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Homilía Misa Crismal 2023: ¿En qué consiste la misión del sacerdote?

Homilía del Cardenal Carlos Aguiar Retes, en la Misa Crismal 2023

“El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres” (Is 61, 1-3. 6. 8-9).

Invito a todos los sacerdotes en un breve momento de silencio, a recordar el momento en que cada uno fuimos ungidos en nuestras manos después de la imposición en nuestra cabeza y constituidos con el Espíritu del Señor para ser enviados. Recordemos esa escena de nuestra Ordenación Sacerdotal antes de renovar nuestras promesas, de continuar ejerciendo. Recordemos quién nos transmitió, qué obispo fue quien me transmitió este ministerio. Recordemos cuáles eran mis sueños como sacerdote, cómo quería servirle al Señor y confrontémoslo brevemente con mi actual ministerio.

La Palabra de Dios en su Primera Lectura, del profeta Isaías, describe la razón por la cual hemos recibido el Espíritu del Señor, por qué nos ha ungido como ministros del Señor. Él dice: “Me ha enviado”. Somos enviados, ¿para qué somos enviados o en qué consiste nuestra misión? Hay tres verbos que señala el profeta: el primero, para anunciar la Buena Nueva; el segundo, para curar a los de corazón quebrantado, y el tercero, para proclamar el perdón y la libertad, y pregonar el año de gracia. Eso es nuestro ministerio, en eso consiste.

Hoy vamos a renovar nuestras promesas, a las cuales nos comprometimos. Los invito a asumirlo como lo hizo Jesús, allá en su querida Nazareth. Jesús fue a Nazareth, entró a la sinagoga y se le dio la lectura del profeta Isaías. Jesús la desenrolla y dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido para llevar a los pobres la Buena Nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Is 61, 1-3. 6. 8-9). Después de haber leído el texto, dice el Evangelio: enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes estaban fijos en Él, entonces empezó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido esta Sagrada Escritura que acaban de oír” (Is 61, 1-3. 6. 8-9).

Somos enviados en nombre de Jesucristo, el primero que asumió el cumplimiento de lo anunciado por el Profeta Isaías. Nosotros somos sus continuadores, lo prolongamos a lo largo del tiempo, hasta el final de los tiempos.

Los sacerdotes prolongamos la esencia de cristo en el mundo, lo anunciamos, lo hacemos del conocimiento para que los ciegos vean; para que los pobres tengan una Buena Noticia, una Buena Nueva; para que los cautivos tengan libertad, y no sólo los que están encarcelados, sino los cautivos por muchas razones; para que los ciegos de esa ceguera espiritual que hoy día está empeñando la visión del Espíritu, conozcan la Buena Nueva de que Cristo, a través de nosotros, y con ellos, todos los bautizados hacemos la presencia de Cristo y de Su Reino del amor en medio de nosotros.

Eso hacemos y por eso creo que han venido aquí con ese corazón dispuesto a pedirle al Señor que nos renueve esa pasión por el Reino de Dios, que no nos enclaustremos en una mentalidad del tiempo, o como dice el Papa Francisco, en una mundanidad espiritual. Es presencia de Dios en el mundo lo que llevamos, lo que celebramos, lo que testimoniamos; por eso el Apocalipsis nos ayuda a concluir muy claramente en su lectura de hoy esta reflexión.

Hermanos, gracia y paz a ustedes de parte de Jesucristo, el testigo fiel; cuántas veces pudimos haber caído en depresión, en desánimo, en disgusto, en molestia, se nos olvida entonces que Cristo nos acompaña. Él es el testigo fiel, la fidelidad, y por eso este día, la Iglesia nos invita a renovar nuestras promesas para mantenernos en la fidelidad a la que fuimos llamados, a la que nos acompaña el Espíritu de Dios. Para realizarla, no estamos nunca solos, llevamos al Señor en nuestro interior, en nuestro corazón y en nuestra acción ministerial.

Por eso, como dice el Apocalipsis, que nuestra pasión sea que todos los pueblos de la tierra puedan decir que Jesucristo es el Alpha y la Omega, el que Es y el que ha de venir: el Todopoderoso. Que así sea.

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