en comunión con el Papa Francisco y con toda la Iglesia, se convierta en una oportunidad de gracia, para hacer un examen de conciencia personal y comunitario, y preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra fiel compañera de vida.

    Acudamos con plena confianza a nuestra Madre, María de Guadalupe para que fortalezca nuestro espíritu fraterno y solidario en nuestras comunidades parroquiales.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos en esta VI Jornada Mundial del Pobre a expresar nuestra solidaridad de forma creativa, haznos valientes para generar y promover los cambios que se necesitan para superar la gran desigualdad social que vivimos.

    Con tu cariño y ternura transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad, para lograr una verdadera conversión del corazón, y generemos una Iglesia Sinodal, aprendiendo a caminar juntos; así seremos capaces de escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.

    Madre de Dios y Madre nuestra, conscientes de la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, ayúdanos para que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía- Donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón- 7/08/22

    Homilía- Donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón- 7/08/22

    La Fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera, y de conocer las realidades que no se ven.”

    Este Domingo un eje transversal que ofrece la Palabra de Dios es el tema de la Fe, y en el Evangelio, Jesús instruye a sus discípulos sobre el verdadero tesoro, que debemos desarrollar en nuestro corazón.

    La Fe es el faro de luz que orienta nuestro caminar en esta peregrinación terrenal, la fe es la que anuncia nuestro destino y expresa las realidades celestiales, que están preparadas para toda la familia humana, y que conociéndolas animan e iluminan esta vida terrena.

    Desde el principio es fundamental la confianza en nuestros padres, nuestra familia, y nuestros amigos, que ya han ido experimentando el caminar a la luz de la Fe; su testimonio, sus consejos y exhortaciones son una ayuda, que al tiempo se valora y agradece por el resto de la vida.

    También para el crecimiento y desarrollo de la fe es indispensable aprender a confiar en los conceptos doctrinales, asumiéndolos cotidianamente en la experiencia personal. Pero además es necesario examinar con frecuencia la repercusión de nuestras acciones en nuestro interior, descubriendo las inquietudes, las satisfacciones, las tristezas y las alegrías, que voy viviendo, y constatar el estado de ánimo, que me produce vivir acorde a las verdades propuestas por la Fe en las enseñanzas de Jesucristo.

    De esta manera, la Fe se convierte en nuestra lámpara, que ilumina las realidades actuales a la luz de las venideras. Y un fruto que expresa la fortaleza de nuestra Fe es la confianza necesaria para afrontar sin temor las sombras y tinieblas ante nuestras incertidumbres.

    Cuando hemos asumido esas orientaciones y las evaluamos a lo largo de las distintas experiencias entonces nace, crece y se desarrolla la Fe.

    De ordinario, en nuestro país, la familia ha sido la principal transmisora de la fe cristiana, y de acuerdo a la confianza y el amor, que hayamos recibido de nuestros padres, hermanos y demás familiares se desarrolla la fe, aunque al inicio sea débil y muy dependiente del testimonio de nuestra familia, en la vivencia cotidiana de la fe.

    Por su Fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, ofreció a Isaac: y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia.» Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así recobró a Isaac como figura del futuro y se convirtió así en un signo profético”. Así la Fe de Abraham trascendió a Isaac, y a su vez a Jacob y a sus hijos.

    La Fe además de ser la Luz para conocer la Voluntad de Dios, Nuestro Padre, es la que genera la confianza y fortalece nuestra convicción, de que Dios nos ama entrañablemente. Revisemos nosotros, cómo hemos recibido la Fe, y agradezcamos a Dios y a quienes nos la han transmitido.

    Hoy también la Palabra de Dios presenta el surgimiento de la liturgia de la Pascua como una tradición en el pueblo de Israel, a partir de la fuerte experiencia de la liberación del yugo egipcio, que manifestó la intervención salvífica de Dios en el cumplimiento de las promesas, que en la Fe recibieron Abraham, Isaac y Jacob.

    La celebración litúrgica de la Pascua para el Pueblo de Israel, fue la confirmación de que Dios cumple sus promesas: “La noche de la liberación pascual los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y de común acuerdo se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.”

    Es oportuno recordar también, que nosotros los cristianos, a partir de la Encarnación del Hijo de Dios, y de la Vida, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo hemos alcanzado la Redención; es decir, hemos adquirido por el bautismo la condición de hijos adoptivos de Dios, y la capacidad de participar de la vida divina. Lo cual se realiza ya desde esta vida, como primicia de la vida eterna, en la Celebración de la Eucaristía.

    Para nosotros los cristianos la fe nos permite descubrir, que la Eucaristía es un regalo invaluable, cuyo beneficio es encontrarnos con Cristo mediante su Palabra y en el Pan Eucarístico, presencia misteriosa, pero real de Jesucristo. Con este doble alimento de la Palabra y del Pan Eucarístico podremos siempre vivir alertas y bien preparados para el día en que Dios, Nuestro Padre nos recoja para recibirnos en la Mansión celestial, donde viviremos por toda la eternidad.

    Finalmente, Jesús nos advierte, cual es la verdadera riqueza que debemos procurar: la constante vigilancia de nuestro corazón para que en él anide la voluntad de Dios Padre, por encima de cualquier atracción o seducción de la riqueza, y mantener la alerta constante del buen administrador de los bienes tanto terrenales como espirituales para que sirvan adecuadamente a cumplir la voluntad de Dios Padre, que quiere que todos los hombres, sus hijos se salven.

    Así Jesús nos previene para comprender a fondo la importancia de no apegarnos a los bienes terrenales, que siendo indispensables para mantener la vida, son simplemente herramientas para el camino y no objeto de ambición y poder: “No temas rebañito mío porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes, y den limosna; consigan bolsas que no se destruyan, y acumulen en el cielo un tesoro inagotable, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón”.

    Invoquemos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, que obedeciendo en plenitud de su fe, aprendió a obtener un gran tesoro, la compañía eterna con su hijo Jesús:

    Oración

    A ti nos encomendamos, para que aprendamos como Iglesia a caminar juntos, para formar comunidades de escucha y discernimiento; a caminar guiados por la luz de la Fe, a buscar y acompañar a quienes necesitan ayuda.

    Tú que eres la Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos; y estamos seguros de que nos ayudarás para que sigamos tu camino de obediencia a la voluntad de Dios, y llegar a la Casa del Padre.

    Como Iglesia que peregrina en México anímanos a ser como tú, una Iglesia en salida, una Iglesia que transmita con alegría y convicción la invaluable riqueza de vivir a la luz de la Fe, en tu Hijo Jesucristo.

