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  • Cierre de la Megamisión 2020- Homilía- 15/11/20- Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

    Cierre de la Megamisión 2020- Homilía- 15/11/20- Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

    “El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno” (Mt. 25, 14-15).

    ¿A quién representa ese hombre, que sale de viaje a tierras lejanas, y que sirve de ejemplo para explicar en qué consiste el Reino de los Cielos? Sin duda es Jesucristo, que se ha encarnado para manifestar el Reino de los Cielos, y ha regresado a esas tierras lejanas; es decir, la casa de su Padre, dejando a sus discípulos, servidores de confianza, la tarea de anunciar, explicar y compartir los dones, que expresan el Reino de los Cielos.

    Pero este Señor volverá cuando menos lo esperemos, como afirma la parábola: Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Representa el transcurso de nuestra vida terrestre, del cual al final de nuestra vida daremos cuenta al Señor sobre la encomienda que ha dejado, a todos y cada uno de los discípulos suyos, de hacerlo presente en el mundo, y dar a conocer el inmenso amor que nos tiene.

    Quienes hayamos cumplido nuestra misión, conforme a nuestras capacidades y recursos, escucharemos con asombro: “Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor”. En cambio, serán reprobados, quienes hayan tenido miedo y no hayan aprovechado sus pocas o muchas cualidades y dones, como el tercer servidor de la Parábola: “Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.

    Casi siempre al escuchar esta Parábola consideramos el aspecto personal de poner a trabajar los recursos y habilidades, que hemos recibido o adquirido sin embargo la aplicación de esta enseñanza se extiende mas allá de las responsabilidades individuales, como lo ha desarrollado la enseñanza y doctrina social de la Iglesia. Tenemos una responsabilidad social fundamentada en la enseñanza de Jesús, al clarificar que el mandamiento más importante y fundamento de todos los demás, es amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a tí mismo.

    Bajo esta enseñanza entran realidades importantes que debemos atender, como el cuidado y la eficaz responsabilidad de todas las Instituciones para que presten servicios de calidad, de acuerdo a la finalidad para la que fueron establecidas. Aquí corresponden la honesta administración financiera, la profesionalidad del personal, la buena gestión de los servicios, y el respetuoso trato, a quienes acuden para ser atendidos. Buenas Instituciones y bien calificadas en su servicio expresan, como sociedad, que manifestamos el Reino de Dios en medio de nosotros.

    Por eso toda administración, incluidas las mismas Iglesias, no debe tener como primer objetivo enriquecerse, ya que la bonanza económica viene por añadidura, de acuerdo al dicho de Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios y hacer su voluntad, todo lo demás les vendrá por añadidura” (Mt. 6, 33). Toda administración debe tener siempre la finalidad de producir de manera eficiente y honesta los recursos y productos que requiere la Institución; y destinarlos para servicio de la sociedad.

    Por tanto, la responsabilidad personal se extiende a todos los campos, y la primera instancia para formar, con esta mentalidad y actitud, es la familia. En este sentido es elocuente escuchar el elogio de la Mujer hacendosa, que complementa con su trabajo el esfuerzo de su marido para bien de su hogar, de sus hijos, y de los pobres: Adquiere lana y lino y los trabaja con sus hábiles manos. Sabe manejar la rueca y con sus dedos mueve el huso; abre sus manos  al pobre y las tiende al desvalido.

    De ahí la claridad del texto afirmando, que es mayor el valor del capital humano, que el valor del capital monetario: Dichoso el hombre que encuentra una mujer hacendosa: muy superior a las perlas es su valor. Su marido confía en ella y, con su ayuda, él se enriquecerá; todos los días de su vida le procurará bienes y no males.

    No dudemos en desarrollar nuestras capacidades, habilidades y recursos para ser bien administrados, y den el mayor fruto posible; ya que es ésta la manera para caminar en esta vida terrestre como Hijos de la Luz, como testigos del Reino de Dios, como mensajeros de la Paz y el Amor. Hagamos así nuestra la recomendación de San Pablo: “ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas. Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente”.

    Este Domingo, previo a la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, el Papa Francisco lo ha declarado día de la Jornada Mundial de los Pobres. En ella estamos concluyendo la Megamisión 2020, realizada en el contexto de la pandemia. Demos gracias a Dios por lo que se ha hecho, y pidamos que recompense a todos los que de una u otra forma han participado. ¡Pero la Misión de la Iglesia no termina, ésta debe estar siempre presente en todas las actividades de los bautizados!

    Unámonos a este gran esfuerzo, que requiere anunciar y testimoniar con nuestra vida que el Reino de Dios ya está presente entre nosotros. Cada quien en su campo, en sus contextos, mirando y apreciando siempre a los demás como hermanos, y auxiliando las necesidades más apremiantes de los pobres que encontremos en nuestro camino.

    Esta ha sido la razón, de la presencia en nuestra Patria, de nuestra Madre, María de Guadalupe, siempre atenta y dispuesta a mostrarnos el camino para encontrar a su Hijo Jesucristo, a través del servicio a los demás, especialmente a los necesitados. Pidámosle a ella nos anime y fortalezca en la misión de la Iglesia: anunciar y testimoniar que ¡Cristo vive y está en medio de nosotros!

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración. Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía- ¿Existe todavía idolatría en nuestro tiempo?- 25/10/20

    Homilía- ¿Existe todavía idolatría en nuestro tiempo?- 25/10/20

    “Ellos mismos cuentan de qué manera tan favorable nos acogieron ustedes y cómo, abandonando los ídolos, se convirtieron al Dios vivo y verdadero para servirlo, esperando que venga desde el cielo su Hijo, Jesús, a quien Él resucitó de entre los muertos, y es quien nos libra del castigo venidero” ( 1Tes. 1, 9-10).

