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El Arzobispo Carlos Aguiar Retes Preside La Misa En La Basílica De Guadalupe. Foto: INBG/Cortesía.

Homilía en la Misa de las Rosas-Virgen de Guadalupe-12/12/21

“Hermanos: Alégrese siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca”.

La alegría es la expresión humana de sentirse plenamente satisfechos de la vida y los acontecimientos. Al invitar San Pablo a los filipenses a estar alegres, no es solo una motivación de aliento, sino un señalamiento a descubrir la causa, que invariablemente proporcionará la alegría, esa causa es la permanente cercanía del Señor Jesús.

La relación de amor que espontáneamente surge entre Padres e Hijos, se debe a la procreación, que de la misma carne y sangre en la unión del varón con la mujer surge la vida, nacen los hijos; y si esa relación está fundamentada y se mantiene en el amor recíproco de los esposos, reflejará siempre la atención y el cuidado de los hijos como el más grande tesoro.

El matrimonio y la familia es por ello, el proyecto fundamental de Dios para la humanidad. Es la piedra sobre la cual se sostiene el amor incondicional y de pleno servicio, buscando el bien del otro. Así se prepara la humanidad para trascender a la vida eterna y compartir la vida divina en plenitud. Aquí la vida es aprendizaje y por tanto, preparación transitoria, que tiene su término con la muerte terrenal.

La sexualidad es una herramienta al servicio del amor, y una vez practicado, la persona se va capacitando para descubrir, especialmente en la relación de amor a los hijos y de los esposos entre sí, que el amor es más que la sexualidad, ésta es un camino, el amor es la meta.

Por tanto la sexualidad es una herramienta, un camino, una manera para descubrir y aprender a amar; pero no es el único camino y disponemos de muchos ejemplos, especialmente entre los Santos, que siguiendo el ejemplo de Jesús, asumiendo el celibato para anunciar y testimoniar el Reino de los Cielos, y sostenidos en la oración y relación con Dios, han aprendido amar al prójimo, sirviéndolos y auxiliándolos.

Encontramos aquí una explicación del por qué María es Virgen y Madre a la vez, porque su hijo se generó por obra y gracia del Espíritu Santo, de una acción divina directamente creadora, y tomó carne de su carne, pero no mediante el ejercicio de la sexualidad. La Virginidad y el Celibato son primicia de la vida eterna.

¿Qué nos ayuda a descubrir y comprender esta reflexión? Que la Virgen María vivió una gracia extraordinaria, al aceptar la voluntad de Dios Padre, expresada por el Arcángel Gabriel, y por ello, María le manifiesta a su prima Isabel: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”. El profeta Isaías anunció 7 siglos antes al Rey Ajaz, descendiente del Rey David: “Entonces dijo Isaías: Oye, pues, casa de David: … el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

Nadie imaginó entonces, que ese Hijo nacido de una Virgen, sería la Encarnación del mismo Hijo de Dios, el Mesías prometido.

María es pues, Virgen y Madre, Madre de Jesús y Madre Nuestra. Que sea Madre de Jesús nadie lo niega, ni le cuesta trabajo entenderlo; pero, ¿por qué Madre Nuestra? Jesús desde la Cruz, le expresó a María que moría él y volvía con su Padre, pero que ahora ella cuidara y acompañara a su discípulo Juan, presente en el Calvario, diciendo “ahí esta tu hijo”. El resto de su vida María acompañó no solamente a Juan sino a todos los demás discípulos de Jesús, y juntos a los 50 días de aquel acontecimiento en el Calvario, recibieron el Espíritu Santo.

Por eso, María es la Madre de la Iglesia, Nuestra Madre. Ella ha querido seguir manifestando su amor, como Madre de la Iglesia, por eso vino a México, a buscarnos para expresarlo a todos sus hijos, como lo manifestó a San Juan Diego al revelarle su deseo con estas palabras:

«Escucha hijo mío el menor, juanito: Sábelo, ten por cierto hijo mío, el más pequeño, que yo soy la Perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra. Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación.

Porque yo en verdad soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí, porque ahí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.

Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del Obispo de México, y le dirás cómo yo te envío, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una casa, me erija en el llano mi templo; todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Y ten por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré; que por ello te enriqueceré, te glorificaré, y mucho de allí merecerás con que yo te retribuya tu cansancio, tu servicio con que vas a solicitar el asunto al que te envío. Ya has oído, hijo mío el menor, mi aliento, mi palabra; anda, haz lo que esté de tu parte”.

Recordando estas palabras de Nuestra Querida Madre hagamos nuestra la recomendación de San Pablo: “El Señor está cerca. No se inquieten por nada: más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y su pensamientos en Cristo Jesús”. En un breve momento de silencio digámosle lo mucho que la queremos y pidámosle que siga mostrando su amor, especialmente a nuestros sufridos pueblos del continente.

 

Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, este 12 de diciembre, te pedimos especialmente por los jóvenes para que acompañados por guías sapientes y generosos, respondan a la llamada que tú diriges a cada uno de ellos, para realizar el propio proyecto de vida y alcanzar la felicidad.

Que aprendan de ti, y mantengan abiertos sus corazones a los grandes sueños, descubran que la felicidad y la alegría son frutos del amor y del servicio en favor de sus hermanos, superando la tentación de la búsqueda del placer por el placer, y logren orientar sus instintos, buscando siempre el bien del ser amado por encima del propio bien.

También te pedimos por todos tus hijos que hemos sido llamados a vivir el celibato para expresar desde esta vida el Reino de los cielos, con generosidad y alegría.

Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

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