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El Cardenal Carlos Aguiar Retes Preside La Misa En La Basílica De Guadalupe. Foto: INBG

Homilía 30 de abril 2023: “Pónganse a salvo de este mundo corrompido”

Siempre ha habido corrupción en la sociedad de todos los tiempos, los modos cambian, pero el ojo del huracán es siempre el mismo: seguir las tendencias e instintos de manera irracional y de forma individualista, conquistando espacios para el provecho personal, sin importar la dignidad de toda persona y el bien común.

Ante esto, debemos recordar y confiar que la Buena Nueva del Reino de Dios, está presente en el mundo; ya que Dios Padre suscita en nuestro corazón el deseo de experimentarlo: ¿Cómo podemos corresponder y qué debemos hacer para colaborar en la extensión del Reino del Amor?
Hay que partir de la aceptación de los contextos socioculturales concretos, que van sucediendo en cada generación, interpretarlos a la luz de las enseñanzas de Jesús, y descubrir, con la ayuda de la comunidad cristiana y de los hombre de buena voluntad, acompañados de un buen pastor, las posibles maneras de anunciar la Buena Nueva, y transmitir la confianza y esperanza, de que contamos con la asistencia del Espíritu Santo. Aunque haya luz en el camino es indispensable recorrerlo acompañado y guiado. Este proceso no es simplemente de relación individual sino grupal, comunitario, eclesial.

En este domingo IV del tiempo pascual, celebramos a Jesucristo, el Buen Pastor, que entregó su vida para la salvación de la Humanidad. ¿Cómo hace presente Jesús el ejercicio de pastorear a sus discípulos a lo largo de los siglos?

Jesús, el Buen Pastor, ha querido llamar y elegir a algunos de sus hijos para que actualicen su labor a lo largo de la Historia. El Buen Pastor camina junto a sus ovejas para afrontar los peligros y superarlos, para llegar al lugar elegido, sin correr riesgos innecesarios. El Pastor conoce a cada uno por su nombre, con sus cualidades y características. Por eso eligió de entre sus seguidores a los Apóstoles, y ellos a su vez, a sus colaboradores los Presbíteros, y a sus sucesores.
La labor pastoral de conducir a una comunidad de cristianos es fundamental para mantener la unidad y la comunión, y extenderla en servicio de todas las naciones, de toda la humanidad. Por esta razón debemos orar para que Jesús siga suscitando en el corazón de sus discípulos, la inquietud vocacional para servir una determinada comunidad en su nombre y en comunión con los demás pastores. De esta manera se preserva la comunión en la Iglesia, en cada Diócesis los Presbíteros en torno a su Obispo, y a su vez los Obispos en comunión con el Sucesor de Pedro, hoy el Papa Francisco.

Así comprendemos la afirmación de Jesús: “Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”

Todo joven llamado a ser Presbítero debe prepararse, para dar testimonio como buen pastor que resguarda al rebaño, lo reconoce y protege. Por eso, debemos siempre orar por nuestros sacerdotes, y por el surgimiento de nuevas vocaciones, para preservar la presencia del Buen Pastor en cada comunidad.

Ahora bien, ya que estamos creados para la relación y la convivencia, de ahí procede el proyecto de la familia. Nos necesitamos y nos necesitan. Es conveniente recordar que hay diferentes niveles del pastoreo, que se ejerce como padres de familia, como hermanos mayores, como vecinos, como trabajadores en su ambiente laboral, como ciudadanos en la sociedad, y como gobernantes, manteniendo la justicia y promoviendo la solidaridad.

De esta manera el recorrido de la vida, realizado en experiencia comunitaria y a la luz de Jesucristo, Buen Pastor, fortalece el corazón de toda persona para compartir las alegrías y suscitar esperanza, y especialmente para afrontar la propia cruz, que llega con los sufrimientos sean corporales o espirituales.

Por eso afirma San Pedro: “Hermanos: Soportar con paciencia los sufrimientos que les vienen a ustedes por hacer el bien, es cosa agradable a los ojos de Dios, pues a esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes y les dejó así un ejemplo para que sigan sus huellas”.
Esta vida la recorremos viviendo las diferentes etapas: niñez, adolescencia, juventud, como adultos, y en la vejez. En ellas necesitamos de los demás de manera muy distinta en cada etapa. Esta ayuda solidaria es la hermosa experiencia de sentirse comunidad, de conocerse entre sí, de ayudarse solidariamente en el recorrido, para reconocer con inmensa gratitud, a quien nos ha extendido su mano, siempre que lo habremos necesitado.

¿Descubro en mi experiencia a Jesús como la Puerta, y como mi guardián y guía, en mi vida?¿Lo percibo a través de mis padres, de los sacerdotes, de mis mayores, de mis amigos?

Lamentablemente hay tantos cristianos que se alejan cuando más necesitan del compartir en la escucha y en la puesta común de lo acaecido. En la noche de la vida es más indispensable la compañía del Pastor y de la comunidad. De ahí que haya que evitar el aislamiento y la soledad buscada como evasión de los demás.
La noche es momento de compartir la intimidad espiritual con la mirada puesta en el nuevo amanecer, que suscita la esperanza.

Oremos con el salmo 22:
“El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad”.

Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, este día del Buen Pastor, te pedimos fortalezcas en su ministerio a todos los actuales pastores de la Iglesia, y especialmente anima a los jóvenes para que acompañados por guías sapientes y generosos, respondan a la llamada que les dirige tu Hijo Jesús a cada uno de ellos, para realizar el
propio proyecto de vida y alcanzar la felicidad.
Que aprendan de tu incondicional respuesta a la solicitud de Dios, para mantener abiertos sus corazones a los grandes sueños, y descubran la felicidad y la alegría como frutos del amor y del servicio en favor de sus hermanos, superando la tentación de la búsqueda del placer por el placer, y logren orientar sus instintos, buscando siempre el
bien del ser amado por encima del propio bien.
A quienes Jesús llame a ser sacerdotes, como buena Madre trasforma su posible temor y miedo, y haz surgir en ellos la esperanza y los sentimientos de fraternidad para que experimenten una verdadera conversión del corazón, que los conduzca a la decisión de servir a sus hermanos como buenos pastores.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

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