    Para seguir a Jesucristo y servirlo es indispensable abandonar a los ídolos; pero, ¿acaso existen todavía ídolos en nuestro tiempo? ¿Hay idolatría actualmente en nuestro mundo, tan avanzado en los descubrimientos científicos y tan desarrollado en las impresionantes tecnologías? Aclaremos primero, ¿qué entendemos por idolatría, en qué consiste, y cuáles son sus expresiones?

    Inicialmente consistió en divinizar y ofrecer culto religioso a la personificación de las fuerzas de la naturaleza, a personajes mitológicos, o a esculturas mágicas. Posteriormente como lo testimonia el libro de la Sabiduría (13-14), y diversos pasajes del Nuevo Testamento, entre ellos San Pablo en la carta a los Romanos (1,18-32); ahí expresa que la idolatría es el pecado universal de los hombres que, en lugar de reconocer al Creador a través de su creación, cambiaron la gloria del Dios Incorruptible por una representación de sus criaturas, trayendo como consecuencia la decadente esclavitud en todas las dimensiones de la vida humana.

    La idolatría en nuestro tiempo la genera el ser humano cuando centra su vida y toda su pasión e inteligencia en adquirir dinero, poder, o placer para poseer, controlar y obtener el dominio sobre los demás a su arbitrio, para dar satisfacción a su ambición, codicia, o pasiones desordenadas, dejando de lado su destino final, desconociendo la común dignidad de todo ser humano y, atropellando los derechos de los demás, con tal de obtener los beneficios que se ha propuesto, para su beneficio egoísta.

    ¿Cuál es el remedio para superar las idolatrías? Descubrir al único y verdadero Dios Creador y Redentor a través de Jesucristo, manifestado en su vida al encarnarse en el seno de la Virgen María, y enviado por Dios Padre para expresar a todo ser humano su amor y misericordia, y mostrar en su único Hijo el camino, la verdad y la vida para quien quiera seguirlo. Porque Dios es amor y misericordia, fuente de la vida.

    La respuesta de Jesús al Doctor de la ley es muy clara y contundente: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley? Jesús le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”.

    La manera de mantenerse en el verdadero culto, y practicar con fruto la religión, se logra, centrando nuestra vida en la oración y la liturgia para la relación personal con Dios, y ejercitándonos en el amor al prójimo. En ambos casos las celebraciones litúrgicas, y los servicios pastorales propiciarán el indispensable encuentro con los demás cristianos, favoreciendo organizaciones, que faciliten el auxilio y la ayuda a los pobres y necesitados.

    ¿Cómo educar para el amor y desarrollar las cualidades y capacidades para afrontar las situaciones adversas y los testimonios contrarios de odio, rivalidad, discordia, pleitos e injusticias? En la primera lectura del libro del Exodo, hemos escuchado algunas indicaciones muy precisas sobre cómo practicar el amor al prójimo:

    – No hagas sufrir ni oprimas al extranjero,… – No explotes a las viudas ni a los huérfanos, … – Cuando prestes dinero … no te portes con él como usurero, cargándole intereses…- Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol…

    Sin duda hay aún muchas más formas de expresar y testimoniar el amor al prójimo, cada quien en sus propios contextos los encontrará a diario. Al ver las necesidades de los demás, recordemos que es una invitación de parte de Dios para que ayudemos al pobre, y de esta manera, Dios nos hará participe de su ser, aprenderemos a ser como  Él, como lo expresa la primera lectura: Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso”.

    Esta imitación de la manera de ser de Dios Padre, está al alcance de todo ser humano, ya que cuenta con inteligencia, sensibilidad, y está creado para amar. Así fue según narra San Pablo su experiencia con la comunidad de Tesalónica: “Ustedes, por su parte, se hicieron imitadores nuestros y del Señor, pues en medio de muchas tribulaciones y con la alegría que da el Espíritu Santo, han aceptado la Palabra de Dios en tal forma, que han llegado a ser ejemplo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya, porque de ustedes partió y se ha difundido la palabra del Señor; y su fe en Dios ha llegado a ser conocida, no solo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes”.

    Es oportuno recordar que este camino propuesto por Dios, de abandonar los ídolos y centrarnos en Él y en nuestros prójimos, como razón de nuestra vida, es necesario vivirlo y animarlo en comunidad. Solos no podremos; ante tantos problemas cada vez más complejos, cunde el desánimo, y se manifiesta el desaliento y la desesperanza. Pero cuando vamos juntos como Iglesia, entonces nos fortalecemos y somos capaces de llevar a cabo no solo lo propuesto, sino incluso descubriremos más opciones y alternativas para prestar auxilio al necesitado.

    Para este propósito hemos lanzado la experiencia de la Megamisión 2020, para auxiliarnos y fortalecernos en esta tarea, para encontrarnos con el verdadero Dios, y compartir las maravillas que Dios hace mediante la pequeñez de nuestras acciones. No dejes de participar, hay muchas y diversas formas de hacerlo: promoviendo la vida y la familia, auxiliando a los enfermos, acompañando a los discapacitados, a los huérfanos y desamparados, a los indigentes, a los reclusos, generando actitudes ecológicas en favor del ambiente; participando desde tus posibilidades.

    Animados por la ternura y el amor de Nuestra Madre, María de Guadalupe, que hemos experimentado de distintas circunstancias, y siguiendo su excelente testimonio, como discípula y misionera, participemos en la misión. Pidámosle nos acompañe y auxilie:

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para
    hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.