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  • El servicio a Cristo y a los demás- homilía – 17/07/22

    El servicio a Cristo y a los demás- homilía – 17/07/22

    Abraham estaba sentado en la entrada de su tienda, a la hora del calor más fuerte. Levantando la vista, vio de pronto a tres hombres, que estaban de pie ante él”.

    ¿A quiénes encontramos también nosotros en nuestra cotidianidad, que van de viaje, que no los conocemos, y que de repente están ante nuestros ojos? ¿No es acaso a tantos migrantes, que peregrinan en busca de mejores condiciones de vida? Y, ¿cuál es nuestra actitud: indiferencia, lástima, o como Abraham: ¿Haré que traigan un poco de agua para que se laven los pies y descansen a la sombra de estos árboles; traeré pan para que recobren las fuerzas y después continuarán su camino, pues sin duda para eso han pasado junto a su siervo”.

    Somos muy conscientes que no podemos responder a los anhelos, deseos, y necesidades de cada migrante; ciertamente si estuviera en nuestras posibilidades ofrecer algún servicio como lo hizo Abraham, practicando una hospitalidad pasajera, sería de gran ayuda para quien va de paso y no conoce a nadie.

    Particularmente en nuestros tiempos, y especialmente en una gran ciudad como la nuestra, no es nada fácil ser hospitalarios de forma personal, por los riesgos que conlleva abrir las puertas de nuestra casa. Por ello es tan importante colaborar con las instituciones de servicio socio-caritativas: sean públicas, privadas o eclesiales, y al menos tener información de ellas para ofrecerlas a quien las necesite.

    Recordemos que atendiendo a las necesidades de nuestros prójimos encontramos a Jesús como le sucedió a Abraham: el Señor se le apareció a Abraham en el encinar de Mambré”. Además, descubriendo a Jesús en el prójimo necesitado lo hacemos presente a los demás, fortaleciendo en la esperanza a los peregrinos, y atrayendo a quienes sean testigos de nuestra acción, Jesús tocará de alguna manera sus corazones.

    Así podremos dar testimonio como San Pablo: “Hermanos: Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque así completo lo que falta a la pasión de Cristo en mí, por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia.”

    Con nuestra respuesta, de generosa hospitalidad y ayuda a los demás, entrará Jesús como lo hizo en casa de sus amigos: “Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude. El Señor le respondió: Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará«.

    Esta escena del evangelio de hoy, en las personas de Marta y María, expresa las dos dimensiones del servicio a Cristo y a los demás: Dar servicio de recibir y dar de comer como lo hizo Marta, y ofreciendo y escuchando la Palabra de Dios, como lo hace María, que es la mejor parte, porque en ella se fundamenta y se sustenta toda nuestra actividad humana en favor de los demás.

    Debemos aprender que no todos podemos hacerlo todo, y conociendo los carismas presentes en nuestra Iglesia podremos complementarnos para que haya quienes oren más y quienes trabajen más según sus carismas, sus capacidades y sus posibilidades.

    En nuestra Arquidiócesis de México, por ejemplo contamos con varias comunidades eclesiales, de vida religiosa como “los Padres fundados por San Carlos Scalabrini”,  que nos ayudan, coordinando y sumando fuerzas con fieles laicos para promover y sostener los servicios establecidos para los migrantes; así también las asociaciones eclesiales de la “Comunidad de San Egidio”, y del “movimiento de los Focolares”, las instituciones de los “Padres Jesuitas”, etc. Todos ellos están en comunión con las estructuras diocesanas para la dimensión socio-caritativa.

    De la misma manera muchas otras obras de caridad, en diferentes campos (Reclusorios, Asilos para adultos, o para huérfanos, comedores para indigentes, son atendidas con esmero por varias Órdenes de religiosos y religiosas, en diferentes ámbitos de nuestra Arquidiócesis, siempre en comunión eclesial.

    Los invito a conocer dichas obras de caridad, particularmente a ustedes los jóvenes, y así se alegre su corazón de colaborar con la Iglesia. Especialmente no dejen de orar por todos estos obreros del Reino de Dios, que están en los frentes más necesitados,  y muchas veces pasan desapercibidos para la mayoría de los fieles católicos.

    Acercándonos así a dichas realidades comprenderemos las palabras que expresaba San Pablo a los Colosenses: “Por disposición de Dios, yo he sido constituido ministro de esta Iglesia para predicarles por entero su mensaje”. Ministerio semejante es el que hemos recibido los Obispos y los Presbíteros, y que ejercemos con la ayuda de los Diáconos y los Agentes de Pastoral. Por ello, es indispensable ofrecer a las nuevas generaciones experiencias que toquen su corazón, y lo disponga a preguntarse, cuál es su vocación y la misión a la que Dios Padre los llama.

    De esta manera haremos realidad para nuestro tiempo, lo que continúa diciendo San Pablo: “Dios ha querido dar a conocer a los suyos la gloria y riqueza que este designio encierra para los paganos, es decir, que Cristo vive en ustedes y es la esperanza de la gloria. Ese mismo Cristo es el que nosotros predicamos cuando corregimos a los hombres y los instruimos con todos los recursos de la sabiduría, a fin de que todos sean cristianos perfectos”.

    Por eso, el objetivo y lema de nuestra Visita Pastoral a las Parroquias es “revitalicemos nuestra fe”, y la exclamación exhortativa propuesta es “Cristo Vive, en medio de nosotros”.

    Esa misma tarea es la que ha traído a nuestro País, a Nuestra Madre, María de Guadalupe. Ella ha venido a mostrarnos “al verdadero Dios por quien se vive”, a su hijo Jesucristo, quien vive en medio de nosotros y a través de nosotros. Pidámosle a Ella que nos ayude a ser fieles a nuestra misión, como Ella lo realizó.

    Oración

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, ante la dramática situación de los migrantes, que deciden peregrinar para buscar mejores condiciones de vida para ellos  y sus familias, acudimos a ti, con plena confianza, para que muevas nuestro corazón a colaborar y promover la necesidad de ofrecer la hospitalidad pasajera, pero indispensable a los migrantes que cruzan nuestro país y atraviesan por nuestra Ciudad de México.

    Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión de corazón. Especialmente auxílianos en la responsabilidad de acompañar a los adolescentes y jóvenes, para que descubran su vocación, y puedan fortalecer su condición de discípulos de tu Hijo Jesucristo, y afrontar, con valentía y esperanza, los desafíos de nuestro tiempo.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo  de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía en la ordenación de diáconos en Basílica de Guadalupe- 24/06/22

    Homilía en la ordenación de diáconos en Basílica de Guadalupe- 24/06/22

    «Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas.  Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y de oscuridad”.

