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Homilía cierre de Visita Pastoral de la Arquidiócesis Primada de México, 28 de julio 2023.

Jesús le preguntó a Simón Pedro. Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?

Esta pregunta que repitió tres veces Jesús a Pedro, algunos exégetas dicen que era recordándole las tres negaciones. Pero el Señor iba más allá. No era simplemente recordarle las caídas, sino recordarle que la plenitud de las relaciones se constituyen en el amor. En estas primeras vísperas de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, los textos de la Palabra de Dios que nos proporciona la liturgia, nos permiten descubrir también el camino para nosotros. Todo el camino de discípulo de Cristo debe constituirse centrado en el amor. Lamentablemente, esta palabra hoy está muy denigrada, porque se confunde con la relación sexual. El amor se inicia probablemente para quienes deciden compartir la vida de forma más íntima con la sexualidad. Pero es apenas un primer paso. El segundo paso importante es este que nos dicen algunos exégetas, caer en la cuenta de nuestros errores y de redescubrir que por encima del pecado, de las fallas humanas, Jesucristo está siempre dispuesto a restaurar la relación. Y yendo un poco más allá, toda relación de un buen discípulo de Cristo debe sí vivirse en el amor, centrado en Jesucristo.

 

Es decir, debemos amar a los demás, servir a los demás, ponernos en comunión unos con otros para ser más eficaces en dar a conocer el proyecto de Dios para nuestra sociedad, para nuestra familia, para nuestra parroquia, para nuestra Arquidiócesis. Pero como bien nos indica la primera lectura, debemos estar como lo hacen en esta ocasión Pedro y Juan, que subieron al templo para la oración. La oración, muchísimas veces hemos aprendido a orar pidiendo cosas. Es un paso infantil necesario. Todos debemos de vivir la infancia para ser jóvenes y después adultos. Pero no nos podemos quedar ahí. La oración es precisamente para centrar nuestra conducta, nuestra relación con los demás en el amor a Cristo. Para eso es la oración, para descubrir cómo a través de la relación con los otros, dando mi servicio de las maneras que mis aptitudes o mi trabajo, mi profesión, mis estudios me lo permitan, debo descubrir que lo hago porque amo a Cristo, que es lo que me sostiene ante cualquier falla que también mi prójimo tenga conmigo y no corresponda de la manera como yo le he servido, le he ayudado, le he auxiliado, le he acompañado. Porque si solamente está sostenido mi amor en la correspondencia del otro, que claro que alienta, favorece encontrar alguien que recíprocamente corresponde a mi servicio.

 

Pero, Jesucristo siempre fue más allá y en él debemos poner nuestro amor. ¿Por eso es que le pregunta, me amas más que estos? Es decir, ¿No te quedaste en esa relación favorable de prójimos que hicieron un buen equipito, una buena familia, un buen grupo de apostolado? Me encontraste. Y por eso la oración es ese momento de silencio interior en donde día a día descubramos cómo Cristo nos ha acompañado. De qué manera estuvo presente. ¿Dónde vi que la mano de Dios estuvo conmigo? No nos quedemos, pues, simplemente en que las cosas salieron bien. Estamos muy felices de esta Visita Pastoral, pero debemos de redescubrir una y otra vez que lo hacemos, porque queremos encontrarnos en el verdadero camino, verdad y vida, en el verdadero amor a Jesucristo. Por eso Pedro le contesta muy bien como espera de cada uno de nosotros, Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo Apacienta a mis corderos. A veces este texto lo hemos reducido a quienes somos o sacerdotes consagrados o también a los obispos. Es decir, ellos somos nosotros los que tenemos que amar a Cristo indudablemente que sí. Pero el apacentar a los demás, es que corresponde a todo buen discípulo de Cristo en el servicio fraterno, solidario, subsidiario, en el levantar al caído, al deprimido, al que ha equivocado su conducta, al que ha dañado a los demás.

 

Por ello es interesantísimo relacionar esto con la segunda lectura del apóstol San Pablo a los Gálatas. Ciertamente han oído hablar de mi conducta anterior en el judaísmo, cuando yo perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios, tratando de destruirla. ¿Por qué da este testimonio Pablo a la comunidad de los Gálatas? Porque sabe que también muchos están en ese riesgo de equivocar el camino y que tenemos que proyectar esa luz cuando mostramos nuestra fragilidad. Tantas veces que cometemos un pequeño error desde que somos niños. Tú hiciste esto, ¿verdad, hijo? No, mamá, yo no, yo no, fue mi hermano. Ay, no, ¿Quién sabe quién fue? No lo sé. Negamos nuestra conducta que descubrimos está equivocada. Cuando tenemos que ser conscientes y decir sí, me equivoqué. Perdón, necesito comprensión. Cuando a otro le sucede lo mismo, uno ya ha andado en ese camino, entonces el buen discípulo de Cristo no se avergüenza de los errores cometidos, porque sabe que ha corregido el camino y que esa corrección es casi el pan nuestro de cada día, de todos. No somos perfectos, tendemos a la perfección, pero no lo somos y debemos aprender a perdonarnos los unos a los otros, como Dios nos perdona.

 

Pidámosle pues al Señor, que como Iglesia aquí representada de todas las fuerzas vivas de la Arquidiócesis de México, pidámosle al Señor que jamás nos deje caer en esa falsa humildad de la soberbia y que nos de la capacidad de levantar al frágil, de ayudar al enfermo, al herido, al indigente, en la medida de nuestras posibilidades.

 

Pidámosle a nuestra Madre María, en un breve momento de silencio, nos vamos a poner delante de ella y le vamos a presentar lo que queremos del futuro de nuestra Arquidiócesis.

 

Que así sea.

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