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  • Homilía- La fe en la Resurrección- Celebración de la Pascua-4/04/21

    Homilía- La fe en la Resurrección- Celebración de la Pascua-4/04/21

    El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba”.

    Jesús había verdaderamente muerto en la cruz, de eso no había ninguna duda. María Magdalena va al sepulcro buscando la soledad y el silencio que le permita recordar al Maestro y lograr el consuelo por su partida. Quiere hacer un homenaje, a quien le enseñó a amar y descubrir el amor de Dios.

    Ante el hecho, la piedra del sepulcro removida, se enciende una alarma. La conmoción de ver removida la piedra del sepulcro, es una clara señal que algo ha sucedido,

    ¿Quién lo habrá hecho? María Magdalena de inmediato prefiere dar aviso y recurre a los apóstoles. Prefiere compartir la noticia, porque imagina lo peor: “Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

    Así es la reacción ordinaria que tenemos cuando vemos señales, de que han cambiado las cosas o las personas, imaginamos lo peor, nunca se nos ocurre pensar en que haya ocurrido algo agradable y sorprendente. Nuestra habitual expectativa ante las sorpresas es imaginar algo trágico, así fue la sorpresa de María Magdalena. Pero las sorpresas que depara Dios son buenas noticias, es especialista en sorprendernos gratamente cuando correspondemos a su amor.

    Ante la noticia Juan y Pedro, los mismos que siguieron de cerca el proceso y juicio de Jesús, se apresuran, con el corazón palpitando de emociones, para constatar lo sucedido. El joven Juan llega primero, observa y se detiene, espera que llegue Pedro y entre primero, indicando la primacía de Pedro, como cabeza del grupo apostólico. Los dos constatan el hecho, pero el efecto es muy distinto en cada uno, Pedro regresa interrogándose qué habrá pasado, mientras que Juan vio y creyó. La fuerza del amor le hace intuir, que el Maestro amado está vivo.

    Esta primera reflexión nos plantea las siguientes preguntas: ¿Descubro la importancia de amar a Jesús Maestro, por las evidencias de su presencia, aunque físicamente no lo vea? ¿Me emociona aventurarme por el camino de Juan, el discípulo amado? ¿Respeto como Juan, la figura establecida por Jesús, de su vicario en la Tierra, el Papa, Sucesor de San Pedro?

    Llegar primero o segundo no importa, antes o después en la niñez, en la adolescencia, en la madurez de la vida o en la senectud, tampoco importa el tiempo, el momento o el cómo, eso es secundario. Lo importante es conocer y seguir a Jesús escucharlo, responderle, y amarlo.

    Así vemos a Pedro en la primera lectura dar un fuerte y convencido testimonio de la resurrección de Jesús y su misión. Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos. Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos”.

    Nosotros, cada generación de discípulos de Cristo estamos llamados a dar testimonio de la Resurrección de Jesucristo; Pero nosotros, que no nos tocó visualizar a Jesús Resucitado, como les tocó dicha gracia a Nuestra Madre María, a los Apóstoles, a María Magdalena, y algunas otras mujeres, ¿en qué se sustenta mi fe en la Resurrección de los muertos?

    Solamente será posible si logramos aprender a percibir la acción del Espíritu Santo, al poner en práctica las enseñanzas de Jesús Maestro, si escuchamos los Evangelios, y a las preguntas que me surjan de la lectura y meditación, y que yo responda favorablemente, actuando en consecuencia del amor al prójimo. Entonces por el desarrollo de los acontecimientos experimentaré el acompañamiento de Dios en mi vida.

    Por eso debemos hacer nuestro la recomendación que hoy san Pablo ha propuesto: “Hermanos: ¿No saben ustedes que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? Tiren la antigua levadura, para que sean ustedes una masa nueva, ya que son pan sin levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado”.

    Al constatar los grandes desafíos actuales en las relaciones entre las personas, vecinos, grupos, y reconociendo con tristeza la presencia de la violencia o de la injusticia, es muy conveniente renovar nuestra decisión de seguir a Jesús, y convertirnos en la levadura que transforme la masa, y le dé el sabor del amor: “Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura, que es de vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad”.

    Es por tanto indispensable, meditar y contemplar con frecuencia que mi destino es atravesar la muerte para llegar a la vida. Es un esfuerzo personal y comunitario, pues la comunidad fortalece mi fragilidad ante las tentaciones, y me mantiene firme en la fe y en la confianza en el amor de Dios.

