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  • La vida y la salud son para servir-Homilía- 7/02/21-Domingo V del Tiempo Ordinario

    La vida y la salud son para servir-Homilía- 7/02/21-Domingo V del Tiempo Ordinario

    “Me han tocado en suerte meses de infortunio y se me han asignado noches de dolor. Al acostarme, pienso: ¿Cuándo será de día? La noche se alarga y me canso de dar vueltas hasta que amanece. Mis días corren más aprisa que una lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerda, Señor, que mi vida es un soplo. Mis ojos no volverán a ver la dicha”.

    El fuerte contraste, que presentan hoy los textos entre la primera y segunda lectura, entre la situación emotiva y dolorosa de Job, y en cambio la alegría contundente y convincente de Pablo, es un testimonio muy elocuente, de cómo puede cambiar  nuestra vida para bien, a pesar de lo dramático o trágica que sea la situación vivida en el presente.

    Job sufrió la desesperanza ante la tragedia de perderlo todo: hijos, posesiones, e incluso su propia salud, en un breve tiempo. El texto refleja la ansiedad y el vacío de sentido para seguir viviendo. Sin embargo su reflexión interior y el diálogo con sus amigos, le ayudó a descubrir que su situación no era castigo divino, y que al contrario, desconociendo los designios de Dios, llegó a la convicción que Dios no lo había abandonado, y recuperó su salud, reconstruyó su vida, y obtuvo la gracia de nuevos hijos, que le volvieron a dar la felicidad de vivir hasta el final de sus días.

    Por su parte Pablo afirma: “Aunque no estoy sujeto a nadie, me he convertido en esclavo de todos, para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes”.

    No es que a San Pablo la vida le haya sonreído por los constantes éxitos de su misión, pues también como Job padeció persecución, rechazo, burlas y falsas acusaciones, golpizas que lo dejaron aparentemente muerto, juicio ante tribunal y cárcel por cumplir su misión apostólica, y finalmente dos años de arresto domiciliario en Roma,  esperando la sentencia del máximo tribunal del Imperio, que finalmente lo condenó a   la decapitación y muerte.

    Por su parte, la escena del Evangelio manifiesta a Jesús como un verdadero y desinteresado servidor de los enfermos: “Al atardecer,… le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñaba junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios”.

    Destaco, que la suegra de Pedro al ser curada se levanta y se pone a servirles. Este dato muestra la importancia de orientar el sentido de la vida y de la salud, como un don que recibimos de Dios para servir a los demás, desde lo que son nuestras responsabilidades. Sin duda la suegra llevaba en su hogar la conducción propia de  una ama de casa, y desde lo que sabía hacer, inmediatamente sanada, lo asume con alegría porque es una decisión propia sin que nadie se lo hubiera pedido o exigido, lo hace correspondiendo al ejemplo de Jesús que la atendió en cuanto supo su situación.

    ¡Qué importante es nuestro testimonio de servicio, es el mejor medio para evangelizar!

    En cuanto a la liberación de los poseídos, Jesús prefiere actuar y no recibir comentarios sobre su acción. El silencio que pide Jesús apaga el protagonismo, que sin duda siempre daña a un servidor que recibe los halagos de los servidos, y puede tentar y dañar, al tiempo, la necesaria humildad, de quien se presenta como enviado,  en el caso de Jesús, mensajero de Dios Padre. Su interés es dar a conocer el amor y la misericordia, de quien lo envía.

    Otro aspecto de notar, es como Jesús, después de haber cumplido la misión de su Padre, se retira en el silencio y la soledad para dar cuenta de su acción, para orar y agradecer la asistencia del Espíritu Santo, y para seguir avanzando en el anuncio y la proclamación del Reino de Dios. Es un hermoso testimonio de cómo orar y dirigirnos a Dios Padre.

    Finalmente, Jesús ante la tentación del éxito que causa el bien, percibiendo la imagen de la popularidad y aceptación de la gente, decide ir a otras poblaciones y ampliar el radio de acción en el cumplimiento de su misión. Pero además con esta decisión manifiesta la necesidad de propiciar que la gente aprenda a no retener, a quien te garantiza bienestar y protección, sino aprender a generarla por sí mismos, como una comunidad que se ha encontrado con Dios: “Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: Todos te andan buscando. Él les dijo: Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido.

