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El Cardenal Aguiar En La Vigilia Pascual De La Basílica De Guadalupe.

Homilía 21 de mayo 2023: La Ascensión del Señor

“No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.
“No se alejen”, el Señor Jesús pide a sus discípulos no alejarse, estar cerca; que importante tener siempre conciencia que nos necesitamos, que no debemos aislarnos.
La relación estable sea presencial o digital, genera confianza entre unos y otros, vamos creciendo juntos, compartiendo las circunstancias de nuestro peregrinar, lo cual permite realizar mejor nuestras responsabilidades, escuchando las percepciones de nuestras actividades, observando sus frutos, y corrigiendo los errores siempre presentes en nuestro diario caminar.
La causa de esta recomendación de Jesús a sus discípulos es para recibir como comunidad el bautismo con el Espíritu Santo. Así se garantizó el cumplimiento de la promesa de Jesús, de que no les faltaría su presencia, mediante el acompañamiento del Espíritu Santo.
Caminar en la vida como comunidad, genera la comunión, no solo en la buena relación de unos y otros, sino especialmente en la sinergia de las diversas actividades, que movidas y acompañadas por el Espíritu Santo dan un testimonio convincente y atractivo de la presencia de Dios en el mundo.
Inquietos los discípulos por la recomendación de Jesús le expresan si se refería a la restitución de la independencia y soberanía del pueblo de Israel: “Los ahí reunidos le preguntaban: Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?”.
Nuestra habitual tendencia humana pretende conocer de antemano lo que va a suceder. Sin embargo Jesús deja en claro que deben aprender un estilo de vida, que consiste en depositar toda su confianza en sus enseñanzas y dejarse conducir por lo que el Espíritu Santo vaya sembrando en su corazón, compartiendo esas inquietudes unos con otros, y discerniendo a la luz del Evangelio para descubrir cómo proceder.
“Jesús les contestó: A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los últimos rincones de la tierra”.
“hasta los últimos rincones de la tierra”, que sorpresa tan inesperada, la misión de Jesús inicia en un pueblo elegido y preparado para recibir al Mesías, pero jamás imaginaron que su misión era universal. Esta proclama de un mensaje salvífico para toda la humanidad expresa con claridad, que el único Dios, Creador del Cielo y de la Tierra, ama a todos los pueblos, y desea orientar su camino para que logren la expresión fraterna de una sola familia, la familia de Dios.

Por ello, no nos debe extrañar que desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) la Iglesia reorientó su misión redescubriendo y valorando el inicio de la Iglesia en sus primeros siglos.
Caminar juntos fue la indicación de Jesús a sus discípulos y es lo que hoy nos pide el Papa Francisco, que seamos una Iglesia Sinodal para dar testimonio de la universalidad del Reino de Dios.
Para cumplir esta misión es fundamental permanecer unidos, atentos a los signos de los tiempos para interpretarlos y descubrir la voz de Dios. “Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Ciertamente acercándonos a la realidad actual de la Humanidad, la percibimos como un enorme desafío, ante el cual nos sentimos impotentes de afrontarla y resolverla. Pero si nuestra mirada la dirigimos a Jesús y confiando en su Palabra asumimos el envío, iremos descubriendo, que lo poquito o mucho que logramos avanzar, deja en nuestro corazón una gran paz, y así iremos fortaleciendo la esperanza, que no defrauda.
Son muy oportunas las palabras del Apóstol Pablo a la comunidad de los efesios: “Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de reflexión para conocerlo. Le pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuan gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa”.
Debemos por tanto, caminar con plena confianza, aprendiendo a vivir en la incertidumbre del mañana, pero verificando mediante la oración, que el Señor nos acompaña en las buenas y en las malas. En ambos casos nuestra respuesta debe ser de gratitud no tanto por lo que suceda, sino por su permanente compañía.
Demos testimonio de la Resurrección de Jesucristo con nuestra vida, y proclamando el mandato de anunciar la Buena Nueva de su presencia en el mundo. Este es el centro y el eje de nuestra vida como comunidad de fieles discípulos del Señor.
El próximo domingo celebraremos la gran fiesta de Pentecostés, que recuerda la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente, y que continúa asistiéndola a lo largo de los siglos.
Una vez más preparemos nuestro corazón y nuestra disposición para ser testigos del Reino de Dios, que llegó con la Encarnación. Pidámosle a Nuestra Madre, María de Guadalupe, que lo llevó en sus seno, nos auxilie y acompañe para descubrir su presencia entre nosotros.

Madre amantísima, María de Guadalupe, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.
Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa del rechazo a tu Hijo Jesús, y que la vida de nuestra sociedad alcance la anhelada Paz social y la Paz interior de cada familia y de cada ciudadano.
Anima la firmeza en la fe, la constancia en la oración, y la perseverancia en el servicio; así seremos una comunidad de discípulos de tu Hijo Jesucristo, capaz de transformar nuestras conductas personales para generar una convivencia social, respetuosa y cordial.
Especialmente te pedimos por todas las familias, para que sus miembros sean ciudadanos, que promueven la sana convivencia y la paz social.
Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

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