    El amor a Dios y al prójimo transforma el estilo de vida de una sociedad. Fortalezcamos nuestra conciencia de la importancia del espíritu eclesial de la comunión, especialmente participando en la Eucaristía dominical, recordando que Dios Padre me ama sin haberlo amado primero; que el Hijo entregó su vida para que conociera el camino, y me guía como excelente Maestro; y que el Espíritu Santo, me dará vida y vida en abundancia, hasta alcanzar la vida eterna. Confiemos en el amor que me manifiesta a diario la Santísima Trinidad. Amén

  • Homilía- En Viernes Santo renovar la gratitud a Dios- 02/04/21

    Homilía- En Viernes Santo renovar la gratitud a Dios- 02/04/21

    “Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y allí entró con ellos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía el lugar porque Jesús se había reunido ahí muchas veces con sus discípulos”

    Les propongo en este Viernes Santo concentrar nuestra reflexión sobre el inicio del Relato de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, según el Evangelio de San Juan, que hemos escuchado.

    Comienza la parte culminante del Evangelio, Jesús ha advertido a sus discípulos que: ¡Ha llegado la Hora! Como escuchamos ayer Jesús ha preparado a su comunidad, y ahora un miembro de ella, Judas que no ha entendido a su maestro, porque éste ha rechazado ser el Mesías triunfador y poderoso, que debía imponerse por la fuerza, lo entrega a las autoridades, facilitando su captura.

    Judas, es quién lo entrega, conocía el lugar. Era un discípulo y Jesús le había abierto los espacios de intimidad y de encuentro para desarrollar la amistad. Judas no valoró a Jesús como persona que lo amaba, y que lo había elegido para estar en su círculo de discípulos; prefirió mantener sus ideas sobre el Mesianismo revolucionario por las armas y la violencia.

    Contemplemos a Jesús cómo afronta con aplomo y serenidad la traición de Judas: “¿A quién buscan?. Le contestaron: A Jesús de Nazaret. Jesús les respondió: Ya les dije que yo soy. Y en la adversidad no se olvida de sus discípulos: Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan.

    En cambio, Simón Pedro se deja llevar por la pasión y reacciona violentamente, sin pensar en las enseñanzas del Maestro: “Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó y de un golpe le cortó la oreja derecha a un sirviente del Sumo Sacerdote de nombre Malco. Pedro trata de defenderlo, pero es reprendido porque ése no es el camino para salir en su defensa, por eso lo corrige. “Jesús dijo a Pedro: ¡Envaina tu espada! ¿Es que no voy a beber la copa que el Padre me ha dado?”. Jesús de momento deja desconcertado a Pedro, pero aprenderá la lección más adelante.

    Anás y Caifás, quienes por su autoridad y competencia en la interpretación de la Sagrada Escritura, deberían haber reconocido en Jesús al Mesías esperado, por la dureza de corazón se convierten en los responsables de la muerte de Jesús.

    Ellos deberían no solamente haberlo reconocido como el Mesías esperado, sino aún más, haberlo presentado al pueblo como tal. Sin embargo, han vivido un proceso semejante a Judas, al no haber dejado de lado sus ideas, sobre cómo debía ser el Mesías, no pudieron abrirse a los planes sorprendentes de Dios, que no había enviado a un simple hombre profeta, sino al mismo Hijo, asumiendo la condición humana.

    Hoy es un día oportuno para preguntarme si me considero simplemente un católico por tradición o por herencia de mis padres, o si ya me identifico y reconozco como un discípulo de Jesús, integrante de la comunidad eclesial, donde alimento mi fe y mi esperanza.

    Si estás en el primer caso no olvides que estás bautizado, y por tanto, elegido como hijo adoptivo de Dios, y Jesús como fiel hermano desea que lo conozcas y respondas a su llamado para intimar con Él, y descubrir que te ofrece la ayuda del Espíritu Santo para crecer y desarrollar todas las buenas inquietudes, aspiraciones y sueños que han pasado por tu mente y tu corazón.

    Esta es una oportunidad que te preparará a participar mañana en la Solemne Vigilia Pascual, donde podrás renovar tus promesas bautismales, e iniciar un camino espiritual, que te llevará a experimentar el amor que Dios Padre tiene por ti, y por quienes te rodean en la vida de todos los días.