    Por eso, ayúdanos, Madre, a descubrir la voluntad del Padre y cumplirla, siguiendo el ejemplo de Jesús. Él tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo y cargó con nuestros dolores para guiarnos, asumiendo la cruz, a la alegría de la resurrección.

    Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y de esperanza. Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas ante nuestras necesidades, y líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  • El servicio a Cristo y a los demás- homilía – 17/07/22

    El servicio a Cristo y a los demás- homilía – 17/07/22

    Abraham estaba sentado en la entrada de su tienda, a la hora del calor más fuerte. Levantando la vista, vio de pronto a tres hombres, que estaban de pie ante él”.

    ¿A quiénes encontramos también nosotros en nuestra cotidianidad, que van de viaje, que no los conocemos, y que de repente están ante nuestros ojos? ¿No es acaso a tantos migrantes, que peregrinan en busca de mejores condiciones de vida? Y, ¿cuál es nuestra actitud: indiferencia, lástima, o como Abraham: ¿Haré que traigan un poco de agua para que se laven los pies y descansen a la sombra de estos árboles; traeré pan para que recobren las fuerzas y después continuarán su camino, pues sin duda para eso han pasado junto a su siervo”.

    Somos muy conscientes que no podemos responder a los anhelos, deseos, y necesidades de cada migrante; ciertamente si estuviera en nuestras posibilidades ofrecer algún servicio como lo hizo Abraham, practicando una hospitalidad pasajera, sería de gran ayuda para quien va de paso y no conoce a nadie.

    Particularmente en nuestros tiempos, y especialmente en una gran ciudad como la nuestra, no es nada fácil ser hospitalarios de forma personal, por los riesgos que conlleva abrir las puertas de nuestra casa. Por ello es tan importante colaborar con las instituciones de servicio socio-caritativas: sean públicas, privadas o eclesiales, y al menos tener información de ellas para ofrecerlas a quien las necesite.

    Recordemos que atendiendo a las necesidades de nuestros prójimos encontramos a Jesús como le sucedió a Abraham: el Señor se le apareció a Abraham en el encinar de Mambré”. Además, descubriendo a Jesús en el prójimo necesitado lo hacemos presente a los demás, fortaleciendo en la esperanza a los peregrinos, y atrayendo a quienes sean testigos de nuestra acción, Jesús tocará de alguna manera sus corazones.

    Así podremos dar testimonio como San Pablo: “Hermanos: Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque así completo lo que falta a la pasión de Cristo en mí, por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia.”

    Con nuestra respuesta, de generosa hospitalidad y ayuda a los demás, entrará Jesús como lo hizo en casa de sus amigos: “Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude. El Señor le respondió: Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará«.

    Esta escena del evangelio de hoy, en las personas de Marta y María, expresa las dos dimensiones del servicio a Cristo y a los demás: Dar servicio de recibir y dar de comer como lo hizo Marta, y ofreciendo y escuchando la Palabra de Dios, como lo hace María, que es la mejor parte, porque en ella se fundamenta y se sustenta toda nuestra actividad humana en favor de los demás.

    Debemos aprender que no todos podemos hacerlo todo, y conociendo los carismas presentes en nuestra Iglesia podremos complementarnos para que haya quienes oren más y quienes trabajen más según sus carismas, sus capacidades y sus posibilidades.

    En nuestra Arquidiócesis de México, por ejemplo contamos con varias comunidades eclesiales, de vida religiosa como “los Padres fundados por San Carlos Scalabrini”,  que nos ayudan, coordinando y sumando fuerzas con fieles laicos para promover y sostener los servicios establecidos para los migrantes; así también las asociaciones eclesiales de la “Comunidad de San Egidio”, y del “movimiento de los Focolares”, las instituciones de los “Padres Jesuitas”, etc. Todos ellos están en comunión con las estructuras diocesanas para la dimensión socio-caritativa.

    De la misma manera muchas otras obras de caridad, en diferentes campos (Reclusorios, Asilos para adultos, o para huérfanos, comedores para indigentes, son atendidas con esmero por varias Órdenes de religiosos y religiosas, en diferentes ámbitos de nuestra Arquidiócesis, siempre en comunión eclesial.

    Los invito a conocer dichas obras de caridad, particularmente a ustedes los jóvenes, y así se alegre su corazón de colaborar con la Iglesia. Especialmente no dejen de orar por todos estos obreros del Reino de Dios, que están en los frentes más necesitados,  y muchas veces pasan desapercibidos para la mayoría de los fieles católicos.

    Acercándonos así a dichas realidades comprenderemos las palabras que expresaba San Pablo a los Colosenses: “Por disposición de Dios, yo he sido constituido ministro de esta Iglesia para predicarles por entero su mensaje”. Ministerio semejante es el que hemos recibido los Obispos y los Presbíteros, y que ejercemos con la ayuda de los Diáconos y los Agentes de Pastoral. Por ello, es indispensable ofrecer a las nuevas generaciones experiencias que toquen su corazón, y lo disponga a preguntarse, cuál es su vocación y la misión a la que Dios Padre los llama.

    De esta manera haremos realidad para nuestro tiempo, lo que continúa diciendo San Pablo: “Dios ha querido dar a conocer a los suyos la gloria y riqueza que este designio encierra para los paganos, es decir, que Cristo vive en ustedes y es la esperanza de la gloria. Ese mismo Cristo es el que nosotros predicamos cuando corregimos a los hombres y los instruimos con todos los recursos de la sabiduría, a fin de que todos sean cristianos perfectos”.

    Por eso, el objetivo y lema de nuestra Visita Pastoral a las Parroquias es “revitalicemos nuestra fe”, y la exclamación exhortativa propuesta es “Cristo Vive, en medio de nosotros”.

    Esa misma tarea es la que ha traído a nuestro País, a Nuestra Madre, María de Guadalupe. Ella ha venido a mostrarnos “al verdadero Dios por quien se vive”, a su hijo Jesucristo, quien vive en medio de nosotros y a través de nosotros. Pidámosle a Ella que nos ayude a ser fieles a nuestra misión, como Ella lo realizó.

    Oración

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, ante la dramática situación de los migrantes, que deciden peregrinar para buscar mejores condiciones de vida para ellos  y sus familias, acudimos a ti, con plena confianza, para que muevas nuestro corazón a colaborar y promover la necesidad de ofrecer la hospitalidad pasajera, pero indispensable a los migrantes que cruzan nuestro país y atraviesan por nuestra Ciudad de México.

    Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión de corazón. Especialmente auxílianos en la responsabilidad de acompañar a los adolescentes y jóvenes, para que descubran su vocación, y puedan fortalecer su condición de discípulos de tu Hijo Jesucristo, y afrontar, con valentía y esperanza, los desafíos de nuestro tiempo.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo  de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía- Las exigencias del Espíritu Santo- 26/06/22

    “Los exhorto…., a que vivan de acuerdo con las exigencias del Espíritu; así no se dejarán arrastrar por el desorden egoísta del hombre. Este desorden está en contra del Espíritu de Dios, y el Espíritu está en contra de ese desorden”.

    Cualquier institución plantea sus exigencias o requisitos para participar en ellas, sea para colaborar sea para recibir sus beneficios. El espíritu que integra nuestro ser y le da vida a nuestro cuerpo también tiene sus exigencias, asumiéndolas obtendremos el orden interno que nos proporcionará la paz interior. Con ella podremos afrontar las adversidades y sufrimientos, pero especialmente el desorden que procede del egoísmo.

    ¿Cómo podremos obtener la capacidad para vivir de acuerdo con las exigencias del Espíritu, y superar el desorden?

    Hoy tanto la primera lectura como el Evangelio narran relatos vocacionales: el Profeta Elías llama a Eliseo para que sea su sucesor y continúe la labor profética en favor del pueblo de Israel y le transmite su espiritualidad, que dará a Eliseo la sabiduría y la fortaleza para continuar la obra del Profeta Elías, a quien se le reconoce como Padre del Profetismo en Israel:

    “El Señor le dijo a Elías: Unge a Eliseo, el hijo de Safat, originario de Abel-Mejolá, para que sea profeta en lugar tuyo. Elías partió luego y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él trabajaban doce yuntas de bueyes y él trabajaba con la última. Elías pasó junto a él y le echó encima su manto. Entonces Eliseo abandonó sus bueyes, corrió detrás de Elías”.

    Y Jesús de camino a Jerusalén encuentra a dos que quieren seguirlo y otro a quien en el camino lo invita como discípulo. Ninguno de los tres logran seguirlo dos ponen condiciones previas, y otro no se decide al escuchar la advertencia de Jesús: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”.

    Vocación, respuesta, y seguimiento o discipulado son tres dimensiones fundamentales que desarrolladas, garantizan la capacidad para vivir de acuerdo con las exigencias del Espíritu.

    La Vocación o llamada de Dios consiste en descubrir mis potencialidades, habilidades, y capacidades; en una palabra es el conocimiento de sí mismo. A partir del conocerme y aceptar lo que soy y no simplemente soñar en lo que quisiera ser, garantizaré alcanzar la plenitud del desarrollo adecuado de mi persona, y percibiré la creciente satisfacción de realizar mis responsabilidades a pesar de los esfuerzos y renuncias que deba asumir.

    Decidiendo responder positivamente a la vocación que descubra y siendo fiel a ella, constataré con gratitud el don de la vida, y descubriré el amor de Dios Padre, quien me la regaló, y también de quienes fueron mis progenitores.

    Llevando a cabo este proceso de respuesta y siguiendo a Jesucristo, conociendo y meditando los Evangelios, y preguntándome con frecuencia, qué se mueve en mi interior a la luz de esos relatos, y confrontándolos con los acontecimientos, que me cuestionan o que me dan satisfacción interior y alegría, descubriré el acompañamiento de Dios y el fortalecimiento de mi voluntad para ordenar mis pasiones e instintos y sean acordes a las enseñanzas de Jesús y de la Iglesia.

    Si además comparto mi proceso personal en la propia familia, en los círculos de amistad, en alguna asociación o movimiento apostólico de la Iglesia, evitaré caer en radicalismos y posicionamientos, que frenan la apertura y flexibilidad para el diálogo y me capacitaré para la relación positiva con todo tipo de personas.

    Entonces asumiré con plena convicción, lo afirmado por San Pablo: “Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud. Su vocación, hermanos, es la libertad. Pero cuiden de no tomarla como pretexto para satisfacer su egoísmo; antes bien, háganse servidores los unos de los otros por amor. Porque toda la ley se resume en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pues si ustedes se muerden y devoran mutuamente, acabarán por destruirse”.

    Por tanto, siguiendo el testimonio de vida de Jesús y de sus enseñanzas aprenderemos a respetar a los demás, independientemente si sus respuestas son satisfactorias o contrarias a lo que esperábamos. Por eso en el Evangelio de hoy escuchamos cómo Jesús reprende a sus discípulos:

    “Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: «Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?» Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió”.

    Preguntémonos si he descubierto mi vocación y si he vivido acorde a ella, y qué experiencia considero he adquirido en mi manera de relacionarme con los demás. Para ser fiel a mi vocación y tener una experiencia positiva es indispensable la oración. Hoy el Salmo, después de la primera lectura expresaba esa necesidad al decir: “Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré”.

    De manera ejemplar éste fue el camino que siguió, Nuestra Madre, María de Guadalupe, acudamos a ella con plena confianza, para que nos sostenga en nuestra respuesta vocacional con su amor y cariño, porque esa es la causa por la que desde hace 5 siglos ha venido al Tepeyac para acompañarnos en la misión de hacer presente a su Hijo Jesucristo en el mundo.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, en la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, con plena confianza, mueve nuestro corazón para colaborar y promover que cada persona cuente con la alimentación y los demás recursos que necesita.

    Ayúdanos a fortalecer las familias para que compartiendo las características de la mujer y del varón, expresen la importancia de la complementariedad de los papás, y faciliten en los hijos la educación para adquirir los valores de la fraternidad y de la solidaridad, y sean faros de luz en nuestra sociedad.

    Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Trasforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión del corazón.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de
    Guadalupe! Amén.

  • «Y según ustedes, ¿quién soy yo?»- Homilía- 19/06/22

    «Y según ustedes, ¿quién soy yo?»- Homilía- 19/06/22

    Jesús pregunta a sus discípulos: según ustedes, ¿quién soy yo? Si le preguntamos a las nuevas generaciones, ¿quién es Jesús y qué significa para ellos en su vida? Me atrevo a afirmar que serían muy pocos los que responderían como el apóstol Pedro: el Mesías de Dios; y menos aún encontraríamos quienes afirmaran, que son sus fieles discípulos, que practican cabalmente sus enseñanzas.

    ¿A qué se debe, que en nuestro país se conozca tan poco a Jesús, no obstante que los mexicanos en el pasado Censo del 2020 cerca del 80%, hemos declarado que somos católicos? ¿Por qué se alejan los jóvenes de la participación litúrgica de los sacramentos y de la práctica devocional de las tradiciones religiosas, si precisamente esa práctica proporciona la fortaleza y la sabiduría para recorrer el camino que conduce ya desde esta vida a la felicidad y la paz?