    Nosotros los bautizados en el nombre de Jesucristo somos las ovejas a las que se refiere el Profeta Ezequiel, y nuestro Pastor es el mismo Jesús, quien ha cumplido esa misión en favor nuestro, y lo seguirá haciendo sin interrupción hasta el fin de los siglos.

    San Pablo a su vez explicita el gran amor misericordioso, que Jesús ha manifestado mostrando su plena y generosa entrega de su vida por nosotros: “Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores”.

    El mismo Jesús en el Evangelio expresa que será una gran alegría cumplir su misión de Pastor, cuando le presente a Dios Padre, el fruto de su pastoreo con la conversión de los pecadores: “Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse«.

    Es hermoso escuchar esta reflexión y sabernos protegidos y cuidados en el caminar de nuestra peregrinación por la tierra. Pero, ¿cómo será desarrollada esta constante vigilancia de la humanidad de parte de Jesucristo? ¿Quién hará y cómo será la búsqueda de la oveja perdida?

    Precisamente para esta gran responsabilidad, Jesús ha llamado a algunos de entre las ovejas del rebaño, que es la Iglesia, para ser pastores y llevar a cabo esta noble misión en favor de nuestros hermanos. Para esta responsabilidad, el Colegio de los Apóstoles desde los inicios de la Iglesia, respondiendo a las necesidades, que se presentaron ante el crecimiento de la comunidad eclesial, distinguió tres grados del Sacramento del Orden Sacerdotal: Diácono, Presbítero y Obispo.

    El Diaconado para el ejercicio de la Caridad y la administración de los recursos, auxiliando así al Obispo, sucesor de los Apóstoles. El Presbítero para colaborar al cuidado de una comunidad como Pastor en nombre de su Obispo. El Obispo como Cabeza de una comunidad de comunidades, siempre en comunión con el Obispo, Sucesor de San Pedro, hoy el Papa Francisco.

    Este día en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, tenemos la alegría de conferir el Sacramento del Orden en el primer grado de Diáconos, a seis candidatos que serán integrados al Servicio de esta Iglesia de la Arquidiócesis de México; así sin dejar de ser ovejas, se convertirán en pastores de ovejas. Escuchemos con atención en qué consiste la responsabilidad como Pastores, que reciben mediante el Diaconado. Y oremos para que sean fieles y tengan un fecundo ministerio.

  • Homilía- El encuentro con Jesús – 01/05/22

    Homilía- El encuentro con Jesús – 01/05/22

    Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Nosotros también vamos contigo. Salieron y se embarcaron con él, pero aquella noche no pescaron nada”.

    Ha quedado atrás Jerusalén, han superado el temor, y vuelven a Galilea y a sus actividades como pescadores. Se encuentran siete de los discípulos de Jesús, y Simón Pedro los invita a retomar las actividades propias de la pesca, todos se suman gustosos a la iniciativa de Pedro; sin embargo esa noche no pescaron nada. Siete es número de plenitud, Pedro es la cabeza, pero volver a las antiguas labores de pescadores no era la misión para la que Jesús los había llamado. Todavía no han comprendido, que serán pescadores de hombres.

    Jesús con bondad y paciencia se presenta como un hombre cualquiera a la orilla del mar: “Al amanecer, Jesús estaba en la orilla del mar, pero los discípulos no lo reconocieron”. Han trabajado en vano, regresan cansados y sin la satisfacción de haber logrado el objetivo; pero en esas circunstancias adversas reciben la sorpresa de reencontrarse con el Maestro, con Jesús vivo.

    ¡Cuántas veces hemos vivido esa experiencia de frustración cuando hemos puesto todo nuestro empeño en algo, que consideramos importante, y que por nuestra experiencia lo hacemos con plena confianza que lo lograremos, pero no obstante nuestro esfuerzo, el resultado es nulo! Y, si además se trataba de una tarea o misión apostólica, que haría mucho bien a los demás y a la misma Iglesia, sentimos que Dios nos ha abandonado, que no le ha agradado nuestra iniciativa, o que algo hicimos mal.

    Sin embargo esta escena, expresa que son ocasiones donde, de manera imprevista y sorprendente, se hace presente el Señor Jesús para suscitar la revisión y el discernimiento, que conducirá a lo que realmente Dios Padre quiere de nosotros.

    Así lo expresa el fracaso de la pesca y la presencia de Jesús que les indica: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos obedecen y descubren que con Jesús podrán pescar en abundancia. “Jesús les dice: Traigan algunos de esos pescados”, y es Simón Pedro, quien arrastró hasta la orilla los pescados grandes. Pedro es el que les dijo a los otros vamos a pescar. Pedro es quien escucha del discípulo amado, Juan, que el hombre de la playa es el Señor, y se tira para ir rápido junto a Él.

    La acciones que acontecen cuando la lógica humana no los espera, serán de ahora en adelante la forma de encontrar a Jesús resucitado, quien está detrás de esas acciones, como lo manifiesta esta escena. Así Jesús indica a sus discípulos la misión que necesita para ofrecer eficazmente la Redención al mundo. En esto consiste, que sean pescadores de hombres. pescadores en los mares de la humanidad. Es así como los momentos de fracasos, sufrimientos y desolación se convertirán en encuentro con Dios, que generan la paz y la esperanza, y que fortalecen al discípulo para llevar a cabo la misión.

    Lo cual contemplamos en la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, donde expresan la valentía para resistir azotes que no merecen, tormentos que no son justificables. Lo hacen no solamente aceptándolos con resignación, sino alegremente, y felices de testimoniar, que Dios se hace presente a través de su generosa entrega: Los miembros del Sanedrín mandaron azotar a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del Sanedrín felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús”. ¿Cómo es posible eso? Solamente mediante el discernimiento de la voluntad de Dios Padre, y la decisión y cumplimiento de esa voluntad divina.

    ¿Cómo podremos obtener la experiencia de encuentro con Jesucristo? A partir del gesto de Jesús, que prepara el fuego para freir los peces, y los invita a compartir el pan y el fruto de lo que pescaron ellos. De esta puesta en común descubriremos que la misión de la Iglesia, una parte la hará Dios y la otra el hombre con su trabajo.

    Así alude a la Celebración litúrgica para compartir nuestros proyectos y trabajos con el pan de la Eucaristía. Por esto es conveniente preguntarme con frecuencia si, la Eucaristía es para mí el momento de encuentro con Jesucristo para recibir el pan de la vida que me ofrece. Y también recordar que necesito prever momentos habituales de oración para tomar conciencia del permanente acompañamiento de Dios, mediante el Espíritu Santo.