    Si estás en el segundo paso y ya has iniciado tu proceso de formación en la fe, y de escucha a la Palabra de Dios, renueva tu gratitud a Dios, contemplando en este Viernes Santo a Jesús crucificado, descubriendo el sufrimiento de su pasión y muerte sin haberlo merecido, pero aceptado con firmeza y fortaleza, con la confianza en Dios Padre, para manifestar el grande e inmenso amor misericordioso de Dios Trinidad, que está siempre atento y dispuesto para acompañarte en los distintos momentos de tu vida.

    En cualquier situación es muy oportuno que te preguntes: ¿Me apego a mis ideas preconcebidas, sin apertura a nuevas consideraciones? ¿Leo y escucho la palabra de Dios para confirmar mis ideas, o lo hago abriendo mi corazón y mi mente para descubrir el proyecto, que Dios quiere darme a conocer?

    Respondiendo esas preguntas aprenderás a convertir tu oración en una relación con Dios para poner en sus manos tu libertad, y pedir la luz para entender la respuesta que debes dar a lo largo de tu vida, en las diferentes situaciones que te toque vivir, y experimentarás la entereza de Jesús para afrontar con valentía y confianza, las infidelidades y traiciones, los sufrimientos, aún los originados sin tener yo responsabilidad alguna; constatando que es verdad, el Espíritu Santo prometido por Jesucristo a la comunidad naciente en Pentecostés, sigue acompañándonos, tanto de forma personal como comunitaria, como Iglesia.

    Con plena confianza, sumémonos en la oración, que a continuación elevaremos invocando la ayuda de Dios Padre para todos los sectores de la Iglesia y de la Humanidad; y después adoraremos la cruz de Cristo para reafirmar nuestra fe y nuestra confianza en su Palabra y asumir con decisión sus enseñanzas.

  • Homilía- Aprovechemos estos días santos- Domingo de Ramos 2021

    El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo”.

    El discípulo que aprenda del Maestro a experimentar la fortaleza al sufrir cualquier adversidad, especialmente una injusticia, adquiere una lengua experta para confortar al que sufre, al abatido y desolado, como tantos, que en este tiempo se han multiplicado.

    Jesús se convierte en el Maestro de maestros, precisamente al entregar su vida y sufrir la pasión, y muerte de cruz; y además por manifestar en carne propia el paso de la muerte a la vida con la resurrección.

    Este es el punto fundamental y central de la vida cristiana, la Pascua, el paso de la muerte a la vida ilumina toda circunstancia existencial, testimoniando así que la vida no termina con la muerte, y generando la esperanza que no defrauda: alcanzar la vida eterna.

    Porque como afirma San Pablo, si Cristo no resucitó vana es nuestra fe, se quedarían sin fundamento todas las enseñanzas de Jesús, quedarían consideradas como conceptos meramente humanos, como opiniones de un hombre sabio, razonables, pero sin garantizar con la evidencia de los hechos, la verdad que se proclama. Por ello llama la Iglesia a esta semana, la Semana Mayor, la Semana Santa.

    Pasemos ahora a retomar en esta misma línea de reflexión, el párrafo considerado el más antiguo texto del Nuevo Testamento, que formaba parte del Himno que recitaban los primeros cristianos después de la partida de Jesús a la Casa del Padre:

    Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”.

    Estos dos textos son una excelente preparación para recitar y meditar en estos días santos, y vivir, iluminados por la fe, las celebraciones centrales del Triduo Pascual; ayudándonos a pasar, de la compasión que genera el recuerdo del Calvario vivido por Jesús en su Pasión y Muerte, a la gozosa y esperanzadora nueva vida del Espíritu que nos ofrece Jesús.

    Así confortados no perderemos el rumbo y la orientación en nuestra vida ante las adversidades, sufrimientos, injusticias y conflictos que van de la mano en toda experiencia humana, y que lamentablemente para muchos se han intensificado en este tiempo de la Pandemia.

    Podremos así exclamar, reconociendo la salvación que nos espera en la Casa del Padre, con inmensa alegría y convicción, como los primeros cristianos:

    Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.

    ¡Aprovechemos estos días santos, participando en las celebraciones litúrgicas y devocionales, y descubramos la riqueza espiritual de nuestra fe en Jesucristo, el Señor de la vida!