    Los factores de esta situación son varios, sin embargo hay dos muy importantes: primero la transmisión de la fe y de los valores humano-espirituales se ha fracturado aceleradamente en los últimos 30 años.

    La familia había sido por siglos, la principal transmisora, pero dada la creciente inconsistencia de los matrimonios y la consecuente debilidad de la vida familiar, van generando una ausencia de diálogo entre padres e hijos, que debilita su autoridad moral, y que va siendo sustituida por las nuevas tecnologías de la comunicación, cuya intensa presencia y facilidad de consulta, asumen, en la práctica, el tradicional papel educador, que tenía el núcleo familiar, especialmente de los Padres y los Abuelos con los hijos.

    Además lamentablemente hay que añadir la escasa presencia evangelizadora en las redes sociales. La poca que hay es frecuentemente devocional y cultual, lo cual ciertamente tiene influencia positiva en el ámbito de quienes ya están evangelizados y formados en la fe, que son al máximo un 20% de los católicos; pero el resto de creyentes necesita más bien una presencia digital, que transmita la espiritualidad cristiana de forma clara y pedagógica para auxiliar a las nuevas generaciones, facilitándoles las respuestas a sus angustias existenciales, que viven muchas veces en la soledad.

    El segundo factor es la consecuencia del Cambio de Época, éste ha provocado la fractura de la cultura, entendida como el estilo de la vida social. Es decir, la conducta social está fragmentada, ya no hay una referencia establecida en el proceder de las relaciones interpersonales y sociales; los comportamientos públicos han quedado al arbitrio de cada persona, propiciando con frecuencia enfrentamientos y conflictos, que violentan el respeto mutuo y la dignidad de las personas.

    ¿Y qué nos ofrece Jesús? Un testimonio contundente de dar la vida hasta el extremo de ser crucificado, en vista de mostrar el camino que lleva a la verdad y a la vida. Mirar al otro como hermano, a quien se ama, se respeta y auxilia como explica san Pablo en la segunda lectura: “Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes”.

    Ante la sed de Dios, hay que ofrecer los manantiales de agua viva. La satisfacción espiritual solamente la llena y alimenta el encuentro con Dios Vivo. ¿Qué nos hace falta promover en nuestro tiempo y en nuestra sociedad? Sin duda dar a conocer el proyecto de Dios, para el que fuimos creados. ¿Y cómo podemos ofrecerlo?

    Por ello es necesario responder, desde lo profundo del corazón a la pregunta planteada por Jesús a sus discípulos, y no simplemente como quien ha escuchado algo de la vida de Jesús, quien ha visto una película, una serie sobre acontecimientos de la vida de Jesús, eso sería conocer a Jesús de oídas, pero la pregunta para nosotros que somos sus discípulos, como lo recuerda San Pablo, que hemos sido bautizados en nombre de Jesús, es fundamental que respondamos, ¿quién es Jesús para mí?

    La vida no es sólo éxito material y bienestar, no consiste en que todas las cosas salgan bien. La libertad con quienes nos toca coexistir, y las decisiones de los demás, sea en la familia, en el barrio, en la ciudad, en un país, en el mundo, nos afectan para bien o para mal. Por ello hay que aprender a perdonar y a propiciar la reconciliación, como lo hizo Jesús.

    La falta de respeto a la dignidad humana de cualquier manera que se haya ejercido es precisamente una situación trágica, dramática y esas situaciones, que nos corresponde abordar, las tenemos que asumir, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. Por eso advierte a sus discípulos: «Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará”.

    Si los discípulos de Jesucristo damos testimonio fidedigno, siguiendo su advertencia, será un camino, que ofrecerá vida y vida en abundancia, según la profecía del profeta Zacarías: «Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén, un espíritu de piedad y de compasión y ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con la lanza”.

    Confiemos en Nuestra Madre, María de Guadalupe, ustedes vienen con inmensa alegría a su casa, porque la reconocen como madre, tierna, compasiva, llena de piedad, que nos acompaña sea cuál sea la cruz que estemos viviendo, llorando si es necesario llorar, o cargándonos en sus brazos, como lo hizo al descendimiento de Jesús de la cruz, así estará siempre María a nuestro lado.

    Oración

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, en la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, con plena confianza, mueve nuestro corazón para promover que cada persona cuente con la alimentación y los demás recursos que necesita.

    Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Trasforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión del corazón.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • La presencia viva de Dios entre nosotros- Homilía en Corpus Christi 2022

    La presencia viva de Dios entre nosotros- Homilía en Corpus Christi 2022

    “Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.

    “Hagan esto en memoria mía”. De ordinario restringimos esta expresión a la celebración litúrgica del Sacramento de la Eucaristía; sin embargo nuestra consideración y visión debe ser mas amplia; ya que la explicación teológica del Sacramento indica que uniéndonos a Jesucristo en el Pan Eucarístico, no solo nutrimos nuestra fe y fortalecemos nuestro espíritu para vivir como Jesús, y dar testimonio de sus enseñanzas a través de nuestra conducta, viviendo la espiritualidad de la comunión con los demás cristianos; sino también, al unirnos a Jesucristo en la Eucaristía, nos unimos a todos los cristianos que participan de ella, y expresamos así, como Cuerpo Místico de Cristo la presencia del Misterio de Dios Encarnado, es decir la presencia viva y actual del Reino de Dios entre nosotros y a través de nosotros.

    En efecto, prolongamos así la Encarnación de Dios Trinidad en nuestras vidas, siguiendo el modelo de vida de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia. Es decir, aceptando como ella la Voluntad del Padre: “Hágase en mí según tu palabra” y recibiendo como ella el Espíritu Santo para engendrar al Hijo de Dios en su seno: “El Espíritu Santo vendrá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”; María es la primera criatura en la que inhabitó Dios Trinidad, mediante la concepción del Hijo de Dios en su seno, porque donde está el Hijo, está el Padre y el Espíritu Santo. Nosotros estamos llamados a prolongar esa Encarnación del Hijo de Dios realizada en María, a quien con pleno rigor llamamos Madre de la Iglesia.

    Por tanto, ésta es nuestra vocación como Iglesia, prolongar la presencia de Dios Trinidad en el mundo de hoy. Esta vocación es imposible cumplirla individualmente, solo es posible, como Iglesia en comunión. Debemos seguir el ejemplo de Nuestra Madre María: la aceptación de la Voluntad del Padre y no la mía, confiar en la asistencia del Espíritu Santo, y asumir nuestra propia cruz.