    Cuando acabaron de comer, Jesús le preguntó a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. El sustento para seguir a Jesús y recibir la encomienda de cuidar a los demás es el amor. Pero también es necesario descubrir que toda encomienda eclesial deberá ser en equipo. “Pedro miró hacia atrás y vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre el pecho de Jesús, preguntándole: Señor, ¿quién es el que te va a entregar? Cuando Pedro lo vio le preguntó a Jesús: Señor, ¿y éste qué? Jesús le contestó: Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué te importa? ¡Tú, sígueme!”.

    La Iglesia en medio de las marejadas propias de la fragilidad y limitación humanas se mantendrá gracias al amor sin límites. Para ello Pedro debe estar alerta para superar cualquier tentación de envidia y celo que todo lo arruina. Jesús llama a Pedro para ser cabeza, pero le advierte con firmeza que necesita cuerpo, y ese cuerpo lo formará la comunidad de discípulos.

    Juan, el discípulo amado, será modelo de otra tarea indispensable: dar testimonio veraz por escrito de Jesús, en efecto, Juan anuncia el final de los tiempos mediante una visión: “Oí a todas las creaturas que hay en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar -todo cuanto existe-, que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén”.

    Acudamos a María, como Madre de la Iglesia, sin duda nos ayudará a cumplir en comunión eclesial y fraterna ayuda, la misión de la Iglesia, afrontando los grandes desafíos de nuestro tiempo.

    Oración

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, en la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, con plena confianza, mueve nuestro corazón para promover que cada persona cuente con la alimentación y los demás recursos que necesita.

    Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

    Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Trasforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión del corazón.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

  • Homilía- Domingo de Ramos- 10/04/22

    Homilía- Domingo de Ramos- 10/04/22

    “Los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo: Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey”.

    La Semana Santa la iniciamos, recordando la Pasión de Jesús, que sufrió como testimonio ejemplar, para anunciar que Dios no abandona jamás a sus hijos; pero que no evita que experimentemos el dolor, el sufrimiento, la injusticia o la misma muerte; porque en esas situaciones es cuando se fortalece el espíritu y se experimenta de una manera ciertamente inconcebible a los razonamientos humanos, la presencia del amor de Dios por sus hijos.

    Por eso San Pablo afirma: “Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo, tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz”.

    El relato de la Pasión según San Lucas, con varios detalles narra por una parte la fortaleza espiritual de Jesús para afrontar la injusta sentencia de muerte y las calumnias, las burlas, y los tormentos; ya que a la autoridad, no le interesó la verdad y la justicia, sino el control y sometimiento del desbordamiento popular, y mantener la relación de poder entre el Imperio Romano y las autoridades locales.

    Ante lo cual, Jesús recurrió a Dios su Padre, poniendo en Él su confianza, para recibir la ayuda divina, que le diera fortaleza ante la adversidad, como ya lo había anunciado el profeta Isaías: “El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado”.

    Además, Jesús vivió en carne propia la impotencia de los suyos para defenderlo, y el abandono de la muchedumbre, que en su ministerio y predicación lo habían admirado y se habían asombrado de las maravillas, que realizaba en favor de los enfermos, pobres y desamparados.

    Todo un conjunto de adversidad, que le generó la necesidad de invocar a Dios, con el Salmo 21: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Al verme, se burlan de mí: Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere… me taladran las manos y los pies… Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme”.

    Estas situaciones tan extremas y dolorosas las ha vivido la humanidad, a lo largo de la Historia. Por eso, era necesario contar con la luz, que ilumina toda tragedia humana; para eso el Hijo de Dios se encarnó, le dio sentido al sufrimiento y al dolor, y alentó la esperanza, al clarificar que esta vida terrestre no es el final, sino solo tránsito a la vida verdadera, que proporciona la alegría y la felicidad eternamente.

    Estamos viviendo las consecuencias de la Pandemia covid, y a distancia el conflicto aterrador de la guerra en Ucrania, ante estos acontecimientos estamos despertando a la necesaria colaboración solidaria de la sociedad para superarlas.

    Revitalicemos nuestra fe en Cristo, crezcamos en la esperanza, y ante las injusticias y toda clase de violencia, sepamos siempre buscar la reconciliación y la paz, y expresar como Jesús con plena convicción: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

    Elevemos nuestra oración para que esta Semana Santa sea la ocasión oportuna que nos lleve a replantearnos las tendencias dominantes negativas de la cultura actual, y logremos rectificar el camino de la conducta personal y social de nuestro tiempo para alcanzar la anhelada Civilización del Amor.

  • Homilía- La parábola de la higuera sin fruto- 20/03/22

    Homilía- La parábola de la higuera sin fruto- 20/03/22

    Viendo el Señor que Moisés se había desviado para mirar, lo llamó desde la zarza:

    ¡Moisés, Moisés!. Él respondió: Aquí estoy. Le dijo Dios: ¡No te acerques! Quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es tierra sagrada”.

    Esta escena del encuentro con Dios, que cambió la vida de Moisés, ayuda a descubrir que para acercarnos a Dios debemos descalzarnos; es decir, tomar conciencia de estar en terreno sagrado, lo cual significa la necesidad de abrir nuestro interior y dirigirnos a Él con toda sinceridad y honestidad, presentándonos tal cual somos, sin encubrimiento ni pretensión de justificar nuestros errores y pecados. Es indispensable tomar conciencia, que Dios me conoce mejor que yo, y que me ama inmensamente para acercarnos y recibir el fuego purificador del Espíritu Santo.

    La segunda consideración surge al observar, que Dios nos busca, como lo hizo con Moisés, con alguna señal o acontecimiento para darnos una misión: “Y Dios añadió: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Pero el Señor le dijo: He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores y conozco bien sus sufrimientos. He descendido para librar a mi pueblo de la opresión de los egipcios, para sacarlo de aquellas tierras y llevarlo a una tierra buena y espaciosa, una tierra que mana leche y miel”.

    El encuentro con Dios, en muchas ocasiones lo provoca el Señor, que nos busca para reorientar nuestros proyectos, especialmente cuando abandonamos, como Moisés, las buenas intenciones en favor de nuestros hermanos, por las dificultades que se presentan al pretender concretarlas. En efecto, nos busca el Señor cuando andamos extraviados, huyendo de nuestros compromisos, y buscando una vida fácil, que muchas veces es la causa de caer en los vicios.

    La segunda lectura advierte con claridad, que en el camino de la vida son muchos, quienes no realizan su misión, al menos no todos al mismo tiempo, y eso no debe nunca desanimarnos a cumplir cada uno su propia misión: “Todos comieron el mismo alimento milagroso y todos bebieron de la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo. Sin embargo, la mayoría de ellos desagradaron a Dios y murieron en el desierto”.

