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Homilía Misa de la Cena del Señor 2023: ¿Estamos heredando nuestra fe a las nuevas generaciones?

Homilía en la Misa de la Cena del Señor

“Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto, y ese día será para ustedes un memorial, y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor; de generación en generación celebrarán, esta festividad como institución perpetua”.

De esta manera, el pueblo de Israel, después de haber detectado la intervención de Dios para darles la libertad como pueblo, les pide, por boca de Moisés y de Aarón, quienes fueron los guías y líderes de esa partida de Egipto a la tierra prometida, recordar cada año esa intervención de Dios en la historia, y que lo deben de hacer de generación en generación, lo que implica heredar a la siguiente generación el por qué y para qué de lo que se celebra, a esto le llamamos “herencia”.

Nuestra fe, no es solamente para que nosotros gocemos de ella, sino que nos ilumina en el camino de la vida y nos orienta, sabiendo cuál es la finalidad de esta peregrinación terrenal y llegar a la Casa del Padre, sino que la debemos transmitir a la nueva generación; padres a hijos, hijos a su familia, y así sucesivamente.

Este gran mensaje que nos formula la Palabra de Dios en la Primera Lectura, implica una reflexión muy profunda de los que hoy celebrarán esta liturgia, ¿estamos heredando nuestra fe a las nuevas generaciones?, pareciera que no, al menos los datos en general, nos reflejan que no hemos sido capaces. ¿Qué nos está faltando?, debemos preguntarnos, ¿por qué no hemos podido transmitir este gran don de Dios, que es saber que Él nos acompaña, que nos guía y nos fortalece?, y además, como lo vamos a celebrar el próximo Sábado Santo en la Vigilia Pascual y el Domingo de Pascua, sabemos que esta vida no termina con la muerte, pero sólo con la fe podemos tener esa firmeza de que esta vida no acaba, sino que nos espera Jesucristo para introducirnos a la Casa del Padre, esto es lo que nos deja la Primera Lectura.

San Pablo nos dice en la Segunda Lectura que él está procediendo así como le pedía al pueblo de Israel cuando a la comunidad de Corintios, les dice; “Hermanos, yo recibí del Señor, lo mismo que les he transmitido”, ¿Qué significa esto?, que nuestra transmisión de la fe debe de ser una transmisión fiel; fidelidad a este Dios que nos ha amado, fidelidad a este Dios que interviene y nos envía por Jesucristo al Espíritu Santo, para que nos guíe, nos oriente y en nuestro corazón nos fortalezca ante las adversidades y las cruces que debemos afrontar en la vida con caridad de que tienen sentido.

Hoy lamentablemente vemos con frecuencia esas tristes noticias de jóvenes que ya no le encuentran sentido a la vida y se suicidan, cuando está toda la vida por empezar, ¿Qué ha faltado?, fidelidad en transmitir a Dios, el Dios en que creemos, el Dios Trinidad, y eso es lo que nos dice el Evangelio de hoy. Quizás nos pase lo que a san Pedro, cuando le dicen; “No Señor, Tú no me vas a lavar los pies, ¿Cómo mi Maestro me va a lavar los pies?, ¿Cómo el que es mayor que yo me va a servir?, ¿Cómo el que es mi autoridad se va a poner al servicio, que en esa época hacían los esclavos?, de ninguna manera”. Pedro, le dice Jesús, “Si no dejas que te lave los pies, no tendrás parte conmigo”, ¿Qué está tratando de revelar Jesucristo?, revelar a Dios, su Padre, que es un amor infinitamente misericordioso, que está pendiente de nosotros y que, siendo Dios, se abaja, para estar al servicio de nosotros.

Por eso Jesús deja la Eucaristía, para que en esta asamblea eucarística afiancemos con fidelidad la transmisión de la fe, si desde niños no traemos a nuestros hijos a participar, al menos en la Eucaristía Dominical, más difícil lo aceptarán en la etapa de confusión que se vive en la adolescencia. Si los padres no están cerca de los jóvenes para saber cuáles son sus inquietudes, lo que les mueve en su interior y no hablan de corazón a corazón, entonces no conocerán el amor de Dios.

Somos los mayores los que tenemos que ponernos al servicio de los menores, porque así es Dios, y debemos entonces, decir como Pedro, cuando le dijo Jesús; “Si no te lavo los pies no tendrás parte conmigo”; “Señor lávame los pies, lávame todo el cuerpo”, basta con esa actitud de servicio de humildad.

Así entendió Pedro que tenía que dar la vida por su Maestro, predicando y enseñando que Dios es amor, no nos creó para mandarnos, para utilizarnos, para aprovecharse de nosotros, sino para que aprendamos también a ser como Él y participar toda la eternidad en la Casa de Dios Nuestro Padre.

En esta noche, vamos a celebrar esta Eucaristía y en ella, este rito tan sencillo (el lavatorio de pies), a estos adolescentes que están en la edad en que se necesitan orientar, que un servidor, no importa que sea Cardenal, así como lo hizo el Papa Francisco con un grupo de reclusos y reclusas, mostramos que es un gesto nada más, pero mostramos que estamos para servirles, que queremos transmitirles que Dios es amor y nos creó para que aprendamos a amar. Que así sea.

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