    Por eso, la presencia constante y continua de Jesús, el Hijo de Dios en el Pan Eucarístico es el centro y sustento de nuestra fe. En efecto, después de la palabras de la Consagración el Presbítero aclama: “Este es el misterio de la Fe”. Prolongar el Misterio de Dios Trinidad Encarnado en la Historia de la Humanidad es el mandato de Jesús a sus discípulos: “Hagan esto en memoria mía”.

    La Eucaristía es el centro y culmen de nuestra fe y de nuestro caminar como comunidad de discípulos, como Iglesia. Sin embargo, ante la maravilla de vivir la comunión con Dios y con nuestros hermanos, somos siempre conscientes de nuestra frágil condición humana. Por ello, aunque la Redención y su consecuencia salvífica de rescatarnos del mal se efectuó una sola vez y para siempre, en la crucifixión y muerte de Jesucristo, su aplicación en cada uno de nosotros, depende de nuestra ofrenda existencial de aceptar nuestra propia cruz y seguir a Jesucristo.

    Aquí viene muy bien el relato del Evangelio de hoy: “No tenemos más que 5 panes y dos pescados”. Esta expresión muestra nuestra pobreza y limitación para resolver las necesidades materiales, humanas, y espirituales que encontramos en nuestro prójimos y en nosotros mismos. Esta situación de limitación y pobreza personal permite descubrir que debemos actuar unidos solidariamente, superando cualquier tendencia al protagonismo y búsqueda de reconocimiento por el bien que pretendamos realizar en favor de los pobres y necesitados. Debemos poner nuestros 5 panes y dos pescados, es decir, lo que podamos ofrecer. Así interviene la acción del Espíritu Santo para proveer lo necesario, a corto, mediano o largo plazo, según la Divina Providencia lo decida.

    En efecto, testimoniar nuestra condición, como comunidad de discípulos de Cristo, nos desborda. Transformar la sociedad en una comunidad de hermanos es imposible para nuestras fuerzas, pero si damos lo poco o mucho que tengamos, que siempre será poco para la finalidad requerida, sin embargo desde la pobreza de nuestro aporte, el Espíritu Santo lo multiplicará abundantemente.

    Por lo anterior, es de suma importancia mantenernos fieles, confiando en la mano providente de Dios. Ante la fragilidad de nuestra condición humana, que hoy pensamos en grande y mañana al enfrentar la realidad cunde el desánimo, que apaga el fuego que se había encendido en nuestro corazón, la Providencia Divina nos ofrece el Sacramento de la Eucaristía

    Así al escuchar la Palabra de Dios se enciende el corazón, y al recibir el pan de la vida recibimos a Jesucristo, quien nos acompaña para fortalecer nuestro espíritu. Por eso es indispensable habitualmente frecuentar la participación en la Celebración de la Eucaristía, al menos cada Domingo, para vivir el Misterio de la Fe, y encontrarnos con los demás cristianos en el banquete Eucarístico. Es así que será posible dar un testimonio atractivo y convincente en la vida social, de la presencia del Reino de Dios en las relaciones con todo tipo de personas.

    Ante esta reflexión comprenderemos a profundidad, la necesidad e importancia vital del Ministerio Sacerdotal para ofrecer la Eucaristía a las comunidades cristianas esparcidas por todo el mundo.

    Hoy Jueves de Corpus Christi es una hermosa ocasión de juntos agradecer a Dios su Providencia por regalarnos el inconmensurable don del Sacramento de la Eucaristía, por nuestros actuales Presbíteros, y por el llamado que ha hecho a nuestros jóvenes para ser Presbíteros al servicio de la Iglesia. Oren siempre por nosotros sus ministros.

    A la luz del Misterio Eucarístico comprenderemos mejor el lema de la Visita Pastoral a las Parroquias: ¡Cristo Vive! ¡En medio de nosotros!

  • Homilía- Vivamos la semana Laudato si’- 22/05/22

    Homilía- Vivamos la semana Laudato si’- 22/05/22

    El Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas, y les recordará todo cuanto yo les he dicho”.

    Hoy Jesús en el Evangelio, además de ofrecernos la promesa del Espíritu Santo, afirma también: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz, ni se acobarden”. Confiando en esta promesa de la asistencia del Espíritu Santo, obtendremos la fortaleza para colaborar a construir la ciudad santa, proyectada por Dios, como lo profetiza hoy el apóstol San Juan: “Un ángel,… me mostró a Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del cielo, resplandeciente con la gloria de Dios”.

    Ahora bien, en nuestro tiempo estamos reconociendo que el modo y estilo de nuestra sociedad está dañando gravemente a la Tierra, nuestra Casa Común. Ninguno en particular, es capaz de afrontar este grave deterioro; necesitamos la participación de todas las personas, de todos los sectores sociales, y desde luego de los gobiernos. Es responsabilidad común colaborar para detener la degradación de nuestro planeta.

    Especialmente en las grandes metrópolis, como la nuestra, es urgente la toma de conciencia de todos los ciudadanos, sobre la necesidad de una ecología integral que garantice el uso de los recursos naturales, sin causar su deterioro y degradación. Por ello, los invito a responder a la solicitud del Papa Francisco de dedicar esta semana para leer, meditar y asumir la Carta Encíclica Laudato si’, y convencernos del indispensable compromiso de cuidar nuestra Casa Común.

    En el No. 93 el Papa afirma: “Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos.

    Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados. El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a su uso es una «regla de oro» del comportamiento social y el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social»”.

    Éste es el camino para lograr una sociedad más justa, solidaria y fraterna, y garantizar que nuestra Casa Común sea el principio feliz de la Casa Eterna del Padre. Es decir, que el final de los tiempos sea glorioso su término, y se transforme gozosamente en la morada de Dios con los hombres. Como lo recuerda hoy Jesús mismo: «El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada”.

    Ciertamente es un enorme y urgente desafío detener el proceso de la actual degradación, y la habitual indolencia de muchos sectores sociales, que no se percatan de la emergencia o pretenden ignorarla.

    A pesar de las frecuentes voces, que con frecuencia escuchamos de considerar una dificultad insuperable, más el desaliento que provoca la violencia, las injusticias, y las contrariedades cotidianas, desatadas por la envidia, los celos, los desaires y las burlas ante las propuestas por el bien de la sociedad: La fe nos anima a afrontar con esperanza el gran desafío de hacer presente el Reino de Dios en nuestro tiempo.

    En la mirada del amor de Dios Padre y en la confianza en su Palabra, el Hijo de Dios que nos prometió la asistencia del Espíritu Santo, sin duda encontraremos la fortaleza necesaria para afrontar las adversidades. El Papa Francisco expone en el No. 2 de la Encíclica Laudato si’ que:

    Esta hermana nuestra la madre tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla.

    La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22).

    Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”.

    Ya que hemos sido bendecidos con el sol, el agua y la tierra, y las diversas especies de minerales, vegetales, y animales tan variablemente abundantes en fertilidad para que todos pudiéramos alcanzar una vida digna; abramos nuestras mentes y nuestros corazones para que podamos responder al don de la creación.

    Depende de nosotros el destino de nuestra casa: hacerla morada de Dios con los hombres o llevarla a una degradación insospechada de escenarios catastróficos. Trabajemos por extender entre nuestros familiares, amigos, y vecinos, la conciencia de un nuevo estilo de vida, en base a una ecología integral, que sin duda las nuevas generaciones mucho lo agradecerán.

    Pidamos a Dios, nuestro Padre, por nuestras autoridades y por todos los que tienen posición de liderazgo para que, con el auxilio divino, colaboremos los ciudadanos a edificar, en nuestra Patria y en el mundo entero, la prometida ciudad santa.

    Los invito a que oremos a Dios, nuestro Padre que nos regaló esta tierra, y a María de Guadalupe, que como madre entiende la importancia de cuidar la casa de sus hijos y proveer todo lo que necesitan.

    Oración

    Acudimos a tí Madre Nuestra, y a Nuestro Padre Dios para que nos ayuden a ser conscientes, que es nuestra responsabilidad heredar en buenas condiciones nuestra Casa Común a todas las criaturas y especialmente a las generaciones futuras.

    Tú, Madre querida, bien conoces que Dios es amor, y que nos ha creado a su imagen para hacernos custodios de toda la creación. Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones para que respondamos favorablemente al don de la creación.

    Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

    Ahora, que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, ayúdanos a ser capaces de escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres; para que que todos los actuales sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Enséñanos a ser valientes para acometer los cambios, que se necesitan en busca del bien común de toda la humanidad.

    Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía- ‘Ámense los unos a los otros como yo los he amado’- 15/05/22

    Homilía- ‘Ámense los unos a los otros como yo los he amado’- 15/05/22

    Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.

    La interpretación de este mandamiento nuevo se refiere a la relación entre las personas, que debe ser movida por el amor. Y el concepto se clarifica con el testimonio de Jesús “como yo los he amado”.  Jesús pasó haciendo el bien. Su persona no se centró en sí mismo, sino en el otro, cumpliendo la misión que el Padre le encomendó: manifestar la vida trinitaria, que es el amor incondicional que mira siempre el bien del otro por encima del propio.

    ¿Acudo a Jesús, para aprender de su ejemplo y fortalecer mi espíritu en vista de amar al prójimo como Él lo hizo? Porque amar al prójimo significa no solamente cuidar de la persona, sino de todo aquello que necesita para una vida digna: casa, vestido y sustento. Ciertamente nadie es capaz de resolver las necesidades de todos. La tarea es promover la colaboración de los demás para edificar una sociedad con espíritu solidario y subsidiario que ofrezca las condiciones favorables a todos sus miembros.

    ¿Cómo iniciar y desarrollar tan desafiante misión? Hoy la primera lectura recuerda que los primeros discípulos eran conscientes de afrontar las dificultades y para ello se animaban compartiendo sus experiencias: “Pablo y Bernabé… animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”.

    Por tanto, lo primero es recordar con frecuencia, que la edificación de una sociedad, que manifieste en su estilo de vida la Civilización del Amor, es el proyecto que Dios quiere, y espera de la humanidad. El Auxilio Divino es la base y el sustento de nuestra esperanza para colaborar en dicho proyecto.

    En segundo lugar, y como consecuencia de confiar y experimentar la ayuda divina, es comprometernos a vivir en comunidad: familia, vecindad, colonia, ámbito laboral, y recreativo. Para lo cual es indispensable promover y testimoniar en la relación con los demás, el respeto a la dignidad de toda persona, desde los valores de la Justicia y la Verdad.

    La acción comunitaria y organizada es la gran labor a la que estamos llamados por Dios. Además, así encontraremos el sentido fundamental de nuestra vida. ¿Descubro, la importancia de promover el bien de la comunidad para vivir como buen cristiano? Para ello es indispensable dejarnos conducir por el Espíritu Santo, prometido por Jesús a su Iglesia, al Pueblo de Dios.

    ¿Y cómo realizamos ese aprendizaje? Como lo hacía la primitiva Iglesia: “reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe”.

    Con razón el Papa Francisco ha propuesto y solicitado a la Iglesia, que la Sinodalidad es la manera indicada. La cual consiste en caminar juntos, y para ello se requiere tres pasos fundamentales:

    Primero: Capacidad de dialogar en escucha recíproca.

    Segundo paso: Discernir en común para clarificar las situaciones, conflictos, y necesidades del Pueblo de Dios;

    Tercer paso: Proponer a las respectivas autoridades las acciones convenientes, con actitud y disposición corresponsable, para realizar de forma solidaria y subsidiaria, las que decida la autoridad competente.

    Estos tres pasos: capacidad de escucha recíproca, discernimiento eclesial, y acción en equipo, debe permear todas las estructuras e instancias de conducción y decisión pastoral para animar y realizar las actividades acordadas.

    Así aprenderemos a caminar juntos bajo la acción del Espíritu Santo, que nos proporcionará la sabiduría y la fortaleza necesaria para no bajar la guardia ante las adversidades, dificultades, e incluso discusiones y conflictos, que de ordinario aparecen en el proceso. Al realizar este camino sinodal haremos un aporte especialmente valioso a nuestra sociedad, ante los nuevos contextos socioculturales y políticos.

    Siempre los cambios de estilo en llevar la conducción social plantea enormes retos, y uno de ellos es superar la polarización que genera naturalmente lo nuevo, lo distinto. Nuestro País vive con frecuencia una polarización que enfrenta a los distintos sectores sociales, impidiendo el diálogo fecundo y creador, que conduzca a visualizar y promover las iniciativas convenientes, y la participación convencida para la ejecución. Es urgente por ello, generar caminos de reconciliación y entendimiento en todos los niveles de la sociedad.

    Para aprender la escucha recíproca que exige el auténtico diálogo, es indispensable la libertad de expresión en todas sus modalidades, solo así conoceremos los argumentos y opiniones de todos; y es la base para la conciliación de los distintos puntos de vista aun los contrastados; ya que escuchar al otro me ayuda a reconocer aspectos no considerados, máxime cuando se trata de confrontaciones en las mismas informaciones.

    La Iglesia tiene por misión servir a la sociedad, y para realizar esta tarea necesita generar entre los fieles una constante actitud de escucha y comprensión, ante quien piensa lo contrario. Toda comunidad eclesial debe estar siempre dispuesta a promover el diálogo para mediar y superar las polarizaciones, colaborando en la reconciliación, recordando que es el camino de la paz social.