    La historia es maestra de la vida, y un recurso excelente que permite visualizar lo que debemos evitar, y descubrir lo que debemos hacer para orientar nuestra conducta por el buen camino, como lo indica San Pablo a los Corintios: “Todas estas cosas les sucedieron a nuestros antepasados como un ejemplo para nosotros y fueron puestas en las Escrituras como advertencia para los que vivimos en los últimos tiempos. Así pues, el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer. Todo esto sucedió como advertencia para nosotros, a fin de que no codiciemos cosas malas como ellos lo hicieron”.

    Teniendo en cuenta esta reflexión queda claro el ejemplo de Jesús: “Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante”.

    Así Jesús enseña que los accidentes naturales no son provocados por Dios, sino consecuencia de las leyes establecidas para el funcionamiento de la Creación. La alteración de esas leyes provoca las catástrofes y las inclemencias del tiempo. En buena medida son consecuencia de la explotación y mal uso de los recursos naturales. Por ello, es una gran responsabilidad de todos y cada uno, el cuidado de la Casa común, que Dios ha dispuesto para nuestra existencia.

    Finalmente de la parábola que Jesús propone los invito a descubrir los criterios que debemos aplicar en la vida diaria:

    • De la primera parte: Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador. Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he Córtala, ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?”. Notemos que gracias a la constancia en observar y revisar nuestras acciones obtendremos los frutos; por eso en las proyectos y programas de las que yo soy responsable, debo exigir la rendición de cuentas, como lo hace el dueño del viñedo con su viñador.
    • De la segunda parte de la parábola: El viñador le contestó: Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da Si no, el año que viene la cortaré”. Se descubre la importancia de valorar nuestro trabajo, y por ello aprender y conocer al máximo posible, nuestro quehacer, como escuchamos al viñador, que ante la indicación del dueño, propone dejar la higuera un año más, porque sabe que abonando y removiendo la tierra, habrá mejores condiciones para obtener una buena cosecha. Sin duda esta actitud del viñador también manifiesta la importancia de amar nuestro oficio para tener la paciencia de la espera confiada, y obtener buenos resultados.

    Estamos ya iniciando la tercera semana de la Cuaresma, durante la cual proponemos, en el programa de “Revitalicemos nuestra Fe”, de la APM, una semana orientada sobre la necesidad del perdón y la reconciliación. Por ello, especialmente el miércoles y jueves próximos, los párrocos ofrecerán la posibilidad de acceder al Sacramento de la Reconciliación.

    Como San Juan Diego, rectifiquemos a tiempo nuestros temores, y superemos nuestras preocupaciones, poniendo la confianza en el inmenso amor de Dios Padre, que ha venido a manifestarnos Nuestra querida Madre, María de Guadalupe. En ella encontraremos siempre el cobijo y la comprensión, ante las diversas y variadas situaciones que nos toque vivir.

    Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza; porque has venido aquí para mostrarnos el cariño y la ternura necesaria, que nos permite confiar en tí y en tu Hijo Jesucristo.

    Tú, Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que nos ayudarás a interpretar lo que Dios Padre espera de nosotros, en esta prueba mundial de la Pandemia.

    Ayúdanos en esta Cuaresma a convertir nuestras penas y llantos en ocasión propicia para descubrir que a través de la cruz conseguiremos la alegría de la resurrección.

    En ti confiamos, Madre del Divino Amor, guíanos con la luz de la Fe y la fortaleza de la Esperanza para cumplir la voluntad del Padre, discerniendo en comunidad, lo que el Espíritu Santo siembra en nuestros corazones.

    Auxílianos para que en familia crezcamos en el Amor, y aprendamos a compartir lo que somos y tenemos con nuestros hermanos más necesitados.

    A ti nos encomendamos, Madre de la Iglesia, para ser buenos y fieles discípulos de Jesucristo, como tú ejemplarmente lo fuiste; y convertirnos en sembradores y promotores de la paz.

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  • Homilía- La Cuaresma es tiempo para redescubrir a Jesús- 13/03/22

    Homilía- La Cuaresma es tiempo para redescubrir a Jesús- 13/03/22

    “Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambio de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban del éxodo que Jesús debía realizar en Jerusalén”.

    La escena presenta a Jesús conversando con Moisés y Elías: “hablaban del éxodo que Jesús debía realizar en Jerusalén”, y que implicaría su entrega hasta el extremo de la muerte. De esta manera Pedro, Santiago y Juan están siendo preparados para fortalecer la fe de sus compañeros ante los dolorosos acontecimientos de la Pasión y Muerte de Jesús en la cruz.

    Jesús preparó de diferentes formas a sus discípulos para que entendieran el perfil del verdadero Mesías, enviado por Dios su Padre, por ello era muy importante ayudarles a comprender el por qué de la dramática entrega final de su vida. Jesús ofrece pistas para descubrirles, que de forma oculta, detrás de su humanidad corporal, se encuentra de alguna manera, Dios mismo. No es por tanto un simple hombre de profunda fe y de oración constante, un hombre ejemplar en sus relaciones con los más necesitados, es algo más inimaginable, es el Hijo de Dios encarnado, es la presencia de Dios mismo.

    También la escena narra que Jesús es el Hijo de Dios, y como tal, deben escucharlo: “No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió, y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo».

    En ese momento no entendieron a fondo la vocación y misión a la que estaban siendo llamados, como lo muestra su actitud de quedarse en silencio: “Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo. Los discípulos guardaron silencio, y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto”. Seguramente quedaron confundidos, como nos pasa a nosotros, cuando de repente nos encontramos en situaciones inesperadas, y no sabemos cómo reaccionar, y qué debemos hacer; aunque con frecuencia, recordando alguna experiencia previa y a la luz de la fe, obtenemos la respuesta.

    La Cuaresma es camino a la Pascua, es el tiempo para redescubrir la misión de Jesús y meditar el misterio de su persona, que asume la condición humana, sin dejar la naturaleza divina.

    Es de gran importancia reconocerlo como el Hijo de Dios, que se encarnó en el Seno de María para manifestar con el testimonio de su vida, el amor infinito de Dios Padre por todos nosotros, creaturas predilectas de la Creación, a quienes nos ha dado vida para hacernos capaces de conocerlo y amarlo con plena libertad, y así alcancemos el destino para el que nos creó: participar de la vida divina por toda la eternidad.

    Por esta razón entendemos las lágrimas de San Pablo, al expresar su tristeza por los cristianos, que no aceptan el camino de la cruz y de las necesarias renuncias, que implica seguir a Jesús: “Hermanos: Sean ustedes imitadores míos y observen la conducta de aquellos que siguen el ejemplo que les he dado a ustedes porque como muchas veces se lo he dicho a ustedes, y ahora se lo repito llorando, hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo. Esos tales acabarán en la perdición, porque su dios es el vientre, se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse y sólo piensan en cosas de la tierra”.