    ¿Qué debemos aprender de estos textos de la Palabra de Dios, que hoy hemos escuchado? ¿Cuáles son las lecciones que nos dejan?

    • Que la alegría y el entusiasmo para donar nuestra vida, viene de la generosidad de responder a la vocación, y lo confirma la vida interior de fortaleza ante las adversidades.
    • La constancia de seguir sirviendo sin importar a quién, con tal que lo necesite.
    • La importancia de tener a Dios en cuenta, y buscarlo desde nuestro interior, manifestándole nuestros sentimientos con claridad sincera y honestidad plena, dejando en sus manos las decisiones. ¡Para eso es la Oración!
    • Transmitir y compartir en diálogo sincero con la familia, amigos, grupos apostólicos, nuestra experiencia, y especialmente la sensibilidad creciente de las intervenciones de Dios en nuestra vida. Sin ninguna pretensión de presumir, o de generar imagen ante los demás, sino de testimoniar cómo Dios nos acompaña, y manifiesta su amor en la vida diaria.

    Nuestra Madre, María de Guadalupe es un ejemplo vivo y ya extendido, entre todos los que la invocamos, y hemos recibido su auxilio para ser buenos discípulos de su Hijo Jesús. Agradezcamos de corazón su presencia entre nosotros y pidamos nos auxilie para seguir su ejemplo y transmitir nuestra experiencia, sirviendo a nuestros prójimos, especialmente a los más necesitados.

  • Jesús ha pedido a sus discípulos ser profetas- Homilía- 31/01/21-IV Domingo del Tiempo Ordinario

    Jesús ha pedido a sus discípulos ser profetas- Homilía- 31/01/21-IV Domingo del Tiempo Ordinario

    00″El Señor Dios hará surgir en medio de ustedes, entre sus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharán”.

    ¿Cuál es la misión del profeta? Anunciar el mensaje de Dios. El anuncio es una invitación a escuchar la voz del Señor y conocer su contenido, y de acuerdo a ese mensaje, señalar los puntos que confrontan la conducta personal y social de una población.

    ¿Por qué es tan importante escuchar y aceptar el mensaje profético? La invitación no solo es para ofrecer información, sino especialmente para interpelar, cuando el Señor exige confrontación y cambio en el proceder de un pueblo, en vista de prevenir  y alertar en las consecuencias negativas, que podrían darse de no atender el llamado; y para motivar la voluntad y mover el corazón de los oyentes, dando a conocer las nuevas y positivas situaciones que generará la intervención divina en favor de la comunidad.

    Por qué entonces el pueblo afirma: “No queremos volver a oír la voz del Señor nuestro Dios”. Sin duda como todo ser humano existe conciencia de nuestra fragilidad, hoy decimos que sí, y mañana no cumplimos lo prometido. El miedo a escuchar la voz del Señor compromete, no quita la libertad, pero exige respuesta.

    La misión profética juega un papel decisivo para mantener las buenas relaciones entre Dios y la comunidad. De aquí la importancia de la presencia de profetas en la vida de una comunidad, y por eso es tan necesaria la indispensable fidelidad del Profeta para cumplir su misión; así, entendemos la dura sentencia de muerte para quien manipule la voz de Dios: “el profeta que se atreva a decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de otros dioses, será reo de muerte”.

    Jesucristo ha pedido a sus discípulos ser profetas, para anunciar y proclamar la Buena Nueva, el Evangelio, que consiste en la llegada del Reino de Dios. Por esta razón comprenderemos, por qué, cuando fuimos bautizados en su nombre, se afirmó que participamos como profetas, sacerdotes, y reyes, por ser discípulos de Jesucristo.

    Como profetas para anunciar la voz de Dios de palabra y obra, como sacerdotes para unir nuestra ofrenda existencial al sacrificio de Cristo en la Eucaristía, y como reyes para dar testimonio con nuestra vida de los valores del Reino de Dios, proclamado y vivido por el mismo Jesucristo al encarnarse, asumiendo nuestra condición humana, y así, constituirse en Camino, Verdad, y Vida.