    De esta manera colaboraremos adecuadamente para hacer realidad la visión de San Juan, y participar en ella: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva…Es la morada de Dios con los hombres; vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo”.

    Acudamos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, quien ya participa en plenitud de la morada de Dios, para que nos auxilie en nuestro caminar hacia la Casa del Padre.

    Oración

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, en la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, con plena confianza, mueve nuestro corazón para promover que toda persona cuente con Casa, Vestido y Sustento.

    Que podamos sentir ahora más que nunca, que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Trasforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión del corazón, que nos comprometa en colaborar en la integración del Pueblo de Dios.

    Te encomendamos a todos los educadores y maestros para que orienten y ayuden a las nuevas generaciones en asumir los valores espirituales humanos y cristianos para que sean capaces de edificar la anhelada civilización del amor en nuestra Patria.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía – ¿Por qué Jesús es a la vez cordero y pastor?- 8/05/22

    Homilía – ¿Por qué Jesús es a la vez cordero y pastor?- 8/05/22

    «El cordero que está en el trono será su pastor, y los conducirá a las fuentes del agua de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima» (Apocalipsis 7, 15-17).

    Esta visión se ha cumplido cuando Jesús afirma su rol de Pastor: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo les doy la vida eterna”. ¿Por qué Jesús es a la vez cordero y pastor? El pastor es el que cuida el rebaño, lo acompaña, lo defiende, lo protege, lo cura, lo guía, lo va acompañando en el camino, lo lleva a buenos pastos. El cordero es un miembro del rebaño, es una experiencia distinta, es aquel que va atravesando por las mismas dificultades y por las mismas alegrías que va viviendo el rebaño.

    Es importante distinguir los perfiles y descubrir la complementariedad de ambos roles. Jesús los realiza a la perfección y por ello se convierte en camino, verdad y vida, y además lo ofrece a todos sus discípulos.

    Jesús es el pastor porque él es el maestro, que conoce al Padre y el único que lo puede revelar, por eso es el maestro perfecto. No nos transmite solamente doctrina, como un perito en una especialidad concreta, es algo más que eso, ya que la enseñanza la ha puesto en práctica existencialmente, él mismo la ha vivido con ejemplar coherencia. Por tanto atrae, enseña, y convence más con el testimonio por ser el Cordero de Dios, que con el discurso y la exposición de conceptos.

    Jesús es el pastor-maestro, porque ha asumido la misión del Padre de venir a ser cordero, y en ese trance de ser cordero, de atravesar por la vida humana, ha sido acompañado por el Espíritu Santo como cordero, y esa es la vocación de todos nosotros, ser corderos, teniendo siempre nuestros oídos abiertos a la voz de nuestro pastor, y ser conducidos por el Espíritu del Señor.

    Un cordero, una oveja no deben dispersarse y andar solos porque ignoran el camino y cómo superar los peligros. No podrán salir adelante, al ser atacados por el lobo, figura que representa el mal en todas sus seducciones del poder, del tener y de la búsqueda insaciable del placer.

    Por ello, necesitamos de estar unidos al rebaño, que es la familia, la comunidad, la iglesia para afrontar y superar la tendencia de ejercer la libertad por encima del bien común, tendencia que propicia el individualismo y conduce fácilmente al libertinaje, consistente en libertad absoluta y sin límites para que cada quien haga de su vida lo que quiera, sin entenderse de los demás, y que está enraizándose intensa y aceleradamente en la sociedad; y lamentablemente su consecuencia es la angustia existencial en sus múltiples modalidades.

    En la noche de la vida, en la oscuridad y la soledad estéril es más indispensable la compañía del Pastor y de la comunidad. De ahí que haya que evitar el aislamiento y la soledad buscada como evasión de los demás. La noche es momento de compartir la intimidad espiritual del Pastor con su rebaño, y los corderos entre sí, con la mirada en el nuevo amanecer, que suscita la esperanza. Hay tantos cristianos que se alejan cuando más necesitan del compartir la escucha y la puesta en común de lo acaecido.

    Jesús atravesó por todas la dificultades de la vida, como también vivieron sus primeros discípulos, predican, enseñan y dan testimonio en qué consiste ser cordero, discípulo de Jesús y con su testimonio de vida generan conflicto ante los instalados en sus interpretaciones egoístas, que defienden a toda costa sus intereses, sus seguridades, y no toleran que se les cuestione su estilo de vida. Así los Escribas y Fariseos se molestan movidos por el celo y la envidia de ver que los discípulos de Jesús empiezan a tener éxito y a ser seguidos, como lo narra la primera lectura de hoy.

    Seguir a Jesús pastor y cordero es nuestra vocación, esa es la vocación que hoy la Iglesia está tratando de renovar en la conciencia de todos los fieles, ser discípulos de Jesucristo, miembros de la comunidad de los discípulos, porque somos corderos y necesitamos unos de los otros para formar el Pueblo de Dios, es decir, para integrar la familia de Dios.

    Preguntémonos por tanto, si reconozco y valoro la importancia de la comunión y de la unidad en la Iglesia. Pues aunque seamos discípulos-corderos llamados a ser evangelizadores de nuestros prójimos, especialmente de los más alejados, es una tarea que no podemos hacerla aisladamente. Sólo Jesús, porque era quien conocía al Padre, y era acompañado por el Espíritu Santo, puede ser el pastor-cordero, como dice el texto del Apocalipsis, que está en el trono y los conducirá a las fuentes de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima.

    Por eso es conveniente cuestionarnos con frecuencia: ¿Descubro en mi experiencia a Jesús como la Puerta, y como mi guardián y guía, en mi vida? ¿Lo percibo a través de mis padres, de los sacerdotes, de mis mayores?

    El tener una libertad que no va unida con la decisión de un compromiso, me pone en grave riesgo de ser atado irremediablemente a dar satisfacción sin ningún control de mis pasiones. De ahí la importancia de descubrir la vocación que me permitirá descubrir para qué me ha concedido Dios la vida. Habitualmente se le tiene miedo a un compromiso y a una responsabilidad definitivas, cuando es precisamente el camino para desarrollar en plenitud las capacidades y habilidades de cada ser humano.

    Hoy celebramos la 59 Jornada Mundial de la Vocaciones, tomemos conciencia de la necesidad de orar, para que todos descubramos nuestra vocación y la misión que Dios suscita en medio de mis circunstancias.