    Estamos viviendo un cambio de época, un quiebre del estilo de vida de la sociedad, quedando sin referencia de un código de ética, y dejando, especialmente a las nuevas generaciones, sin elementos para aceptar y comprender las renuncias voluntarias y el sufrimiento inesperado, como la vocación de asumir la cruz de Cristo en la vida diaria.

    Éste es uno de los grandes desafíos para la evangelización en nuestro tiempo, para afrontarlos es fundamental, que quienes nos llamamos cristianos y nos sentimos comprometidos en transmitir los valores de la fe, demos el testimonio de una vida ejemplar, al estilo de Jesús, de reconocimiento de la dignidad de todo ser humano, de generosidad y entrega para auxiliar a los pobres y necesitados, y de cumplir eficientemente con nuestras responsabilidades.

    Los contextos y conductas adversos a los valores humano-cristianos no deben desanimarnos. Recordemos el ejemplar testimonio de Abraham, quien escuchó y aceptó la voz de Dios y confió en la promesa de ser auxiliado por Dios: “Dios sacó a Abram de su casa y le dijo: «Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes». Luego añadió: «Así será tu descendencia». Abram creyó lo que el Señor le decía y, por esa fe, el Señor lo tuvo por justo”. Dios estableció la alianza con él, que cumplió cabalmente con sus descendientes de generación en generación: «A tus descendientes doy esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río Éufrates”.

    Esa alianza llegó al culmen con la llegada Jesús, el Mesías anunciado, y a su vez, Jesús prometió a sus discípulos: “Yo estaré con Ustedes hasta el final de los tiempos” (Mt. 28,20).

    El programa Revitalicemos nuestra fe

    Esta Cuaresma démonos la oportunidad de revisar y examinar nuestra vida, y a la luz de esa revisión escuchemos la Palabra de Dios, y con mi familia o en la comunidad parroquial, compartamos las inquietudes, que la Palabra de Dios mueva en nosotros. Las Parroquias de nuestra Arquidiócesis están ofreciendo diversas actividades para que “Revitalicemos nuestra Fe”. Esta semana estará centrada en la reflexión y meditación, mediante alguna forma de retiro espiritual.

    Los invito abrir nuestro corazón a Nuestra Madre, María de Guadalupe, y pedir su ayuda para vivir la Cuaresma, de forma que se convierta en una hermosa experiencia, que fortalezca nuestra Fe, Esperanza, y Caridad.

    Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza; porque has venido aquí para mostrarnos el cariño y la ternura necesaria, que nos permite confiar en tí y en tu Hijo Jesucristo.

    Tú, Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que nos ayudarás a interpretar lo que Dios Padre espera de nosotros, en esta prueba mundial de la Pandemia.

    Ayúdanos en esta Cuaresma a convertir nuestras penas y llantos en ocasión propicia para descubrir que a través de la cruz conseguiremos la alegría de la resurrección.

    En ti confiamos, Madre del Divino Amor, guíanos con la luz de la Fe y la fortaleza de la Esperanza para cumplir la voluntad del Padre, discerniendo en comunidad, lo que el Espíritu Santo siembra en nuestros corazones.

    Auxílianos para que en familia crezcamos en el Amor, y aprendamos a compartir lo que somos y tenemos con nuestros hermanos más necesitados.

    A ti nos encomendamos, Madre de la Iglesia, para ser buenos y fieles discípulos de Jesucristo, como tú ejemplarmente lo fuiste; y convertirnos en sembradores y promotores de la paz.

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  • Homilía- El mejor vino que alcanza para todos- 16/01/22

    Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí. Jesús fue también invitado a la boda con sus discípulos”.

    El evangelista Juan abre la actividad pública de Jesús con las Bodas de Caná, acompañado de su Madre María y de sus discípulos. Las Bodas expresan la relación entre Dios y su pueblo elegido, una figura que simboliza y recuerda la alianza en la que Dios y su pueblo se comprometieron a una mutua fidelidad.

    Por esta fidelidad de Dios con su pueblo hemos escuchado expresar al profeta Isaías, siglos antes de la llegada de Jesús: “Por amor a Sión no me callaré y por amor a Jerusalén no me daré reposo, hasta que surja en ella esplendoroso el justo y brille su salvación como una antorcha”.

    El amor es la clave no solo para descubrir la vida como regalo de Dios, y experimentar su inconmensurable amor a nosotros, sus creaturas, sino especialmente para desarrollar en nosotros la imagen y semejanza de ese amor divino, aprendiendo a amar, al estilo de Dios; es decir procurar siempre el bien de mi prójimo, y de la comunidad, en la que me muevo y actúo.

    Ese camino para el que fuimos creados será posible recorrerlo si Jesús está presente en nuestra vida, y si somos conscientes de pertenecer a la comunidad de sus discípulos, de pertenecer a la Iglesia, descubriendo nuestros propios carismas y capacidades, nuestras habilidades y conocimientos para ponerlos al servicio y bienestar de mi familia, de mis amigos y vecinos, de los demás creyentes y no creyentes.

    Por eso es fundamental tener en cuenta la afirmación de San Pablo: “Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. El arte está en conocerme a mí mismo, y descubrir mis capacidades y mis limitaciones.

    Al descubrir mis propias capacidades, desde ellas, puedo colaborar para el bien común, y al reconocer mis propias limitaciones podré valorar y aceptar la capacidades de los demás, comprendiendo que en el conjunto de los dones que existen en todos y cada uno de los miembros de la comunidad está la riqueza de una sociedad.

    Así será más fácil superar las envidias, los celos y las rivalidades, y aprenderemos a valorar y agradecer a Dios, lo que nos regala en cada uno de nuestros prójimos. Éste es el camino, que muestra la escena del Evangelio, para integrar una sociedad fraterna y solidaria. Cuando obedecemos la voz de Dios y cumplimos su voluntad se da el milagro del mejor vino que alcanza para todos.

    En efecto, si la respuesta del hombre (personal) y del pueblo (comunitaria) son como la de María y la de los discípulos, seremos testigos y promotores de las intervenciones de Dios en favor del hombre. Así es como lograremos las intervenciones salvíficas y redentoras de Dios en favor de la Humanidad.

    Hay que subrayar la necesidad de las tinajas y del agua para que se dé la conversión del vino. Es decir, para que Jesucristo intervenga necesita disponer de lo que somos y tenemos.

