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Homilía Domingo de Resurrección 2023: El acontecimiento de la resurrección de Jesús no solamente es un acontecimiento inédito en la historia de la humanidad

«El ángel se dirigió a las mujeres y le dijo, no teman, ya sé que buscan a Jesús, el crucificado, no está aquí. Ha resucitado como lo había dicho.»

El acontecimiento de la resurrección de Jesús no solamente es un acontecimiento inédito en la historia de la humanidad, se trata de un acontecimiento que revela el sentido de la creación del universo y la razón de la existencia humana en ella.

Dios Padre llevó a cabo la creación de manera ordenada y muy orgánica, podemos decir perfecta, para garantizar su existencia por los siglos de los siglos.

Como bien sabemos, tiene como destinatario y administrador a la humanidad en su conjunto para que de generación en generación vayamos descubriendo su mano portentosa y especialmente su amor por su criatura predilecta, el ser humano. Dicha predilección es para revelar su amor misericordioso y atraer a quienes lo vamos descubriendo para que aprendamos a mirar más allá de nuestro cuerpo mortal y desarrollemos nuestro espíritu que le da vida.

En este proceso personal y familiar y luego comunitario y social debemos aprender a conducirnos con plena libertad y con responsabilidad, eligiendo el bien y superando el mal, tanto de manera personal como social. Dicho aprendizaje contempla dos dimensiones fundamentales, la primera consiste en aprender a discernir entre el bien y el mal; y elegir el bien en mi conducta personal. La segunda dimensión es superar la virtual tendencia de buscar solo el bien para mi persona o para quienes yo valoro y amo.

Ambas dimensiones constituyen un proceso que habitualmente dura toda la vida terrena. Siempre estamos tentados y muchas veces seducidos por el bien personal o para el bien de mis prójimos más apreciados.

Qué necesitamos para superar esa tendencia y alcanzar el amor misericordioso al estilo de Dios Nuestro Padre que busca sin distinción siempre el bien de todos y cada uno, sin duda alguna es indispensable conocer a alguien que dé testimonio de que es posible alcanzar a desarrollar ese amor misericordioso que sabe en toda ocasión orientar, reconciliar y perdonar, ese alguien ha sido Jesús, el Hijo de Dios encarnado, que asumiendo la condición humana con todas sus consecuencias ha dado testimonio de Dios Padre hasta el extremo de asumir una injusta sentencia como si fuera un blasfemo y un falso mesías y en consecuencia ser condenado a la crucifixión.

Ofrendar la vida hasta ese extremo de aceptar la injusta muerte y declarar abiertamente su perdón a quienes lo ejecutaron diciendo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Es un testimonio elocuente y sin duda convincente del auténtico amor. Era por tanto indispensable que el acontecimiento de su resurrección de entre los muertos no quedara como una historia ejemplar, sino de una constancia de esa resurrección a una vida eterna para la que hemos sido creados, así lo recuerda el Apóstol Pedro en la Primera Lectura que hoy escuchábamos, nosotros somos testigos de cuante Él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo no todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que Él de antemano había escogido, a nosotros que habíamos comido y vivido con Él después de que resucitó de entre los muertos.

Por eso, a su vez San Pablo exhortaba a la comunidad cristiana de Colosas, hermanos, desde que ustedes han resucitado con Cristo busquen el bien desde arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo en la vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con Él.

La Resurrección es no solamente es un acontecimiento para expresar el poder de Dios creador, es también una manifestación de la vida que nos espera y que para ser aceptados en esa vida, a la que estamos destinados, es indispensable aprender a vivir el amor misericordioso de Dios, manifestándolo a nuestros prójimos.

El mismo acontecimiento de la Resurrección de Jesucristo inició transmitiéndose unos a otros, como lo narra hoy el Evangelio según San Mateo: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro, el ángel se dirigió a las mujeres y les dijo, no teman, ya sé que buscan a Jesús el crucificado, no está aquí, ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto y ahora vayan de prisa a decir a sus discípulos, ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea, allá lo verán.

De esta manera tan sorprendente y única en la historia de la humanidad Dios decidió manifestar claramente en el testimonio de su Hijo Jesucristo el camino que debemos recorrer para logra la verdadera libertad por encima del libertinaje. La libertad solamente la logramos cuando aprendemos a elegir el bien para todos aquellos con quienes me toca relacionarme y convivir.

Por eso los invito a expresar nuestra gratitud a Dios Nuestro Padre con las palabras finales de la secuencia que se cantó en latín. Dice así el final:

“Resucito de veras mi amor y mi esperanza

Venid a Galilea, allí el Señor aguarda,

Allí veréis los suyos la Gloria de la Pascua

Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia

Que está Resucitado, la muerte en ti no manda,

Rey vencedor, apiádate de la miseria humana

Y da a tus fieles parte en tu victoria Santa.»

Que así sea.

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