    Con esta explicación podremos entender y profundizar la reflexión de San Pablo sobre la importancia de la vida celibataria: “El hombre soltero se preocupa de las cosas del Señor y de cómo agradarle; en cambio, el hombre casado se preocupa de las cosas de esta vida y de cómo agradarle a su esposa, y por eso tiene dividido el corazón. En la misma forma, la mujer que ya no tiene marido y la soltera, se preocupan de las cosas del Señor y se pueden dedicar a él en cuerpo y alma. Por el contrario, la mujer casada se preocupa de las cosas de esta vida y de cómo agradarle a su esposo”.

    Es decir, los desposados su primera obligación es la atención mutua y la de los hijos; por lo cual la misión de profetas, sacerdotes y reyes se queda como segunda prioridad. En cambio, el célibe tiene la disponibilidad de asumir como prioridad en su vida la dedicación en plenitud al servicio del Reino de Dios, al auxilio de la comunidad y de las familias, para orientar y acompañar a los bautizados en su misión, y para auxiliar a los necesitados presentes en su comunidad.

    Lamentablemente el actual contexto socio-cultural ha puesto como prioridad de la vida el disfrute sexual a como dé lugar. Cuando la verdadera y permanente felicidad es fruto del amor, que nace y crece en el servicio al prójimo. No obstante, la Iglesia afirma y mantiene con claridad la validez y la necesidad del celibato, en vista de ofrecer plena disponibilidad para servir al Señor, promoviendo y atendiendo a los hermanos.

    En este sentido invito a los jóvenes, varones y mujeres, a las personas viudas, que ya han cumplido sus obligaciones matrimoniales y familiares a escuchar y asumir lo que el Salmo de hoy aconsejaba:Hagámosle caso al Señor, que nos dice: «No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras”. Estas palabras invitan a considerar la manera, en la que pueda llevar a cabo, mi personal aporte como discípulo de Jesucristo.

    Si cumplimos nuestra misión profética tendremos la fortaleza del Espíritu Santo, como lo manifiesta Jesús en el pasaje de hoy, para liberar a quienes sufren por consecuencia de haber permitido que su corazón fuera atraído y seducido por el mal, quedando atrapados en tan nefastos condicionamientos, de los cuales solos es muy difícil que se liberen: “Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: ¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios. Jesús le ordenó: ¡Cállate y sal de él! El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él”.

    También hoy, hay muchos que necesitan la fuerza del Espíritu de Dios para liberarse de la seducción del placer, del poder, o de la codicia y ambición. Como Iglesia está en nuestra voluntad aprender a ser conducidos por el Espíritu para dar testimonio contundente, que Dios camina con nosotros, y quiere liberar a sus hijos de todo mal, cualquiera sea la condición en que se encuentre.

    Pidamos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, que nos acompañe a disponer nuestro corazón para recibir como ella, la asistencia del Espíritu Santo, y podamos en estos tiempos tan desafiantes, cumplir nuestra misión profética, como buenos discípulos de su hijo Jesús, y en su nombre, venzamos el mal a fuerza del bien.

    Abramos nuestro corazón, y expresémosle nuestra súplica, confiando en su amor maternal y misericordioso, en un breve momento de silencio.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

     

  • Peregrinación de la Arquidiócesis Primada de México- Homilía- 16/01/21

    Peregrinación de la Arquidiócesis Primada de México- Homilía- 16/01/21

    La palabra de Dios es viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos”.

    La Palabra de Dios es viva. ¿Quién es esa Palabra de Dios? Efectivamente se trata de alguien que es la Palabra de Dios. Se trata de Jesucristo, él se ha encarnado para transmitirnos la Palabra del Padre, él es el mensajero de Dios Padre, que ha venido al mundo para darnos a conocer la voluntad del Padre, no solamente con palabras y conceptos, sino con su estilo de vida personal; nos habla con la palabra y con el testimonio llevado al extremo, de dar la vida y entregarse hasta la muerte, y muerte de cruz.

    Por eso es conveniente recordar la capital importancia que tiene leer y meditar los Evangelios. A través de estos 4 escritos conoceremos a Jesucristo, Palabra de Dios Padre. De ahí la necesidad de conocer los Evangelios, ya que a través de la vida de Jesucristo, debemos interpretar el resto de todos los escritos bíblicos, tanto  del  Antiguo como del Nuevo Testamento.

    La Biblia es más que un simple libro de historia, es la voz de Dios, viva y eficaz que penetra el corazón del hombre como una espada de dos filos: “Llega hasta lo más íntimo del alma, hasta la médula de los huesos y descubre los pensamientos e intenciones del corazón. Toda creatura es transparente para ella. Todo queda al desnudo y al descubierto ante los ojos de aquel, a quien debemos rendir cuentas”.