    Por eso, nosotros debemos cumplir como el mayordomo, haciendo lo que tenemos que hacer, obedeciendo a Jesús como indica María: Hagan lo que él les diga. Así saborearemos el vino de la alegría, que no se agota y le da sentido a nuestra vida, sean cual sean nuestras circunstancias.

    Es pues muy conveniente preguntarnos: ¿Seré yo como los comensales del banquete que no se dieron cuenta del milagro, o seré como los discípulos que conocieron lo que Jesús hizo, creyeron en él, y se mantuvieron con él?

    Si me mantengo en la comunión y conservo mi identidad como miembro de la Iglesia, sin duda, seré como María y los discípulos, testigo de lo que hace Jesús en el mundo, y capaz de reconocer las intervenciones del Espíritu Santo, en la vida de los que me rodean. Así seré como María y los discípulos, testigo de lo que hace Jesús en el mundo, y podré transmitir mi experiencia con plena convicción que Cristo vive en medio y a través de nosotros.

    Reconoceré como el Mayordomo: “Todos ofrecen primero el vino mejor, y cuando ya están bebidos dan otro peor. Tú, en cambio, has reservado el mejor vino hasta ahora”. Experimentaré así la gradualidad creciente de mi espiritualidad, ofreciendo a los demás un mejor vino cada día; es decir desarrollaré mi persona con una capacidad de servir y auxiliar a mi prójimo, dando un testimonio creíble y atractivo de una persona que cree y que ama.

    Cuando la Iglesia cumpla su misión viviendo la obediencia a Dios, como lo expresa la narración de las bodas en Caná, será cuando veamos cumplida la profecía de Isaías: “Entonces las naciones verán tu justicia, y tu gloria todos los reyes. Te llamarán con un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona de gloria en la mano del Señor y diadema real en la palma de su mano. Ya no te llamarán “Abandonada”, ni a tu tierra, “Desolada”; a ti te llamarán “Mi complacencia” y a tu tierra, “Desposada”, porque el Señor se ha complacido en ti y se ha desposado con tu tierra”.

    Agradezcamos a María su ejemplar actitud de acudir a su Hijo en favor nuestro, y asumamos la clara indicación: ¡Hagan lo que él les diga! para que intervenga Jesucristo en nuestras vidas y podamos juntos dar el testimonio, que nuestra sociedad necesita y espera, de quienes somos discípulos de Jesucristo. Así es como mantendremos la alianza entre Dios y la humanidad, mediante la fidelidad de la Iglesia al anuncio de Jesús de Nazaret: ¡Conviértanse y crean: el Reino de Dios ha llegado!

    Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza. A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos, que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

    Tú, Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que lo concederás para que, como en Caná de Galilea, vuelvan la alegría y la fiesta después de esta prueba mundial de la Pandemia.

    Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que Jesús nos diga, Él tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo y cargó con nuestros dolores para que descubriéramos, que a través de la cruz conseguiremos la alegría de la resurrección.

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  • Homilía- Inicio de la Visita Pastoral- 03/10/21

    El Señor Dios formó de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y los llevó ante Adán para que les pusiera nombre y así todo ser viviente tuviera el nombre puesto por Adán”.

    El ser humano es quien tiene delegada, por Dios Creador, la administración de la Naturaleza, el cuidado de la Casa Común. A los animales los creó dándoles instintos pero no inteligencia, a los vegetales y a los minerales les dejó funciones perfectas para que cumplieran cabalmente su función, y así la Creación entera por sí misma tuviera garantizada la indispensable sustentabilidad.

    Pero no solamente acompañan al hombre los animales y la naturaleza de los campos y de los bosques, de los mares y de los ríos, con toda su fecundidad, sino quizo que el ser humano tuviera alguien que compartiera de manera horizontal y en las mismas condiciones de relación y entendimiento, la administración de la Casa común; así decidió crear a la mujer: “De la costilla que le había sacado al hombre, Dios formó una mujer… Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola cosa, serán los dos una sola carne”.

    De aquí se desprende la misma dignidad para el varón y la mujer para juntos compartir la intimidad sexual unida a la procreación, como expresión del amor y la entrega del uno al otro, cuyo fruto son los hijos, para generar una relación creciente sustentada en el amor, para dar testimonio de una fraternidad solidaria a los demás miembros de la familia, a los vecinos, compañeros de estudios y de trabajo, y en general a los demás conciudadanos.

    Solo los seres humanos tenemos la inteligencia para administrar los bienes que Dios ha creado; es decir, es nuestra la gran responsabilidad de cuidar la Creación, con nuestras conductas la conservamos o la dañamos, cada generación debe asumir la responsabilidad de transmitir a la siguiente generación la Casa Común en buenas condiciones. ¿Cómo hemos cuidado y cómo protegeremos esta casa común? Para esta tarea es indispensable conjugar los esfuerzos de todos los pueblos.

    ¿Cuál ha sido el plan de Dios? Dios es Trinidad de personas, que integran una comunidad, viviendo en unidad y en comunión plena, compartiéndolo todo. Por eso el proyecto de la creación de la humanidad, lo diseñó Dios poniendo al centro al ser humano, varón y mujer, con la capacidad procreadora para que compartiendo su ser en la intimidad, y sus dones: hijos, bienes, capacidades y habilidades, formaran una familia, a semejanza de la vida divina, de la vida de Dios Trinidad.

    SI desde niños aprendemos a experimentar el amor de nuestros padres y a cuidar el propio hogar, en lo material y especialmente en la generación de una ambiente de relación fraterna y solidaria, sin duda alguna seremos capaces de lograr el ideal del proyecto divino, de ser imagen y semejanza de Dios Trinidad. Si Jesús, siendo el Hijo de Dios, asumió nuestra condición humana, con cuanta mayor razón debemos nosotros, sus discípulos, reconocer todo ser humano como un hermano. Somos seres en y para la relación. Así las familias mediante la experiencia de vida en armonía,

    concordia y solidaridad fraterna construye día a día la Paz, propiciando el auxilio a nuestros prójimos, saliendo al encuentro de los más necesitados, y fortaleciendo nuestro espíritu y nuestras convicciones de fe.

    Precisamente para entrar en relación y darnos la mano en nuestras tareas, conociendo nuestras realidades y compartiéndolas para auxiliarnos mutuamente, en la Arquidiócesis de Mexico, iniciamos hoy la Visita Pastoral a las Parroquias y sus ambientes. Para este fin los párrocos han preparado con sus agentes de pastoral y sus habituales fieles una puesta en común sobre sus realidades, necesidades, y proyectos. Iremos los seis Obispos a las parroquias, para expresar y animar a ser una Iglesia en Salida, Misionera, Fraterna, y Solidaria, siguiendo la orientación del Papa Francisco.