    De manera específica oremos por los adolescentes y jóvenes para que encuentren la ayuda necesaria y asuman un camino fecundo de discernimiento vocacional, que los lleve a las decisiones maduras y responsables, que les sean fuente de alegría y esperanza, al descubrir, asumir y vivir la misión, que Dios les confía.

    Acudamos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, quién mejor que ella nos ayudará para seguir su ejemplo, y poder decirle a Dios, Nuestro Padre como ella lo hizo: He aquí la esclava del Señor, que se cumpla en mi tu palabra.

    Oración

    Madre Nuestra, María de Guadalupe, la Iglesia en camino hacia el Sínodo 2023 dirige su mirada a todos los jóvenes del mundo.

    Te pedimos para que con audacia se hagan cargo de la propia vida, vean las cosas más hermosas y profundas y conserven siempre el corazón libre.

    Acompañados por guías sapientes y generosos, ayúdalos a responder a la llamada que tu Hijo Jesús ha dirigido a cada uno de ellos, para realizar el propio proyecto de vida y alcanzar la auténtica felicidad.

    Mantén abiertos sus corazones a los grandes sueños y haz que estén atentos al bien de los hermanos.

    Ayúdanos para que estén también ellos al pie de la Cruz, y como Juan el Discípulo amado, formen parte de la Iglesia, recíbelos y anímalos como tu Hijo te encomendó desde la Cruz, para que sean testigos de la Resurrección, y sepan reconocerlo y anunciar su presencia en medio de nosotros.

    Amén.

  • ¡Cristo está vivo, resucitado! -Domingo de Resurrección- 17/04/22

    ¡Cristo está vivo, resucitado! -Domingo de Resurrección- 17/04/22

    Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”.

    ¿Qué significa aspirar a los bienes de arriba y no a los bienes de la tierra? ¿Acaso no son dos realidades distintas cielo y tierra? ¿Y nosotros que vivimos en la tierra, no deberíamos aspirar solamente a los bienes de la tierra? Ciertamente son realidades distintas, pero íntimamente relacionadas: la vida en la tierra es preparación y camino para la vida del cielo, que es el destino, para el que fuimos creados.

    En efecto, una fase es preparar una fiesta y otra es celebrarla. La fase de preparación necesita tener en cuenta, qué tipo de fiesta deseo, y qué debo prever para que así suceda. Por tanto, aspirar los bienes de arriba es poner los bienes actuales: lo que soy, lo que tengo, las relaciones con los demás, y las responsabilidades presentes, en función de prepararme para participar de la gran fiesta eterna.

    ¿En qué consiste esa preparación? En aprender a amar y ejercitarme a vivir el amor. ¿Quién puede conducirme para aprender a amar? Sin duda, el mejor maestro es Jesucristo, quien se entregó plenamente al servicio de sus hermanos, y en consecuencia de esa entrega sufrió en carne propia la violencia extrema hasta la muerte.

    Con la muerte termina nuestra travesía en esta vida, y siguiendo el ejemplo de Jesús, entregándonos al servicio de nuestros hermanos, buscando siempre el bien de los demás, obtendremos la nueva vida, resucitaremos como Jesús, quien confió en el amor de Dios Padre, como afirma el Apóstol Pedro: “que lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos”.

    ¿Cómo podemos nosotros dar testimonio, con esa fuerza y convicción propia de quienes vieron a Cristo resucitado? Para que pudiéramos hacerlo, Jesús dejó la Eucaristía.

    En la Eucaristía escuchamos la Palabra, la voz, la orientación de Dios; y al escuchar la Palabra, y la atendemos, adquirimos la capacidad de descubrir a Jesús resucitado en nuestra propia vida. Pero además, al participar en la Eucaristía, también podemos decir como los primeros discípulos: “hemos comido y bebido con Él” (Hch. 10,41).

    ¡Cristo está vivo, resucitado! Cuando comulgamos el pan y el vino, que es transformado en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, recibimos a Cristo, viene a nuestro encuentro en la comunión. Esto es lo que nos hace capaces de dar testimonio de Él.

    Entre la Palabra de Dios escuchada, y la fortaleza del Espíritu a través de la comunión con Él, domingo a domingo, el discípulo de Jesús se hace capaz de descubrir la intervención de Dios en las circunstancias, que le toca vivir durante la semana. Mediante la oración y la revisión de vida, tanto personal como comunitaria, el discípulo descubre cómo se hace presente el Espíritu Santo, en los acontecimientos de su entorno y contexto de vida.

    Lenta pero firmemente se adquiere la convicción, que Dios nos acompaña siempre, en las buenas y en las malas, con las buenas fortalece nuestro espíritu, con las situaciones más difíciles, dramáticas o trágicas que afrontamos, el discípulo descubre el inmenso amor misericordioso, que nos acompaña de múltiples maneras, y a través de tantas otras personas.

    Y éste es nuestro gran reto hoy: testimoniar en la vida de todos los días, y en todos los ambientes sociales los valores, que Cristo nos ha anunciado. Somos elegidos por Dios. Él ha puesto sus ojos en cada uno de nosotros, y nos ha ofrecido una misión: ser testigos del amor.

    Nuestra sociedad hoy está viviendo tantas situaciones contrarias a la dignidad humana: injusticia, odio, violencia y muerte sin ninguna justificación. Es urgente manifestar que Dios, el Dios del Amor, no está ausente y distante, sino presente y activo en medio y a través de nosotros. Por ello, es indispensable nuestro testimonio, en los diversos círculos de relación, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en cualquier circunstancia de encuentro con los demás. La vida en la tierra es peregrinación, es camino, es preparación. Por eso, los bienes temporales deben estar orientados a los bienes eternos.

    Hoy es urgente ayudar a la humanidad a redescubrir el camino que conduce a la vida, a salir del desconcierto y tribulación que causa la violencia, y la muerte; y a plantear de nuevo la pregunta del evangelio de hoy: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.”

    A Jesús no lo encontraremos en la muerte sino en la vida pero: “¿Recuerden que cuando estaba todavía en Galilea les dijo: es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite”. Lo cual significa que las adversidades se presentarán siempre, pero practicando las enseñanzas de Jesús Maestro iremos en camino de la resurrección, en camino de la vida.

    Retomemos por tanto, nuestra propia realidad existencial, nuestro contexto socio cultural, con la mirada de fe en la resurrección de Jesús, y observemos el mundo con los ojos del creyente, con los ojos del que tiene fe. Y preguntémonos: ¿Descubro la importancia de amar a Jesús Maestro, partiendo del testimonio de las Sagradas Escrituras, de la tradición de la Iglesia, y de quienes me han transmitido la fe?

    Con San Pablo, animémonos los unos a los otros afirmando: “Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”. ¡Que así sea!