    El diálogo con Dios es posible a través de la persona de Jesucristo. Hay que escucharlo, hay que asumir sus enseñanzas y dejar que nos interpele y nos cuestione. En esto consiste la oración del discípulo de Jesucristo: Escuchar su voz, dejar que penetre mis pensamientos e intenciones del corazón, para que me oriente, me corrija y me ilumine en lo que Dios espera de mí, o también en lo que Dios espera de nosotros comunidad familiar, eclesial, sea parroquial, diocesana, o de toda la catolicidad.

    Por eso, es indispensable que todo cristiano transite de la simple oración vocal, del  solo recitar fórmulas de oración, o de orar solamente para pedirle a Dios remedie mis necesidades. Si bien, así todos hemos iniciado nuestro aprendizaje para orar, no podemos quedarnos ahí; es necesario aprender a orar como Jesucristo, buscando la voluntad del Padre, interpretando los acontecimientos, y descubriendo la voz de Dios en ellos y en mis inquietudes y buenos propósitos, que surgen en mi interior; y para ello, la lectura y meditación habitual de los Evangelios es indispensable.

    Más de alguno puede afirmar que le es muy difícil, seguir el ejemplo de Jesús, como perdonar a los enemigos, y propiciar la reconciliación. Pero recordemos que, “no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado”.

    La fortaleza y el crecimiento de mi espíritu no son fruto de mi voluntad o de mi querer, en este caso, basta que yo tenga la disposición para vivir como Jesucristo, y él me  dará la fuerza del Espíritu Santo para ir desarrollando mi capacidad y para seguir su ejemplo; por eso hemos escuchado hoy: “Acerquémonos, por tanto, con plena confianza, al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno”.

    Por eso hoy el Evangelio ha recordado la afirmación de Jesús: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”. Nuestra condición humana esta muy condicionada por  los contextos en que nos toca vivir, las personas que encontramos en la vida van influyendo en nosotros para bien o para mal; por eso necesitamos recurrir a quien ciertamente nos orientará y nos ayudará a ser personas positivas.

    Siempre en el camino de la vida hay quienes ya descubrieron a Jesús como Camino, Verdad y Vida; y han crecido como buenos discípulos, porque han escuchado la Palabra de Dios y la han puesto en práctica. Lo que aspiramos a ser como Iglesia, es ser una comunidad de discípulos, que encontrando a Jesucristo vivo, a través de los Evangelios y a través de los acontecimientos, se alimenta habitualmente en la Eucaristía, y pueda así ejercer una atracción con su vida para quienes andan extraviados, conducidos por la búsqueda de bienes materiales y por la satisfacción de sus sentidos, descuidando alimentar su espíritu.

    La Iglesia, la Diócesis, la Parroquia, está llamada a ser una comunidad de discípulos a la manera como la integró Jesús, capaz de invitar a otros con el testimonio de nuestra vida como relata hoy el evangelio: “Al pasar Jesús, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió”. Y con la actitud de Jesús, de aceptar compartir con los no creyentes o no practicantes, desafiando los prejuicios de su tiempo: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publícanos y pecadores?” Nosotros, sin temor también como Jesús, debemos aprender a sentarnos y dialogar con ellos: “Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publícanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían”.

    En esta gran Ciudad de México, nuestra Arquidiócesis viene hoy en peregrinación, virtual pero realmente presente, ante nuestra Madre, María de Guadalupe, para pedirle que como ella lo hizo, llevemos a su Hijo Jesús a los demás, lo demos a conocer a través de los Evangelios y a través de nuestro estilo de vida, fraterno y solidario, para con todos, especialmente con los más pobres y marginados, con los enfermos y los angustiados, con los migrantes y desempleados, con los que han perdido recientemente sus seres queridos, y con los que han sufrido los daños de la Pandemia.

    En un breve momento de silencio invoquemos a Nuestra querida Madre su auxilio para que con su ternura y amor, nos anime una y otra vez, a transmitir la buena nueva del Reino de Dios, a los ciudadanos de esta gran Ciudad. ¡Que a todos les demos a conocer: que Cristo vive y camina con nosotros!

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a  todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo  de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.