    Este Domingo declaramos el Inicio formal de la Visita Pastoral a las Parroquias de la APM, que iniciaremos el próximo martes en la VII Zona Pastoral, ubicada en las Alcaldías de Alvaro Obregón y de Cuajimalpa. En ella escucharemos las necesidades que han percibido y compartido en las comunidades, mediante la Asamblea Parroquial; ejercitando la Sinodalidad, para caminar juntos, Pastores y Pueblo de Dios, experimentando la riqueza espiritual de la comunión eclesial.

    Cuando abrimos nuestros corazones a la Palabra de Dios, cuando compartimos situaciones y anhelos, se mueve el corazón para sumarse, apoyarse, y fortalecerse como comunidad, como familia, reconociéndonos como hermanos en la fe. Así se genera la esperanza y se inicia el camino de colaboración, que tanto le agrada a Dios, Nuestro Padre, y quien no se queda cruzado de manos, sino que da seguimiento y acompañamiento, mediante la asistencia del Espíritu Santo para afrontar con fe las adversidades, y para aprovechar las potencialidades en bien de todos los miembros de la comunidad parroquial y diocesana.

    ¿En dónde se fundamenta nuestra confianza de que alcanzaremos los bienes de la solidaridad y subsidiaridad en la cotidianidad de nuestra vida? Hoy lo ha recordado en la segunda lectura el autor de la Carta a los Hebreos: “Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre; pero sí vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles, a Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió redunda en bien de todos…El Santificador y los santificados tienen la misma condición humana, por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos”.

    Con esta confianza en la misericordia y el amor de Dios, nuestro Padre, que envió a su Hijo para que asumiera nuestra condición humana y nos mostrara la manera de afrontar la vida y como conducirla, respondamos generosamente, participando en la vida parroquial a la que pertenezco.

    A este propósito, invito a todos los fieles a orar no solo por nuestra Arquidiócesis, sino por todas las Diócesis del mundo, para que sea muy fecundo el proceso sinodal que ha pedido explícitamente el Papa Francisco.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Al iniciar hoy la Visita Pastoral a las Parroquias en la APM la ponemos en tus manos para que animes la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, la constancia en la oración, y sepamos, fieles y pastores, descubrir a tu Hijo Jesucristo, que vive en medio de nosotros.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén

  • Homilía- «Hace oír a los sordos y hablar a los mudos»- 5/09/2021

    Homilía- «Hace oír a los sordos y hablar a los mudos»- 5/09/2021

    Todos estaban asombrados y decían: ¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

    Esta escena transmite dos detalles importantes, pretendidos por el evangelista Marcos: El primer detalle es mostrar que la expectativa del Mesías anunciado por los profetas y largamente esperado se ha cumplido en la persona de Jesús. En la primera lectura el Profeta Isaías anuncia que Dios se hará presente: “Digan a los de Corazón apocado: ¡Ánimo, no teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos”. Y en la la persona de Jesús, Hijo de Dios Vivo, se ha hecho presente Dios en el mundo, asumiendo nuestra propia condición humana.

    El segundo detalle es manifestar que el milagro lo realiza con la fuerza del Espíritu de Dios; por tanto tocar con los dedos los oídos para que escuche el sordo, y con saliva la lengua para que pueda hablar, y expresando una orden con la palabra “Ábrete”, manifiesta la fuerza del Espíritu que actúa en Él para sanar. Es la característica del verdadero Dios, actuar por medio de la Palabra, como lo hizo Dios al crear el mundo: “Hágase”. Así actúa Jesús y se muestra que encarna al verdadero Dios Creador.

    El Apóstol Santiago en la segunda lectura con sencillez y claridad ha recordado que el testimonio esperado de los miembros de la comunidad de discípulos de Cristo es priorizar siempre la dignidad de toda persona humana, independientemente de sus condiciones sociales: “Hermanos: Puesto que ustedes tienen fe en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no tengan favoritismos. Supongamos que entran al mismo tiempo en su reunión un hombre con un anillo de oro, lujosamente vestido, y un pobre andrajoso, y que fijan ustedes la mirada en el que lleva el traje elegante: Tú siéntate aquí, cómodamente. En cambio le dicen al pobre: tú, párate allá, o siéntate aquí en el suelo a mis pies. ¿No es esto tener favoritismos y juzgar con criterios torcidos?

    Por ello, debemos ejercitarnos siempre para mirar con respeto a toda persona, independientemente de su situación, condicionamientos y conducta. Por esto es oportuno preguntarnos, ¿en mis relaciones con los demás soy consciente de respetar la dignidad de la otra persona?

    Sin embargo no se trata de aceptar las conductas, injusticias, o exigencias de los demás; sino reconocer en todo ser humano su dignidad, y tratarlo como una persona que merece ser escuchada, antes que ser juzgada.

    Es pues una actitud que nos evitará siempre conflictos, pleitos, y discusiones inútiles y desgastantes. También por lo anterior, conviene educar nuestra manera de dialogar y de relacionarnos con los demás. Así con mayor facilidad aprenderemos a conocer a las personas en sus actitudes y motivaciones interiores, y propiciaremos incluso buenas relaciones y amistad.

    ¿Hemos vivido esta experiencia de respeto a los demás desde el seno de mi propia familia? ¡Si lo hemos hecho agradezcamos a Dios el paso dado; pero si no hemos actuado así, pidamos perdón a Dios y a nuestros familiares y amigos, e iniciemos un nuevo camino, una manera digna de tratarnos!

    Regresando a la intervención de Jesús narrada en el Evangelio de hoy, no es solamente una acción movida por la compasión para aliviar la concreta situación del sordomudo, sino también y principalmente la ocasión para manifestar con el milagro, los aspectos que de manera simbólica expresan a Jesús como el auténtico Mesías anunciado por los profetas y esperado durante siglos por el Pueblo de Israel.

    Por esta razón curar la sordera significa, dar la capacidad de escuchar la voz de Dios, y soltar la lengua expresa que lo escuchado lo debemos transmitir a los demás. Así manifestaremos la presencia y la intervención de Dios en nuestras actividades. En otras palabras, debemos dar testimonio de lo que Dios hace a través de nuestras responsabilidades, realizadas siguiendo su voz y poniendo en práctica sus enseñanzas.

    De esta manera descubriremos las maravillas que hace el Señor cuando cumplimos nuestra misión de ser fieles discípulos de Cristo; se generarán los torrentes de agua viva, que convierten los desiertos en lugares fértiles según la promesa mesiánica anunciada por el Profeta Isaías: ”Brotarán aguas en el desierto y correrán torrentes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque y la tierra sedienta en manantial”.

