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  • Homilía en la Misa de las Rosas-Virgen de Guadalupe-12/12/21

    Homilía en la Misa de las Rosas-Virgen de Guadalupe-12/12/21

    “Hermanos: Alégrese siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca”.

    La alegría es la expresión humana de sentirse plenamente satisfechos de la vida y los acontecimientos. Al invitar San Pablo a los filipenses a estar alegres, no es solo una motivación de aliento, sino un señalamiento a descubrir la causa, que invariablemente proporcionará la alegría, esa causa es la permanente cercanía del Señor Jesús.

    La relación de amor que espontáneamente surge entre Padres e Hijos, se debe a la procreación, que de la misma carne y sangre en la unión del varón con la mujer surge la vida, nacen los hijos; y si esa relación está fundamentada y se mantiene en el amor recíproco de los esposos, reflejará siempre la atención y el cuidado de los hijos como el más grande tesoro.

    El matrimonio y la familia es por ello, el proyecto fundamental de Dios para la humanidad. Es la piedra sobre la cual se sostiene el amor incondicional y de pleno servicio, buscando el bien del otro. Así se prepara la humanidad para trascender a la vida eterna y compartir la vida divina en plenitud. Aquí la vida es aprendizaje y por tanto, preparación transitoria, que tiene su término con la muerte terrenal.

    La sexualidad es una herramienta al servicio del amor, y una vez practicado, la persona se va capacitando para descubrir, especialmente en la relación de amor a los hijos y de los esposos entre sí, que el amor es más que la sexualidad, ésta es un camino, el amor es la meta.

    Por tanto la sexualidad es una herramienta, un camino, una manera para descubrir y aprender a amar; pero no es el único camino y disponemos de muchos ejemplos, especialmente entre los Santos, que siguiendo el ejemplo de Jesús, asumiendo el celibato para anunciar y testimoniar el Reino de los Cielos, y sostenidos en la oración y relación con Dios, han aprendido amar al prójimo, sirviéndolos y auxiliándolos.

    Encontramos aquí una explicación del por qué María es Virgen y Madre a la vez, porque su hijo se generó por obra y gracia del Espíritu Santo, de una acción divina directamente creadora, y tomó carne de su carne, pero no mediante el ejercicio de la sexualidad. La Virginidad y el Celibato son primicia de la vida eterna.

    ¿Qué nos ayuda a descubrir y comprender esta reflexión? Que la Virgen María vivió una gracia extraordinaria, al aceptar la voluntad de Dios Padre, expresada por el Arcángel Gabriel, y por ello, María le manifiesta a su prima Isabel: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”. El profeta Isaías anunció 7 siglos antes al Rey Ajaz, descendiente del Rey David: “Entonces dijo Isaías: Oye, pues, casa de David: … el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

    Nadie imaginó entonces, que ese Hijo nacido de una Virgen, sería la Encarnación del mismo Hijo de Dios, el Mesías prometido.

    María es pues, Virgen y Madre, Madre de Jesús y Madre Nuestra. Que sea Madre de Jesús nadie lo niega, ni le cuesta trabajo entenderlo; pero, ¿por qué Madre Nuestra? Jesús desde la Cruz, le expresó a María que moría él y volvía con su Padre, pero que ahora ella cuidara y acompañara a su discípulo Juan, presente en el Calvario, diciendo “ahí esta tu hijo”. El resto de su vida María acompañó no solamente a Juan sino a todos los demás discípulos de Jesús, y juntos a los 50 días de aquel acontecimiento en el Calvario, recibieron el Espíritu Santo.

    Por eso, María es la Madre de la Iglesia, Nuestra Madre. Ella ha querido seguir manifestando su amor, como Madre de la Iglesia, por eso vino a México, a buscarnos para expresarlo a todos sus hijos, como lo manifestó a San Juan Diego al revelarle su deseo con estas palabras:

    «Escucha hijo mío el menor, juanito: Sábelo, ten por cierto hijo mío, el más pequeño, que yo soy la Perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra. Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación.

    Porque yo en verdad soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí, porque ahí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.

    Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del Obispo de México, y le dirás cómo yo te envío, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una casa, me erija en el llano mi templo; todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Y ten por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré; que por ello te enriqueceré, te glorificaré, y mucho de allí merecerás con que yo te retribuya tu cansancio, tu servicio con que vas a solicitar el asunto al que te envío. Ya has oído, hijo mío el menor, mi aliento, mi palabra; anda, haz lo que esté de tu parte”.

    Recordando estas palabras de Nuestra Querida Madre hagamos nuestra la recomendación de San Pablo: “El Señor está cerca. No se inquieten por nada: más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y su pensamientos en Cristo Jesús”. En un breve momento de silencio digámosle lo mucho que la queremos y pidámosle que siga mostrando su amor, especialmente a nuestros sufridos pueblos del continente.

     

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, este 12 de diciembre, te pedimos especialmente por los jóvenes para que acompañados por guías sapientes y generosos, respondan a la llamada que tú diriges a cada uno de ellos, para realizar el propio proyecto de vida y alcanzar la felicidad.

    Que aprendan de ti, y mantengan abiertos sus corazones a los grandes sueños, descubran que la felicidad y la alegría son frutos del amor y del servicio en favor de sus hermanos, superando la tentación de la búsqueda del placer por el placer, y logren orientar sus instintos, buscando siempre el bien del ser amado por encima del propio bien.

    También te pedimos por todos tus hijos que hemos sido llamados a vivir el celibato para expresar desde esta vida el Reino de los cielos, con generosidad y alegría.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía en la Misa de las Rosas- 12/10/21

    Homilía en la Misa de las Rosas- 12/10/21

    Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y su nombre: Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz”.

    El profeta Isaías anuncia el nacimiento de quien vendrá para anunciar, proclamar e iniciar un Reino, cuya cabeza será un príncipe que tendrá la sabiduría para aconsejar adecuada y oportunamente, para librar todo tipo de batallas y luchas que el ser humano enfrenta para vivir en libertad, y que siempre se comportará como un Padre fiel y amante de su pueblo, cuya preocupación principal será establecer la paz en la convivencia social.

    Del anuncio del profeta Isaías proclamado en el siglo VII antes de Cristo, el pueblo tuvo que atender pacientemente su cumplimiento, ejercitando la virtud de la esperanza y confiando en el respaldo de Dios que garantizó esa profecía como verdadera.

    Siete siglos pasaron para que se diera el nacimiento de Jesús, cientos de generaciones vivieron en la esperanza del surgimiento del mesías salvador. Jesucristo nació y proclamó la llegada del Reino de Dios en su persona, y convocó a creer y aceptar el cumplimiento de la promesa de Dios: el Mesías Redentor había llegado.

    Los tiempos desbordan a todo ser humano, nuestra vida terrena es breve y corre con enorme rapidez. ¿Cómo podremos vivir de promesas que no vemos cumplidas cabalmente a lo largo de nuestra vida? No hay otra manera que vivir de la esperanza sostenida por la confianza y el amor que experimentamos, cuando aprendemos a conducirnos guiados por la luz de la fe.

    Esa es la luz a la que hace referencia el profeta cuando anuncia: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló”.

    Sin embargo es oportuno recordar lo que afirmó en su Encíclica sobre la Esperanza el Papa Benedicto XVI: “En esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24). Según la fe cristiana, la « redención », la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. Ahora bien, se nos plantea inmediatamente la siguiente pregunta: pero, ¿de qué género ha de ser esta esperanza para poder justificar la afirmación de que a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos redimidos por ella? Y, ¿de qué tipo de certeza se trata?” ( Spes Salvi No. 1).

    Hoy hemos escuchado en la segunda lectura la contundente afirmación de San Pablo a la comunidad de los Corintios, en la que transmite esa certeza, que fundamenta la esperanza: “Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida”.

    Y también el elocuente testimonio de Nuestra Madre María, que ante la inicial perturbación que le causó el anuncio del Ángel al decirle “«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo»”, la llenó de incertidumbre, pero al conocer el contenido del anuncio y dar su respuesta en la confianza que le dio su fe en Dios, comenzó a recorrer su vida, dejándose conducir por el Espíritu Santo.

    Y ya sabemos que su misión no fue nada fácil, pero la realizó admirablemente bien, al tener a su lado un hombre de fe como lo fue san José, y dando a luz en la pobreza al hijo de Dios, protegiéndolo ante la persecución; acompañándose con Jesús, en la muerte del esposo y padre de su hijo, en medio de una sociedad patriarcal; afrontando las críticas de los parientes, cuando consideraban que Jesús había enloquecido; y sobretodo, padeciendo dolorosamente la pasión y la crucifixión de su adorado hijo. Así llegó al momento glorioso de la Resurrección, y continuó el acompañamiento de la Iglesia naciente, fortalecida con la fuerza del Espíritu Santo, que descendió sobre ellos.

    Ella no preguntó al ángel Gabriel como sería su futuro, se dejó conducir por el Espíritu y caminó en la esperanza, con este testimonio admirable, comprendemos muy bien la enseñanza del Papa Benedicto sobre la esperanza cristiana cuando afirma en la Encíclica “Spes Salvi”:

    Un elemento distintivo de los primeros cristianos es el hecho de que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente. De este modo, podemos decir ahora: el cristianismo no era solamente una « buena noticia », una comunicación de contenidos desconocidos hasta aquel momento. En nuestro lenguaje se diría: el mensaje cristiano no era sólo « informativo », sino « performativo ». Eso significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva( Spes Salvi No. 2).

    Hoy también caminamos en tinieblas y sombras ante muchas situaciones y planteamientos de nuestro tiempo; pero ante la realidad por más desafiante que sea debemos reforzar nuestra fe y nuestra confianza en quien nos ama y nos auxilia, y los cristianos estamos llamados a dar testimonio al reunirnos y al colaborar en los servicios sociales de nuestra ciudad, así seremos luz para todos los que caminan en tinieblas. Ésta es la razón del llamado, que nos hace el Papa Francisco, a caminar juntos, a vivir la sinodalidad y la misión. Por eso estamos realizando la Visita Pastoral a las Parroquias de nuestra Arquidiócesis, ahí estamos conociendo las realidades de sus distintos ambientes y escuchando las necesidades y proyectos, que se han planteado en la respectiva asamblea parroquial.

    Renovemos la confianza y la esperanza en Nuestra Madre, María de Guadalupe, dirigiéndole la oración que hoy hace 126 años recitaron los Obispos y el pueblo de México, al ser coronada su imagen.

    Salve, Augusta Reina de los Mexicanos, Madre Santísima de Guadalupe, Salve. Ante tu Trono y delante del Cielo,

    Renuevo el juramento de mis antepasados, Aclamándote Patrona de mi Patria, México; Confesando tu milagrosa aparición en el Tepeyac Y consagrándote cuanto soy y tengo.

    Tuyo soy gran Señora, Acéptame y bendíceme. Amén