    ¡Qué maravilla! ahí donde nos parecía imposible un cambio de actitud, una conversión de corazón, donde pensábamos que serían inútiles nuestras palabras y actitudes, de ahí nacerán conductas e iniciativas jamás soñadas, con lo cual seremos testigos de la mano de Dios, que se hace presente en la cotidianidad de nuestras vidas. Pero además, si lo hacemos en comunidad, compartiendo los sueños con proyectos realizados entre todos los miembros de la Parroquia, movimientos, agentes de pastoral, ámbitos juveniles, laborales, empresariales, etc. haremos presentes las primicias del Reino de Dios entre nosotros.

    Así, la Iglesia ofrecerá el sentido de la vida, y la espiritualidad que comunica con los dones del Espíritu Santo, que se nos ha dado, mediante los sacramentos del Bautismo y la Confirmación; y cumpliremos con nuestra misión, como Comunidad de discípulos de Cristo, en estos desafiantes tiempos en los que nos ha tocado vivir.

    Con estas buenas intenciones que provoca la Palabra de Dios, dirijamos nuestra mirada a Nuestra Madre, María de Guadalupe, invocando su auxilio maternal para que sigamos sus pasos, y sepamos reconocer la voz de Dios, en medio de nuestras actividades y, ¡la presencia del Espíritu Santo en nuestras tareas habituales para testimoniar así como ella lo hizo, las maravillas, que Dios hace en medio de su pueblo!

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén

  • Asumir la voluntad de Dios- Homilía- 28/02/21- II Domingo de Cuaresma

    Asumir la voluntad de Dios- Homilía- 28/02/21- II Domingo de Cuaresma

    Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré”.

    Muchas escenas de las historias bíblicas son figura y anuncio de realidades, que llegaron a la plenitud en la vida de Jesús de Nazaret. Entre ellas destaca sobremanera la que hoy hemos escuchado, sobre la solicitud de Dios a Abraham, para que, acorde a la tradición cultural y religiosa de esa época, le sacrificara a su Hijo único, en señal de reconocimiento y obediencia a la divinidad.

    El texto es una narración, que presenta el paso del sacrificio humano al sacrificio de animales, como ofrenda a Dios: “El ángel le dijo: “No descargues la mano contra tu  hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único. Abraham levantó los ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo”.

    Además de esta importante transición cultural y religiosa, el pueblo de Israel lentamente fue comprendiendo, la necesidad de priorizar la obediencia a Dios, sobre cualquier sacrificio de una ofrenda externa de animales o primicias de producción vegetal. La Obediencia a la Voluntad de Dios Padre está por encima de cualquier otra obligación cultual; y la consecuencia la hemos escuchado: “Por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único… en tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras”.

    El Evangelio de hoy presenta una de las escenas llamadas Teofánicas, es decir, momentos en que se manifiesta, a través de la humanidad de Jesús de Nazaret, su naturaleza divina como Hijo de Dios. La escena es un momento de intimidad, soledad  y silencio. Jesús ha elegido a tres de sus discípulos para que lo acompañen a subir el monte Tabor y orar ahí, en las alturas: “Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia”.

    En la oración Jesús manifiesta la relación tan intensa que tiene con Dios su Padre, provocando un ambiente muy grato, de esos que uno quisiera no terminara jamás: “Pedro le dijo a Jesús: Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados”.

    Ante la percepción de ver la blancura y transparencia en las vestiduras de Jesús, y escuchar el diálogo de Jesús con dos personajes históricos, figuras emblemáticas de  la Historia de Israel: Elías, considerado padre del profetismo en Israel, y Moisés, liberador, legislador, y conductor del Pueblo a la Tierra prometida; y finalmente ser testigos de una voz que venía de lo alto, expresando con claridad: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”; ante esta experiencia quedaron asustados y sin palabra. Así acontece cuando hay un encuentro con Dios, que se percibe su presencia en el interior de la persona. Estas son las experiencias místicas, según las ha nombrado la Iglesia.

    Jesús al retirarse del lugar retomó el diálogo y les dijo algo, que en ese momento no entendieron, pero obedecieron a Jesús: “Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de resucitar de entre los muertos”.

    Esta preciosa y misteriosa escena nos deja una convicción fundamental, como lo fue para sus discípulos, quienes la entendieron al vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús: Esta vida terrestre cobra pleno sentido cuando asumimos la convicción de la trascendencia, lo cual nos permitirá ser obedientes a las enseñanzas del Evangelio y nos dará la fortaleza para vivirlas.

    Quien cree en la Resurrección de Jesús, y por tanto, en la resurrección de los muertos, es capaz como Jesús, de transfigurar en su vida un testimonio convincente, al priorizar los valores del Reino de Dios ante los valores meramente humanos; y ciertamente, rechazando los supuestos valores, que solo representan ideologías sin relación posible con la trascendencia, sin relación de esta vida terrestre con la vida eterna.

    ¿Hemos adquirido la convicción de la trascendencia, creemos que esta vida es tránsito y preparación para la vida eterna? Esta Cuaresma es una oportunidad de revisar nuestra conducta y descubrir si nuestros intereses se mueven solamente en los valores transitorios para lograr mis fines, o si tengo la capacidad y experiencia de haberle dado prioridad a los Valores del Reino de Dios, por encima de los valores que solo se sustentan en la perspectiva de la vida terrestre, de los valores que solamente son pragmáticos para resolver conflictos temporales.

    San Pablo se encontró con Jesús en una experiencia singular, al escuchar la voz de Jesús que le decía: ¿Saulo, Saulo por qué me persigues? (Hech. 9,4). Dicha experiencia transformó su vida, conoció las enseñanzas de Jesús, y las vivió de manera ejemplar. Hoy hemos escuchado su contundente testimonio: “Hermanos: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo?”.

    El amor de Dios por nosotros es inmenso, pero como solamente siendo libres es posible amar, siempre está a la espera de nuestra libre respuesta. ¿Te has planteado en serio tu respuesta, a quien te creó, te da vida, quiere tu bien en esta vida terrestre, y te tiene preparada una mansión para toda la eternidad? La Cuaresma es un tiempo favorable, oportuno para decidirte a escucharlo, obedecerlo, poniendo en práctica sus enseñanzas, así contarás con la ayuda del Espíritu Santo, y testimoniarás, con la contundencia de San Pablo, la fortaleza para afrontar cualquier adversidad.

    ¿No te sientes con el ánimo de asumir la voluntad de Dios Padre? Contempla a Nuestra Madre, María de Guadalupe, quien por su obediencia, no solamente es inmensamente feliz, sino que tiene el gusto y la decisión firme de mostrarnos, como madre tierna y compasiva, el amor que su Hijo Jesús tiene por nosotros.

    Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

    Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

    Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo  de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.